Ricos a los ojos de Dios

El Evangelio del Domingo XVIIIº del tiempo ordinario: Lucas 12, 13-21

Este domingo, otra parábola de Jesús nos hace pensar. Ante una cosecha excepcional, un rico propietario planifica su futuro: “Demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: ‘Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida.” (Lc 12, 18-19).

Sus decisiones giran en torno a sus bienes, pero en realidad, definen su vida. Hace cálculos lógicos, aunque parece ignorar algo fundamental: “Insensato -le dice Dios-, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado? Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios.” (Lc 12, 20).

La advertencia de Jesús es clara: «Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas» (Lc 12, 15).

Nuestra mayor riqueza no son las posesiones, sino que es Dios y nuestra relación con Él. La avaricia desequilibra el corazón y le quita su vitalidad. Sin ese lazo con Dios, el corazón se marchita, se encierra en sí mismo y se apaga.

Esto es lo que hace a Jesús único y fascinante: su comunión inmediata con el Padre y la infinita riqueza de su ser: Él es el Hijo del Padre. A quienes se abren a Él por la fe les da su Espíritu para que, como Él, seamos ricos a los ojos de Dios.

Buen domingo.

Orar, creer y vivir

El Evangelio del Domingo XVII del tiempo ordinario: Lucas 11, 1-13

“Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!” (Lc 11, 13).

Jesús está en oración, y sus discípulos, tocados por su ejemplo, le ruegan: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos” (Lc 11, 1). La respuesta es el Padre Nuestro.

Creer, orar y vivir. Aunque distintas, en la vida de un creyente son realidades intercambiables. La historia de nuestra fe es la historia de nuestro camino de oración. Ambas se entrelazan íntimamente con nuestras opciones fundamentales y en cómo nos paramos frente a las experiencias cotidianas.

Las palabras de Jesús que citamos al inicio arrojan nueva luz. A pesar de nuestra fragilidad, los seres humanos somos capaces del amor incondicional.

Dios es un Padre con entrañas de madre. El Padre Nuestro expresa todo lo que podemos desear y pedirle. Sin embargo, Jesús nos ofrece mucho más que palabras correctas para una plegaria. Su Padre quiere darnos el Espíritu mismo de Jesús.

Los deseos y peticiones del Padre Nuestro son los mismos de Jesús, el Hijo. El Espíritu Santo inspira nuestra oración y asegura que las palabras se correspondan con los sentimientos y actitudes más profundos. La oración se convierte en una vida transfigurada por la fe.

Hoy es la Jornada Mundial de los Abuelos, cuyo lema es: “Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza” (Ecco 14,2). Lo celebramos con gratitud porque quienes nos enseñaron a orar nos han ensanchado el corazón para albergar la esperanza. Nos han enseñado a vivir.

Buen domingo.

Un Huésped en Betania

El Evangelio del Domingo – XVIº del tiempo ordinario: Lucas 10,38-42

Este domingo, el Evangelio de Lucas nos vuelve a regalar una escena entrañable: Jesús llega como huésped a una casa de Betania. Una de sus anfitrionas, María, permanece a sus pies, escuchándolo con gran atención. Su hermana Marta le reclama a Jesús que María le ayude con las tareas.

“Marta, Marta, -le responde Jesús- te inquietas y te agitas por muchas cosas, y, sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”. (Lc 10, 38-42).

Vivimos en una sociedad agitada. También en nuestras comunidades cristianas están presentes el activismo ansioso. A pesar de ese ajetreo, aún se abren espacios para recibir a Jesús y permanecer en el silencio del amor que escucha y contempla.

Pensemos en el creciente interés por los retiros espirituales, las experiencias de silencio en nuestras parroquias y las capillas de adoración permanente. Estos son ejemplos de cómo el Espíritu Santo sigue generando “casas Betania” para aquellos que buscan contemplar el Rostro de Dios.

Aunque el camino es largo, el Espíritu Santo nos sigue animando a buscar, como a María de Betania, “lo único necesario”: la persona de Jesús y su amistad.

Buen domingo.

La libertad del buen samaritano

El Evangelio del domingo – XVº del tiempo ordinario: Lucas 10, 25-37

Este domingo escuchamos la parábola del buen samaritano. Un maestro de la Ley pregunta a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?». La respuesta es una historia poderosa: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones…» (Lc 10, 30). Un sacerdote y un levita pasan de largo, pero un samaritano se hace cargo de su suerte.

“¿Cuál de los tres -pregunta Jesús- te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?» «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor.  Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera»” (Lc 10, 36-37).

