Las fiestas patronales en la vida de nuestras comunidades

Orientaciones pastorales diocesanas

1. Las fiestas patronales constituyen una riqueza de la vida de nuestras comunidades cristianas. Expresan la vitalidad de su fe y la honda espiritualidad cristiana de la tradición católica presente en nuestra Iglesia diocesana. En nuestra región, sus características fundamentales surgen del aporte de la primera evangelización con la contribución de la gran inmigración europea, especialmente italiana y piamontesa.2.

2. Aparecida expresa la actitud pastoral de la Iglesia madre ante estas genuinas expresiones de fe de la piedad popular: “Agradecemos a Dios la religiosidad de nuestros pueblos, que resplandece en la devoción al Cristo sufriente y a su Madre bendita, en la veneración a los Santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos” (DA 127).

3. En estos tiempos de transformación de la presencia visible de la fe y de la Iglesia en nuestra sociedad, las fiestas patronales de nuestras parroquias y comunidades constituyen un lugar privilegiado para celebrar y anunciar el Evangelio de Jesucristo. Nos desafían a la creatividad en el anuncio del Evangelio y en la celebración de la fe que hemos recibido de nuestros mayores.

4. Nos presentan también desafíos pastorales que queremos asumir con espíritu misionero, alegría y coraje evangélicos. Por eso, nos ponemos algunas preguntas fundamentales: ¿Cuál es la identidad y naturaleza de las fiestas patronales? ¿Cómo vivirlas con autenticidad para que expresen, comuniquen y alimenten nuestra fe católica? ¿Cómo combinar las diversas dimensiones y aspectos que se conjugan en ellas?

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    5.La fiesta patronal es la conmemoración anual que hace una comunidad cristiana de la figura evangélica (del Señor y sus misterios, de su santa Madre o de alguno de sus santos) que es titular de esta y a la que reconoce una relación especial de patronazgo.

    6. El patronazgo del Señor, de María o de los santos sobre una concreta comunidad cristiana es una gracia particular que implica una relación especial de protección, de misión y de inspiración para la vida de fe de dicha comunidad.

    7. En la vida de nuestras comunidades, el patronazgo ha surgido de una elección que el mismo pueblo ha hecho o, en algunos casos, de una disposición de la autoridad eclesiástica. En todo caso, siempre supone que el pueblo reconozca con espíritu de fe agradecida la particular relación de patronazgo que se establece entre la comunidad y el santo patrono o patrona.

    8. La celebración anual de la Pascua es el corazón del año litúrgico, como la Eucaristía dominical lo es de la semana. En este marco celebrativo centrado en la Pascua vivimos nuestras “patronales”. También cada año, la fiesta patronal supone para la comunidad un ejercicio de memoria de la propia historia, cuya finalidad es reavivar la fe bautismal y el compromiso misionero que brotan del bautismo y la confirmación. Suele ser antecedida por un novenario, un triduo u otras formas de preparación. De esta manera, la fiesta patronal posee un verdadero “espíritu y sabor pascual” para la comunidad que la celebra.

    9. En la programación y desarrollo de la fiesta patronal, el Consejo parroquial de pastoral procurará involucrar a toda la comunidad y a cada bautizado, según su vocación y carismas propios. Se trata de un momento fuertemente evangelizador que merece ser destacado y vivido con espíritu sinodal. Será entonces ocasión de una oportuna catequesis sobre los diversos temas que pueden estar involucrados en la celebración, atentos también a las circunstancias particulares del momento en que se celebran. El uso de los medios de comunicación y de las redes sociales es también un recurso muy valioso.

    10. El momento culminante de las fiestas patronales es la fecha de la conmemoración litúrgica del santo patrono. Se trata de una jornada especialmente significativa para la vida de nuestros pueblos, de ordinario, acompañada por el asueto a nivel civil. Las distintas actividades deben expresar claramente que el centro de la celebración es la Eucaristía, a la que sigue normalmente una procesión. En muchas comunidades se alienta a los fieles a adornar sus casas, especialmente si por las calles del pueblo se llevará en procesión o en caravana de autos la imagen patronal.

    11. El equipo parroquial de liturgia ha de preparar con esmero las celebraciones de ese día que, como señalamos, tienen un fuerte sentido pascual para los fieles católicos. Se recomiendan diversos ejercicios piadosos, como también la oportuna celebración de la Liturgia de las Horas (Oficio de lecturas, laudes o vísperas). Allí donde haya prácticas tradicionales heredadas de los mayores se han de realizar con devoción. Se alienta a los pastores, sobre todo, cuando asumen una nueva comunidad a no precipitarse en cambios que afecten la vivencia de fe de nuestro pueblo. Las fiestas patronales son una expresión de la Tradición viva de la Iglesia que, “de esta forma […], en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree” (DV 8).

    12. En la medida de lo posible, y de acuerdo con las características propias de cada comunidad, las fiestas patronales tienen que ser también un momento fuerte para visibilizar la opción preferencial por los pobres que nace de la fe en Cristo. Los pobres, débiles y sufrientes deben tener un lugar privilegiado en el desarrollo y celebración de las fiestas patronales.

    13. La presencia del obispo es también un motivo para revitalizar la pertenencia de dicha comunidad a la gran familia diocesana y de la Iglesia universal. El obispo normalmente se hace presente para presidir la Eucaristía el mismo día de la fiesta o en otra fecha oportuna. Sin embargo, su presencia como pastor puede tener otras formas de realización: visita a personas o grupos, intervenciones catequísticas, etc. De la misma manera, se alienta a los párrocos y comunidades vecinas a hacerse presentes en las celebraciones patronales para expresar la unidad y comunión que están en la naturaleza misma de la Iglesia.

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    14. La fiesta patronal es, ante todo, una celebración religiosa cristiana. Este núcleo fundamental le da su identidad y naturaleza específica. En la historia concreta de nuestras comunidades, la fiesta patronal está profundamente unida a la vida civil, política y cultural de nuestros pueblos.

    15. Por eso, a la naturaleza religiosa de las fiestas patronales, se le han ido sumando otras dimensiones que también forman parte de su identidad histórica. En principio, no contradicen, sino que desarrollan la proyección de la fe sobre toda la vida de las personas, las familias y la sociedad civil de cada pueblo.

    16. Sin embargo, en el desarrollo concreto de la programación y celebración de las fiestas patronales se pueden dar algunas situaciones difíciles que merecen discernimiento y diálogo con los involucrados, especialmente con las autoridades locales (intendentes, jefes comunales, organizaciones de la sociedad civil, etc.).

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    17. La programación, preparación y celebración de las fiestas patronales son responsabilidad del párroco con el Consejo pastoral de la parroquia o de la comunidad que las celebra. A ellos les compete establecer el programa de la novena, del triduo y de la celebración principal: horario, liturgia, actividades pastorales.

    18. En los casos en que la fiesta patronal lo sea también del pueblo, el párroco, con la cooperación de los consejos parroquiales de pastoral y de asuntos económicos, son los encargados de acordar con las autoridades correspondientes (del municipio, de la comuna y otras organizaciones sociales) el programa de actividades que se realizarán en torno a la fiesta patronal. A través del diálogo institucional, se buscará salvaguardar la naturaleza religiosa y eclesial de las mismas, sobre todo, cuidando que las expresiones culturales estén en sintonía con la fe que se celebra. El objetivo es cuidar para que la fiesta patronal no se desvirtúe por la prevalencia de fines ajenos a su naturaleza religiosa, de carácter más bien profanos (políticos, económicos o culturales, por ejemplo).

    19. En la medida en que, durante las fiestas patronales, se realicen actividades que impliquen recaudación o erogación de fondos, el párroco con el Consejo parroquial de Asuntos Económicos tendrá que hacer los acuerdos pertinentes con quienes corresponda y según las normas canónicas diocesanas y las disposiciones seculares.

      Estas orientaciones han sido preparadas por el Consejo presbiteral y aprobadas por el obispo diocesano para su implementación en la diócesis. De ellas se desprenden también algunas sugerencias más prácticas que, también por sugerencia del Consejo presbiteral, se adjuntan en un anexo.

      Se las confiamos a la santa Madre de Dios, a los santos y santas patronos de nuestras comunidades cristianas.

      San Francisco, 15 de octubre de 2025

      Memoria de santa Teresa de Jesús

      Anexo I

      Sugerencias prácticas

      1. El diálogo con las autoridades y con las instituciones debe ser realizado con tiempo suficiente. Por eso, las Orientaciones alientan un “diálogo institucional”.
      2. En la oportuna comunicación a las autoridades municipales o comunales es importante poner la fundamentación religiosa de las fiestas Patronales. También en la comunicación que se tenga con las otras instituciones y fuerzas vivas de la comunidad que estén involucradas. En el Anexo II se ofrecen algunos modelos de dicha comunicación.
      3. Es importante delimitar los tiempos y espacios para no superponer las celebraciones religiosas con actividades programadas para la ocasión por las instituciones o por las autoridades civiles.
      4. Se sugiere preparar diversas intervenciones catequísticas sobre las fiestas patronales un tiempo antes de las mismas. Las presentes Orientaciones nos ofrecen ideas fundamentales para ello.
      5. En consonancia con las circunstancias concretas que se viven, la comunidad cristiana puede organizar actividades culturales o sociales que expresen cómo la fe ilumina la vida de las personas y de la sociedad. Es también oportuno que estas actividades culturales o sociales sean programadas con las autoridades civiles o con las instituciones del lugar.
      6. Es fundamental que sigamos estrechando los vínculos con la Oficina de prensa del Obispado y con los encargados de comunicación de las comunidades vecinas. Como de hecho viene ocurriendo ahora, es muy bueno que sigamos utilizando estos vínculos y las redes sociales para informar como para desarrollar actividades de las fiestas patronales.
      7. Es fundamental tener la programación de la fiesta patronal con suficiente tiempo de anticipación.
      8. También a través de la Oficina de prensa del Obispado y de la Delegación diocesana de Liturgia tenemos que crecer en el intercambio de los subsidios e iniciativas que cada comunidad pone en marcha con ocasión de la fiesta patronal. Este verdadero intercambio de “talentos” también una forma de sostener entre todos, en comunión sinodal, la obra evangelizadora.