El relato de Jesús nos recuerda aquel otro drama bíblico: cuando Caín asesina a su hermano Abel, y se desentiende de él ante Dios. Entre estas dos historias se despliega el drama de la condición humana. Son dos visiones radicalmente opuestas de la libertad.

Caín y el buen samaritano, la negación y la compasión, conviven en nuestro corazón. ¿Cómo se resolverá esta tensión?

La propuesta de Jesús es clara: la libertad se ha de vivir como compasión, es decir, como la capacidad de ponerse en el lugar del que está herido, hacer propios sus sentimientos y, en definitiva, hacerse cargo de su persona.

Es la libertad del buen samaritano. El grado de desarrollo de una sociedad se mide desde aquí, mucho más que por la mera acumulación de bienes materiales.

Buen domingo.

Peregrinos de esperanza y libertad

Mensaje en el Día de la Independencia – 9 de julio de 2025

¡Feliz Día de la Independencia Nacional!

Hoy, 9 de julio de 2025, celebramos el 209º aniversario de la independencia. En el Calendario litúrgico es también la fiesta de la Virgen de Itatí. A ella encomendamos la vida y el futuro de nuestra querida Argentina.

En la ciudad de Tucumán, como en tantos otros rincones del país, se celebra el Te Deum, himno de la liturgia, que en su versión castellana inicia así: “Señor, Dios eterno, alegres te cantamos a Ti nuestra alabanza”.

En este día alabamos al Creador por el don de la libertad: una libertad herida por el pecado, pero redimida por Cristo. Ella cuenta con el auxilio del Espíritu Santo, que la sana y eleva hasta convertirla en la “gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8, 21). Damos gracias también por nuestra Patria, por su historia de libertad que, aunque tuvo su momento decisivo el 9 de julio de 1816, continúa su andar laborioso, abriéndose paso en el corazón humano y en el entramado de nuestra vida social.

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En este Jubileo de la Esperanza, nos reconocemos también peregrinos de la libertad.

Porque creemos en Dios, en su gracia y en su promesa del cielo, nuestra esperanza es luminosa, cierta y grande. Ella nos hace ver más lejos. Y nos da fuerza para obedecer la verdad en la conciencia, elegir el bien y la justicia, también la justicia social.

“Esta es la libertad que nos ha dado Cristo… Ustedes, hermanos, han sido llamados a vivir en libertad, pero que esta no sea pretexto para satisfacer los deseos carnales. Más bien, háganse servidores los unos de los otros, por medio del amor.” (Gal 5, 1.13). Así define san Pablo las “ideas de la libertad” del humanismo cristiano.

La esperanza siembra libertad. Una y otra crecen en la oración: Te Deum laudamus…

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¿Cuáles son los caminos de la libertad que transita hoy el pueblo argentino? ¿Y cuál es nuestro papel como católicos en esta peregrinación compartida?

Evoco a una experiencia personal. En las visitas pastorales me sorprende ver cómo se sostienen nuestras instituciones, tanto las eclesiales como las civiles. Suelen ser pocas personas en la parroquia, en el club, en los bomberos, en la cooperadora de la escuela, etc. A muchos los inspira el Evangelio; a todos, ese innato impulso al bien del ser humano, imagen de Dios. Son las “fuerzas vivas” de cada pueblo.

Si la medida de la libertad humana es Jesús, en esos hombres y mujeres se refleja también su libertad. No se confunde con capricho, desinhibición o desinterés. Como Jesús, son “servidores los unos de los otros, por medio del amor”, al decir de san Pablo.

No se puede reducir la libertad a la sola carencia de coacción externa o a mera libertad económica. Ser libre es mucho más: es elección del bien que plenifica a la persona. El pecado y la corrupción son esclavitud, deformaciones de la libertad que deshumanizan.

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El camino de la Iglesia -enseñaba san Juan Pablo II- transita siempre por el corazón de cada persona, allí donde se forja la libertad. ¿Y qué propone la Iglesia a la libertad de las personas? ¿Qué aporta a esta Argentina que vive vertiginosos cambios culturales?

No otra cosa que Jesucristo, su Evangelio y la fe en Dios. “La pobreza más grave es no conocer a Dios”, recuerda León XIV. Esta es la experiencia más honda que viven nuestras comunidades cristianas. En tiempos complicados, la Iglesia no conoce otro camino que hacer más intensa su misión: anunciar a Jesucristo, conducir hacia Dios, celebrar dignamente el misterio pascual, desgranar el catecismo en la mente y el corazón, iniciar en la oración e invitar a la conversión y a una vida virtuosa.

Aquí se concentran las energías de nuestras comunidades, de quienes somos sus pastores, de los consagrados y demás evangelizadores.