      Fiesta patronal de la ciudad de San Francisco

      Convocatoria del primer Sínodo diocesano – sábado 4 de octubre de 2025

      Ordenación diaconal

      El pasado martes 22 de septiembre tuvo lugar la ordenación de los primeros diáconos permanentes de la diócesis de San Francisco: Raúl Quinteros y Luis Rolando.

      Fue en las vísperas de la fiesta de la Virgen de la Merced en la parroquia de Arroyito.

      Un momento de gracia para toda la diócesis.

      Jóvenes, peregrinos de Esperanza

      35 Peregrinación juvenil al Santuario de la Virgencita (Domingo 1° de septiembre de 2024 – Villa Concepción del Tío)

      Con el lema: “Jóvenes, peregrinos de Esperanza”, la diócesis de San Francisco vivió la 35 Peregrinación juvenil al Santuario de la Inmaculada en Villa Concepción del Tío. 

      Desde hace 35 años, la “Iglesia joven” de San Francisco camina los siete kilómetros que unen la localidad de “El Tío” con el Santuario diocesano de la Virgencita. 

      “Pocos kilómetros que despiertan grandes preguntas en el corazón de los jóvenes peregrinos”, como dijo el obispo. 

      Unos doscientos chicos y chicas llegados de parroquias, colegios, movimientos y otros espacios pastorales se dieron cita, acompañados por sus familias y otros peregrinos. Varios sacerdotes de la diócesis junto con el obispo Sergio Buenanueva también acompañaron a los jóvenes que acudieron al sacramento de la Reconciliación mientras peregrinaban.

      Este año, el beato Carlos Acutis inspiró con su testimonio de santidad el caminar de los jóvenes. En el trayecto fueron presentados para la reflexión y oración algunos de los milagros eucarísticos que tocaron el corazón de Carlos. 

      De la mano del beato Carlos, la Pere 2024 tuvo un marcado espíritu eucarístico  que se sumó a la devoción y amor a María. 

      Momento culminante de la caminata fue, como cada año, el ingreso al Santuario. Esta vez con una innovación: cada uno de los chicos y chicas presentes subió al camarín de la Virgen para un encuentro intenso de oración con María. 

      También lo hicieron los adultos presentes, con el obispo y los sacerdotes. 

      Después del almuerzo fraterno se celebró la Eucaristía, que culminó con una procesión eucarística entorno a la Plaza del pueblo, animada por los mismos jóvenes. El obispo impartió la bendición con el Santísimo Sacramento. 

      Como en años anteriores, en toda la jornada estuvo presente uno grupo de seminaristas con el rector del Seminario Mayor de Córdoba, padre Román Balosino.

      La Pere 2024 estuvo organizada y llevaba adelante por el Equipo diocesano de Pastoral Juvenil en coordinación con la comunidad parroquial del Santuario y su rector, padre Héctor Calderón. 

      Enamorados de Jesucristo

      DÍA DEL CATEQUISTA 2024 – Mensaje del obispo

      “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.” (EG 1).

      Queridos catequistas:

      ¡Muy feliz día!

      Estas palabras del papa Francisco inspiran la celebración del Día del Catequista de este año 2024.

      Si ustedes me preguntan cuál considero que sea el desafío más de fondo de nuestra vida cristiana y eclesial, no lo dudo un instante: el encuentro con Cristo vivo de cada uno de nosotros, para que, de esa fuente, brote el anuncio del Evangelio a todos.

      Las palabras del Santo Padre son un eco de aquellas otras del documento de Aparecida: 

      “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.” (DA 29). 

      Recorriendo la diócesis, veo con alegría cómo nuestras comunidades, los sacerdotes, catequistas, otros agentes de pastoral o simplemente hombres y mujeres de fe sencilla siguen buscando a Jesús, dejándose atraer por Él y entrando en el misterio fascinante de la oración, de la escucha de su Palabra y del silencio que nos transforma por dentro. 

      Es por aquí el camino. 

      Es verdad que a Jesús lo encontramos en los pobres, en los que sufren, en los que gritan suplicando una mano amiga que los ayude a caminar. 

      Jesús mismo nos lleva a ellos; pero nada ni nadie sustituye el encuentro vivo con Él, la experiencia fundante de experimentar la potencia de su amor y su gracia.

      Por eso, catequistas: vayamos juntos al Señor. Él nos espera y nos está continuamente regalando su Espíritu. 

      Nos espera en la oración matutina, hecha de escucha, silencio y alabanza… como María. Nos espera en la eucaristía del domingo y en la celebración gozosa del sacramento de la penitencia. Nos espera en cada recodo del camino, incluso y especialmente en los que menos esperamos. 

      Los métodos son importantes, pero secundarios. Siempre estaremos aprendiendo y actualizándonos. 

      Sin embargo, en la catequesis como en toda forma genuina de transmisión de la fe, nada sustituye al TESTIGO que ha sido alcanzado y transformado por Jesús. 

      Eso marca la diferencia, aunque las metodologías no sean tan modernas ni ingeniosas.

      No transmitimos solo saberes abstractos, sino un encuentro que nos ha enamorado y ha dado a nuestra vida orientación, libertad y esperanza: el encuentro con la Persona y la pascua del Señor Jesús. 

      Vayamos al encuentro del Señor.

      Feliz Día del Catequista 2024

      + Sergio O. Buenanueva
      Obispo de San Francisco
      21 de agosto de 2024
      Memoria de san Pío X

      María, signo de esperanza para una nueva humanidad

      Reflexión para el Día del Docente Católico 2024

      Al final está el archivo en PDF para descargar la reflexión.

      Estamos celebrando el Día del docente católico en la provincia de Córdoba. Coincide con la gran fiesta mariana de la Asunción de Nuestra Señora. Es la pascua de María, la madre del Señor.

      En la reflexión que les ofrezco, los invito a contemplar a María como signo de la humanidad nueva a la que estamos llamados como creaturas y desde el bautismo, pero también a la que servimos como docentes: la rica humanidad que crece en los niños, adolescentes, jóvenes y adultos a los que acompañamos como educadores.

      Y pongo este acento: mirando a María, signo de esperanza para una nueva humanidad, nosotros seamos hombres y mujeres transformados como ella por la Pascua de Jesús, para ser testigos y educadores de la esperanza grande que el Espíritu derrama en los corazones.

      En esta perspectiva, nuestras comunidades educativas surgen como hogar y escuelas de la esperanza cristiana.

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      Les propongo escuchar los versículos iniciales de la primera lectura de la solemnidad de hoy, tomada del libro del Apocalipsis. Nos servirá de guía para nuestra reflexión.

      Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz.

      Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.

      La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio para que allí fuera alimentada durante mil doscientos sesenta días. (Ap 12, 1-6).

      El signo de la mujer en trance de parto apunta al otro signo: el hijo varón que da a luz y es elevado al cielo, al trono de Dios. El mensaje es claro: se trata de Jesús y de su resurrección que transforma todo.

      La mujer es la comunidad cristiana y, por eso, también María que es como el espejo en el que la Iglesia se mira para comprender su misterio, su vocación y misión.

      En el trasfondo: la lucha que aún continúa entre el bien y el mal, pero desde la perspectiva del Resucitado y de la mujer que lo ha dado a luz, es una lucha que ya tiene su final asegurado: la vida triunfará sobre la muerte, la mujer sobre el dragón infernal.

      Es el signo de la esperanza que anima el alma y el camino de los cristianos. Esa esperanza está también en el alma y en la mística de la escuela católica y en el modo como ella vive la fe y educa a todos los que integran la comunidad educativa.

      La escuela católica es comunidad y hogar de esperanza. Desde esta perspectiva, cada día, ustedes se acercan a esa realidad, en ocasiones dura y desafiante, que son los niños, niñas y adolescentes que las familias les confían para ser educados. Pero no menos que los docentes y demás personal que se mueve en la escuela o, incluso, que traspone ocasionalmente sus puertas.

      A la escuela, todos llegamos con nuestra vida a cuestas, nuestras heridas y cicatrices, nuestras expectativas e ilusiones. En la escuela, a todos, nos espera Cristo, nuestra esperanza.

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      La asunción en cuerpo y alma al cielo de Nuestra Señora es uno de los dos dogmas modernos definidos por la Iglesia, junto con el de la inmaculada concepción. Este lo fue en 1854, aquel que celebramos hoy en 1950. Sin embargo, son misterios celebrados por la fe de la Iglesia desde el principio.

      Tenemos que mirarlos juntos para descubrir su potencial evangelizador y educador. Proyectan una poderosa luz sobre nuestra misión como Iglesia y como educadores en la Iglesia.

      No es casualidad que hayan sido definidos cuando comenzaba a abrirse paso y consolidarse la cultura moderna, con su ansia e ímpetu de progreso, pero también con sus contradicciones, caídas y deformaciones.

      María, la pura y limpia concepción, obra maestra de la gracia, transfigurada en toda su humanidad (en cuerpo y alma) es signo de la nueva humanidad que solo Dios puede crear y sostener con su acción poderosa.

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      La cultura contemporánea oscila entre el optimismo ingenuo y prometeico del hombre que rompe sus vínculos con Dios para ser libre; pero también que, por otros caminos, cae en el pesimismo del nihilismo o del relativismo: nada es permanente, ni seguro, ni cierto, ni sólido.

      La educación -ustedes lo saben tanto o mejor que yo- también navega por esas aguas tormentosas.

      Al invitarnos a contemplar a María, inmaculada y resucitada, la fe católica nos desafía a mantener unidos, en la pastoral y en la educación, dos aspectos que parecen opuestos, pero que, sin embargo, están llamados a potenciarse recíprocamente.

      Por un lado, a reconocer que en la raíz de la condición humana está la acción creadora y salvadora de Dios. En el lenguaje cristiano eso se dice con una de las palabras más hermosas del “diccionario cristiano”: GRACIA.

      María es, precisamente, la “llena de gracia”, la completamente transfigurada y transformada por la gracia de Dios. Y esto a tal punto, que “llena de gracia” es casi el segundo nombre de María.

      Esa es la primera palabra que tenemos para decir de María, pero también de nosotros mismos. Porque todo lo que Dios ha hecho en María -de modo eminente, original y único- es signo de lo que está haciendo también en nosotros.

      Ante cada persona, el discípulo de Jesús ha de pensar así: estoy ante un misterio de amor, ante un regalo, un don y una bendición. El ser humano es “la única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo” (GS 24).