Si proyecta la luz del Evangelio sobre toda la vida, no reduce su misión a acción social o política. Por eso, insiste en la fraternidad, la amistad social y en la delicada arquitectura social, política y económica que requieren la justicia y el bien común. No hay libertad sin ciudadanos libres ni sin instituciones sólidas. Así como tampoco sin imperio de la ley, estado y límites al ejercicio del poder.

La Iglesia alienta a los laicos a sumergirse en la ciudad secular con el sello interior del Espíritu y con la inspiración de su doctrina social. Consciente de que, a diferencia de los fundamentalismos que hoy proliferan, la fatiga en la construcción política de la sociedad es un desafío urgente, nos invita a buscar la verdad y a realizarla dentro de las condiciones posibles del aquí y ahora.

Eso sí, la Iglesia anuncia, celebra y vive la fe desde ese lugar al que Cristo mismo la lleva: los pobres, los más frágiles y heridos, los que quedan al borde del camino.

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«Alaben al Señor», dices tú a otro y él te lo dice a ti; y así, todos hacen aquello a lo que se exhortan mutuamente. Pero procuren alabarlo con toda su persona, esto es, no sólo con su lengua y su voz deben alabar a Dios, sino también su interior, su vida, sus acciones” (San Agustín, Comentario al Salmo 148, 2).

Así cantemos el Te Deum este  9 de julio. ¡Feliz Día de la Patria!

En diálogo con las ideas de la libertad

Acabo de leer el discurso de anoche en Chaco del presidente Milei. Mucha, muchísima tela para cortar. Bienvenido el debate de ideas.

1. Como en otras ocasiones, el presidente arremete contra la justicia social. En realidad, contra una deformación de ella. A su favor: que en nombre de esa caricatura se han hecho muchos desatinos que hoy pagamos todos, además de abrirle la puerta a la corrupción. Pero, en el humanismo cristiano, la justicia social es un concepto más rico, complejo y válido. No es solo distribucionismo a cargo del estado, sino que, asentándose en la dignidad de cada persona busca una arquitectura de la justicia en la sociedad atenta a la participación de todos los ciudadanos en la búsqueda del bien común. La delicada arquitectura de la justicia implica rehuir de la simplificación y armonizar todas sus dimensiones: justicia general, conmutativa, distributiva y también justicia social.

2. En su discurso, el presidente echa mano de textos de la Escritura y apela a la tradición judeocristiana. Me parece bien, solo apunto al riesgo de fundamentalismo o, como ocurre con el integrismo católico: a eludir la mediación de la razón en la interpretación del mensaje bíbllico y, sobre todo, en la construcción del mejor orden justo posible. En la tradición católica es muy fuerte este acento: no hay una línea directa entre la Escritura y la construcción política de la sociedad. En esto, sería bueno acudir al magisterio de Benedicto XVI, por ejemplo, a su magistral discurso ante el Bundestag de Berlín, donde afronta esta cuestión. Es importante tenerlo en cuenta hoy, porque no solo en Argentina, también en otras latitudes vemos a algún sector de la política arroparse en amplios sectores religiosos más bien fundamentalistas. Eso no le hace bien ni a la religión ni a la política.

3. Como dije arriba: bienvenido el debate público de ideas, hoy realmente de capa caída en nuestra Argentina. Por eso, un debate público en serio, sin dejar de ser fuerte, subido de tono incluso o áspero, ni renuncia a la claridad de ideas ni se deja llevar por la lógicas binarias que suelen ser efectivas para arrebatar aprobación, pero que, a la larga, no sirven para construir el orden social. En este punto, desde la Iglesia vamos a seguir apelando a ese valor tan importante de la democracia de inspiración liberal: la legítima pluralidad de ideas, el respeto de otro como un semejante y el rechazo de toda forma de violencia que rebaje la dignidad de los demás.

4. En el fondo, se trata de un debate antropológico. El modelo de la libertad que alienta la tradición judeocristiana es el hombre, imagen y semejanza de Dios. En el cristianismo, ese modelo es Cristo, su libertad de Verbo encarnado y la redención de nuestra libertad que, como enseña san Pablo, solo se puede vivir en el amor a los demás y en el servicio, especialmente a los más pobres. La libertad cristiana es, a la vez, don del Creador; herida por el pecado y siempre amenazada, ha sido redimida y tiene a su favor el auxilio de la gracia del Espíritu Santo. Se realiza en el amor y en la virtud (nociones evocadas por Milei). El modelo supremo de la libertad de la persona humana no puede ser el de las transacciones económicas, tan legítimo como insuficiente para hacer justicia al ser humano libre.