      Al reflexionar hoy sobre nuestra identidad como educadores católicos quisiera invitarlos a que esta mirada luminosa de fe y esperanza la tenga cada uno de ustedes sobre sí mismo: soy gracia, soy don, soy bendición, Cristo me ha amado a mí por mí mismo.

      El encuentro con Jesucristo vivo -eso es la fe- repercute en toda nuestra persona. Y uno de esos efectos tiene que ver con transformar nuestra conciencia personal, haciéndonos muy conscientes del don que somos nosotros mismos. Y el don recibido y acogido con alegría tiende por sí mismo a transformarse en don ofrecido y donado a los demás.

      La conciencia del don y la gratuidad que presiden y sostienen nuestras vidas nos abre a Dios y a los demás, conjurando así el peligro fatal de una autonomía que termina ahogándonos en nuestra propia autopercepción: somos mucho más de lo que somos capaces de percibir de nosotros mismos.

      No estamos solos en la empresa más importante de nuestra vida: crecer, madurar, desarrollarnos como personas y alcanzar la plena estatura de nuestra condición humana.

      Como enseña el profeta: somos arcilla en manos del alfarero que es Dios, un artesano que sabe modelarnos. Nos hacemos a nosotros mismos en la medida en que nos dejamos educar y formar por el Creador… y también por esa mediación tan efectiva que son los demás.

      Educar, en este sentido profundo, es “sacar a la luz” la verdad de nosotros mismos, puesta dinámicamente en nosotros por el Creador. Formar es configurarnos con la forma de Cristo, el verdadero hombre. Y, junto a Cristo, está María como signo de humanidad lograda.

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      Al mirar a María asunta al cielo, glorificada en cuerpo y alma, podemos también conjurar la otra gran amenaza que angustia hoy a las personas, especialmente a los jóvenes: el pesimismo que parece dominar la cultura contemporánea y que se manifiesta con rostros, en un primer momento, muy atractivos, pero que prometen lo que no pueden dar, sumergiendo a la persona en la angustia, la tristeza, un tono vital menor y desesperanzado.

      María transfigurada por la Pascua de Jesús nos dice que el Padre que, por la fuerza de su Espíritu, resucitó a Jesús rescatándolo de los brazos de la muerte, está obrando en nosotros en la misma dirección.

      Si “gracia” es una palabra clave del diccionario cristiano -tan bella como indispensable-, la otra palabra esencial del lenguaje cristiano y católico es un verbo que siempre tiene a Dios como sujeto exclusivo y excluyente: resucitar.

      Dios trabaja siempre en nosotros, como lo hizo en la fría tumba en la que depositado Jesús y como hizo en la humanidad femenina de María, para resucitarnos, levantarnos y llevarnos a la plenitud que es la comunión con Él, ya aquí en la tierra, pero cuyo destino último es el cielo.

      En este sentido, como docentes católicos les propongo un desafío, que lo es también para la misma Iglesia misionera: tenemos que redescubrir, con ingenio y creatividad, la forma de hablar nuevamente del “cielo” como de la meta y el premio que Dios ha prometido a quienes se animan a hacer suya la propuesta de vida del Evangelio de Jesús.

      El cielo, la bienaventuranza eterna, la casa del Padre con sus muchas habitaciones, el banquete de bodas y la fiesta son metáforas bellísimas de la Biblia que necesitamos recrear para entusiasmar a nuestros jóvenes, y a nosotros mismos, para abrazar la aventura de vivir, de asumir con paciencia lo que de arduo siempre tiene la vida, especialmente las pruebas más duras a las que somos sometidos.

      El cielo es un regalo de Dios, es una promesa que Él nos ha hecho explícitamente por Jesucristo, pero también es fruto de nuestro empeño humilde, perseverante y decidido.

      Nos lo dice claramente el Señor: “Les aseguro que, si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.” (Jn 12, 24-26).

      Solo en esta perspectiva del don y la gracia, que nos preceden, acompañan y esperan, es posible educar en la libertad que se abre paso en la vida para formar en cada uno la imagen de Jesús.

      Es la perspectiva de la esperanza cristiana, cuya naturaleza profunda es ser un don de Dios. No se confunde con el optimismo, no nos asegura que todo lo que hagamos nos saldrá bien ni que no tendremos dificultades o frustraciones en el camino de la vida. Lo que sí nos asegura es que no nos faltará la presencia y asistencia, el consuelo y la fuerza del Espíritu de Jesús resucitado para afrontar todos los desafíos humanos que la vida nos presenta.

      La fe en Jesús, tras las huellas de María, siembra esperanza y alegría en nuestros corazones.

      Ruego a Dios, para mí y para cada uno de ustedes, crecer en esta experiencia para ofrecerla con simplicidad a todos aquellos que el Señor mismo nos confía en nuestra misión como docentes que se dejan inspirar por el Evangelio.

      ¡Muy feliz día del docente católico para todos!

      ¡Qué María los cuide, inspire y acompañe!

      Les doy mi bendición.

      + Sergio O. Buenanueva
      Obispo de San Francisco
      15 de agosto de 2024

      Jóvenes, peregrinos de Esperanza

      Preparando la Pere 2024 al Santuario de la Virgencia (domingo1º de septiembre de 2024)

      Acá te dejamos el material de preparación para la Pere2024

      “EL ESPÍRITU DEL HIJO CLAMA EN NOSOTROS: ¡ABBA! ¡PADRE!”

      3ª Carta Pascual 2022

      San Francisco, domingo 12 de junio de 2022

      Solemnidad de la Santísima Trinidad

      “Mi corazón sabe que dijiste: «Busquen mi rostro». Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí.” (Sal 26, 8-9). 

      “Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo» ¡Abba!, es decir, ¡Padre!” (Gal 4, 6).

      “Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero es Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.” (Rom 8, 26).

      A los fieles y comunidades de la Diócesis de San Francisco.

      Queridos hermanos:

      1. Había prometido esta tercera Carta Pascual sobre la oración cristiana para Pentecostés. No ha podido ser. Lo hago ahora, cuando todavía sentimos el impulso del Espíritu en la vida de nuestra Iglesia y en el marco tan sugestivo de la solemnidad de la Santísima Trinidad. 

      2. Les propongo algunos senderos de oración para transitar cada día. Se inspiran en la enseñanza sólida de la Iglesia, también en mi experiencia personal. Yo, como ustedes, soy un peregrino de la fe. Busco el Rostro de Dios, iluminada mi noche por la sed de la fe. Y eso es caminar la oración.

      I. Silencio y soledad, tiempo y recogimiento

      3. Orar es tratar a Dios como Amigo. La oración es amor hecho tiempo, trato frecuente, silencio que ama y se deja amar. Requiere silencio, soledad, tiempo prolongado y recogimiento

      4. El silencio exterior es expresión del silencio interior, el más importante y difícil. Y lo es para todos. La soledad no es encierro sobre sí mismo. Expresa que la oración (como la fe) es un encuentro de personas que se buscan, se aman y se comprometen. Orar es tratar de “vos” a Jesús. Y dejarse tratar así por Él. La figura del amigo le da la mano ahora a la del enamorado. 

      5. La oración de amistad requiere tiempo. No bastan unos pocos minutos. Este es un desafío que debe asumirse con paz y con decisión: tengo que aprender a incorporar al ritmo cotidiano de mi vida tiempos generosos, determinados y fijos de oración. No ceder a la improvisación, las ganas o a los estados de ánimo. ¿A qué hora puedo rezar mejor? ¿Qué tiempo establezco para ello? 

      6. La oración requiere recogimiento. Aquí recurrimos a la gran maestra de la oración cristiana que es Santa Teresa de Jesús (1515-1582). 

      a. El recogimiento es centrarnos en la persona del Señor Jesús. La oración tiene a Cristo en el centro. Nos ayudan los evangelios, las imágenes o los íconos. Mirar a Jesús y dejarnos mirar por Él. Volver a Él cuando nos pueden las distracciones, el sueño o las preocupaciones. 

      b. El recogimiento requiere que estemos en paz. Si esto no se da (me duele la panza o estoy inquieto), mejor dejar la oración para cuando recuperemos estabilidad. No atormentarse, ni forzar las cosas; orar como se pueda, dedicarse a obras buenas, tener paciencia. 

      c. Por eso, es necesario cuidar la posición corporal. Oramos como somos: alma y cuerpo. Las posturas corporales expresan nuestro interior. Se puede orar sentado, de rodillas, postrado, con las palmas de las manos hacia arriba, con las manos juntas (entrelazando los dedos o con los dedos hacia arriba), con los ojos cerrados, en cuclillas, de pie, con las manos en alto. O alternando esos gestos según sea el momento de la oración. Consejo: ser muy naturales; huir de posturas artificiosas.

      d. La palabra recogimiento indica que, al entrar en la oración, vamos paulatinamente recogiendo todas nuestras potencias (sentidos, cuerpo, facultades, etc.) centrándolas en Cristo. Por ejemplo, invocamos al Espíritu Santo al ritmo de nuestra respiración, para calmar lentamente el corazón, la mente y nuestra persona. 

      e. En ocasiones, nos ayuda la oración vocal, la lectura de un pasaje de la Biblia (un salmo, por ejemplo), la recitación de alguna oración que nos es más querida, la lectura de un libro espiritual, mirar un icono que nos inspira. A muchos nos ayuda el Rosario

      f. Es muy importante el ambiente que nos rodea. Se puede orar en cualquier lugar, tanto en casa, en un templo, como al aire libre o yendo en un colectivo. Pero, para la oración cotidiana, es importante el lugar que nos ayuda más. Normalmente, en la propia habitación (como dice Jesús). Es costumbre tener un “altarcito” con la Biblia, una imagen sagrada, un cirio, el Rosario. La belleza y armonía son importantes para el recogimiento. Dios es Belleza. 

      g. Un consejo clave: ponerse en la Presencia del Señor y dejarse mirar por Él. A diferencia de los métodos orientales que son impersonales, la experiencia cristiana no consiste en quedarnos vacíos ante la nada. Es serenar el corazón para entrar en comunión con el Señor. Así crecemos en nuestra identidad personal. La oración es encuentro de personas libres.

      II. El sendero de la Lectio divina

      7. Un sendero precioso e imprescindible de oración es la lectio divina o “lectura orante” de las Escrituras o, la “lectura de Dios”. Es la oración del pueblo de Israel que ha pasado a la tradición cristiana. La oración es nuestra respuesta a Dios que nos habla. Como enseñaba san Agustín: escuchamos a Dios cuando leemos las Escrituras; le respondemos cuando oramos. 

      8. Se trata de algo más que leer un texto y entenderlo. La lectura cotidiana de las Escrituras -enseñaba san Gregorio Magno- persigue una finalidad exquisita: aprender a sentir el corazón de Dios en la lectura asidua de su Palabra (Disce cor Dei in verbis Dei). Por eso hablamos de “lectura de Dios”. La lectio nos hace leer el corazón de Dios. Nuestro Maestro es el Espíritu que nos incorpora a la vida trinitaria, a su gozo, consuelo y paz. Cuando nos entregamos a la lectio con sencillez de corazón y perseverancia, las Escrituras exhalan al Espíritu que da vida. 

      9. “Busquen en la lectura, encontrarán en la meditación; llamen en la oración, se les abrirá en la contemplación”. Un monje del siglo XII, Guigo el Cartujano, acuñó esta frase que nos indica el camino de la lectio divina. Se inspiró en estas palabras del Señor: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.” (Mt 7, 7). Podemos añadir: al entrar en la lectio pedimos el Don del Espíritu Santo. Solo si estamos llenos del Espíritu -como María- podremos beber de Cristo, como dice San Efrén. 

      10. Después de la invocación al Espíritu, la lectio divina tiene estos tres momentos fundamentales: lectio, meditatio y contemplatio (lectura, meditación y contemplación).

      Lectio (busco leyendo)

      11. Sea que sigamos el Leccionario (ferial o dominical) o un libro completo de la Biblia, tenemos que aplicarnos a esa lectura. La lectio debe tener un tiempo fijo para leer un texto fijo, no al azar, improvisando o por casualidad. También aquí el recogimiento es importante. Orar supone este acto de confianza: “Estoy en tu Presencia, Vos me mirás con amor y me querés dirigir una palabra a mí, aquí y ahora.” 

      12. Cuando vamos a la lectio también tenemos que estar dispuestos a leer un texto oscuro, exigente, extraño. Hay que leer el texto tal como está escrito. Puede ser que la respuesta más adecuada sea un silencio aparentemente sin sentido. Nuevamente resuena el consejo más importante a todo aprendiz de orante: perseverar… En la oración, no hay otro secreto.

      13. Cuando hago la lectio tengo que llegar al texto, despreocupado de la eficacia espiritual o pastoral de esa lectura: preparar una charla, por ejemplo. La lectio divina es un encuentro gratuito con Dios en su Palabra. Esta “gratuidad” en la lectura es una actitud clave, pero también ardua y difícil.

      14. Si la meta es comprender las Escrituras para escuchar la Voz de Dios, no podemos dejar de lado una adecuada formación bíblica. No es que tengamos que llevar a la lectio algún comentario. Eso lo hacemos o antes o después. También es importante la paciencia de ir, poco a poco, haciéndose de una suficiente cultura bíblica: con lecturas, cursos u otros medios adecuados. 

      Meditatio (encuentro meditando)

      15. Si con este espíritu caminamos la lectio, casi sin darnos cuenta, entraremos en la meditatio. Aquí la imagen es la rumia. Meditar significa “rumiar” una palabra, un versículo, un pasaje de la Escritura. ¿Qué es “rumiar” un texto bíblico? No es hacer reflexiones, hilando ideas, imágenes, pensamientos. Eso se puede hacer en otro momento, como fruto de la lectio divina. Rumiar es detenerse en la palabra o versículo que ha tocado nuestro corazón cuando hemos leído y releído el texto. Quedarnos ahí, repetirlo y memorizarlo. Es como sacarle el jugo a la Palabra de Dios, que es inagotable, siempre sabrosa y sorprendente.

      16. A la imagen de la “rumia” ahora añadimos dos verbos: repetir y memorizar. Repetimos para memorizar, memorizamos para asimilar y, de esa manera, hacer pasar por el corazón la Palabra que hemos escuchado. Es el modo mariano de leer las Sagradas Escrituras. 

      Contemplatio (llamo orando y contemplando recibo)

      17. Si la lectio nos lleva a la meditatio, esta, normalmente desemboca en la contemplatio. Es la etapa más difícil de definir, aunque se puede describir un poco. La contemplación es el fruto maduro de la lectio. Oramos desde que tomamos la Biblia en las manos. En la contemplatio, sin embargo, la oración llega a su momento pleno.

      18. La contemplatio es para todos los bautizados, no para algunos elegidos. En el bautismo, el Espíritu nos da a todos la gracia de la oración contemplativa. Algunos alcanzan alturas especialmente extraordinarias. No las han buscado ni es lo más importante en su vida de fe. A la mayoría de nosotros, la contemplación se nos da de forma ordinaria, fatigosa y fugaz. Unos y otros, sin embargo, contemplamos al mismo Dios, en la oscuridad de la fe y no en la plena visión del cielo. Pero esa contemplación bienaventurada comienza ya en la tierra, por la gracia y la fe. 

      19. En la lectio recibimos de Dios su Palabra; en la contemplatio, la Palabra nos hace ir hacia Dios. La contemplación es fruto de la lectio. Suscita en nosotros el quedarnos mirando a Dios (a Cristo y sus misterios, a María, a la Trinidad…) con una fe viva y esperanzada, iluminada por el fuego ardiente de la caridad derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo. 

      20. La liturgia de la Iglesia es, en este punto, una gran maestra de contemplación. La Misa del domingo, por ejemplo, es el modelo de lo que tenemos que vivir en la oración personal: reunirnos, invocar al Espíritu, elevar el corazón, cantar, dirigir la mirada al Señor, unirnos a Él. Los salmos son escuela de contemplación, porque ponen en nuestros labios y en nuestro corazón, las palabras que Dios mismo ha inspirado para que hablemos con Él. ¿Rezás con los salmos? Jesús, María y José, como todos los grandes orantes, han aprendido a orar con ellos.

      21. En realidad, en la contemplación, más que hacer nosotros algo, es la Trinidad la que ilumina su Rostro sobre nosotros. Contemplar es dejarnos mirar por el Dios amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y entrar en su dinamismo de amor. Hacia esa experiencia bienaventurada nos lleva el Espíritu cuando viene en ayuda de nuestra oración pobre, frágil y sedienta.

      22. Más adelante les hablaré de otro modo muy evangélico de orar: la oración del Nombre de Jesús u oración del corazón. Ella nos ayuda a cumplir el mandato del Señor: “Hay que orar siempre sin desanimarse” (Lc 18, 1). Espero hacerlo pronto.

      23. Querido amigo, querida amiga: esta Carta resultó larga. Solo me queda hacerte una invitación: entregate a la aventura de la oración con toda tu alma y corazón, con paciencia y perseverancia. Con mucho amor. Dios te está buscando y te espera en el silencio. Quiere darte todo. Quiere darse a Sí mismo a vos, como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es el Espíritu el que, en nosotros, ora, suplica y alaba. El Padre escucha el grito del Espíritu de su Hijo en nosotros. Dejate entonces llevar. 

      Somos peregrinos de la oración, llenos de santa nostalgia del Divino Rostro. Están siempre en mi plegaria de cada día. Con mi bendición.

      + Sergio O. Buenanueva
      Obispo de San Francisco

      Gracias Jorge!

      Posteo del Padre Alejandro Puiggari en Facebook

      En estos días Facebook debe ser testigo incansable de lo que un buen sacerdote significa para la Iglesia y para toda la gente…

      Estarán quienes rescatarán a Jorge Truco persona, amigo, creyente, catequista, compañero, hermano, padre…

      Se rescatará su humildad, su sabiduría… su alegría, su escucha… su capacidad para trabajar en equipo, su pragmatisno para simplificar lo complejo y poner en marcha los sueños…

      En estos días muchos testigos tendremos de un creyente peregrino, profundamente humano, apasionadamente comunitario, que gusto de priorizar la catequesis de adultos sin perder el corazón y la simpleza del niño…

      Todo esto y mucho más seremos testigos en estos días en las redes, entretetejendo un Magnificat federal y eclesial, donde misteriosamente en conviven el dolor y orfandad con la serena alegría Pascual y certeza de una fe que mira a un cielo psra seguir andando nomas en esta tierra en la estamos llamados a hacer un poco de lío para ser socios activos de una fe encarnada que gusta de ser pueblo y hermanos de todos…

      Pero, Jorge, con el peligro de parecer autorreferencial, déjame personalmente decirte GRACIAS!!!

      Porque en Vos Dios regalo un ladero de lujo, para juntos animar estos dos bendecidos pulmones de la Catequesis Nacional, la Junta y el ISCA.

      GRACIAS por hacer tan fácil el caminar juntos privilegiando siempre la Comunión…

      GRACIAS por esta experiencia de estos años de hacer realidad lo sinodalidad en cada discernimiento, sueño y proyecto…

      GRACIAS por tu mirada realista, tu consejo de hermano y amigo, tu opinión lejos de toda obsecuencia, tu sana obsesión por hacer la transparencia, tu permanente búsqueda por incluir, tu artesanal manera de acompañar sin invadir y de simplificar aquello que torpemente empezábamos a enredar…

      GRACIAS JORGE por el llamado telefónico diario, la rapidez en responder el WhatsApp ante una consulta o texto a revisar, la permanente vocación de tender puente y acuerdos entre la JUNTA NACIONAL y el ISCA.

      Te voy a extrañar… te va extrañar quien me suceda en el ISCA como Rector.

      Todavía no caigo… me parece un sueño, una pesadilla.
      Me quedo con lo conversado por teléfono el sábado cuando te llame desde el Santuario de la Virgen del Valle en Catamarca. «Encomendame a la Virgen me pediste»… y si lo hice.

      Hoy soy yo el que te pide… encomendamos a todos los que tenemos este metejon incurable por la catequesis a la Madre y a tantos amigos del cielo.
      Para que tomemos lo más lindo de Vos para seguir al Único MAESTRO y como te gustaba decir, robándole letra al beato Angelelli, porque a pesar del dolor «HAY QUE SEGUIR ANDANDO»…