A pocos días de celebrar el 209º aniversario de la Independencia nacional es bueno que nos dispongamos realmente a celebrar nuestra historia de libertad compartida.

Busquemos un territorio común, también y especialmente en nuestro anhelo de libertad.

6 de julio de 2025

Nuestros nombres en el cielo

«La Voz de San Justo», domingo 6 de julio de 2025

“Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre». Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos».” (Lc 10, 17-19).

Jesús envía a misionar a sus discípulos, dándoles algunos buenos consejos: van como ovejas en medio de lobos, tengan libertad interior, sin apegarse a nada ni a nadie. Anuncien con alegría y desprendimiento el amor de Dios.

Vuelven sorprendidos y entusiasmados por sus logros. Todo lo cual es motivo de gozo para ellos y también para Jesús que, no obstante, les advierte: “No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo.” (Lc 10, 20).

La advertencia de Jesús parece un baño de agua fría. Si la misión supone gran libertad interior, el mayor apego del que hay que cuidarse es el de uno mismo. Más importante que el éxito es que vivamos como hijos en comunión con Dios y con los demás, en la tierra y en el cielo. Es en el corazón de Dios donde deben estar escritos nuestros nombres. Ese es nuestro mayor logro. Hay que levantar la mirada.

Esa perspectiva es la que nos da una enorme libertad… la libertad misma de Jesús, el Hijo del Padre.

Buen domingo.

Pedro, Pablo y León

«La Voz de San Justo», domingo 29 de junio de 2025 – Solemnidad de los santos Pedro y Pablo – Día del Papa

“Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».” (Mt 16, 16).

Jesús le dirá a Simón Pedro que lo que acaba de decir ha sido una revelación del Padre. No es fruto de su ingenio o creatividad. La fe es una luz que ilumina el Rostro de Cristo y descubre su Verdad. Es un regalo, un tesoro precioso.

La vocación y misión de Pedro se concentra en ese momento y en esas palabras. Lo que le queda por caminar será en la senda abierta por esta confesión de fe. En esas palabras y en esa fe se le irá toda la vida.

Algo similar le ha pasado a Pablo, que de perseguidor se convirtió en apóstol. Al final de su vida, escribirá: “Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe.” (2 Tim 4, 6).

Hoy celebramos la memoria de estos dos apóstoles. Es también el Día del Papa. Rezamos por León XIV, como antes lo hicimos por Francisco y los otros papas.

Al obispo de Roma, Cristo le pide que cuide la fe recibida de los apóstoles y, de esa manera, sea principio de la unidad visible de la Iglesia.

Si es más o menos simpático, carismático o tímido… todo eso es secundario. Lo esencial es que señale con vigor a Cristo, pues Él es el único Salvador; y en esa fe sólida se funda la unidad de su Iglesia. Esa es también la esperanza del mundo.

Buen domingo.

Pan de los caminantes

«La Voz de San Justo», domingo 22 de junio de 2025 – Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor

“Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.” (Lc 9. 16-17).

Cae la tarde, la multitud está ahí y hay que alimentarla. Comprendemos la incomodidad de los discípulos. Solo hay cinco panes y dos pescados. Nada más.

Una vez más, Jesús los provoca: “Denles ustedes de comer”. Es mucho más que organizar una respuesta efectiva a un problema real. Es un desafío teologal: implica la fe. Ustedes pueden darles de comer, porque son instrumentos de una fuerza de Dios, no de ustedes. ¿Lo creen en serio?

Y eso es la Eucaristía de Jesús: humilde Pan de sabor incomparable, Sacramento admirable que nos lleva al cielo.

Jesús sigue haciendo Eucaristía: bendice al Padre, parte el pan y lo entrega al mundo a través de su Iglesia. Sacia el hambre y sigue sobrando para muchos más.

¿No lo has experimentado? ¿No es ese el secreto de atracción que sigue teniendo el Cuerpo del Señor? ¿No es esa la fascinación que despierta la Eucaristía, allí donde se la celebra con fe y se la expone a la adoración con solemnidad y belleza?

¡Ojalá no nos dejemos entumecer por dentro privándonos del “Pan de los ángeles” que se ofrece a nosotros en el altar y en la adoración!

Buen domingo de Corpus.

Somos hogar de la Trinidad

«La Voz de San Justo», domingo 15 de junio de 2025 – Solemnidad de la Santísima Trinidad

“Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.” (Rom 5, 5).

Por el bautismo, somos el hogar que la Trinidad se ha buscado al salir de sí misma y venir al mundo.

San Pablo usa la imagen del agua que se derrama para ayudarnos a comprender la acción del Espíritu Santo: amor de Dios derramado en los corazones.

Allí habitan el Padre por el Hijo en la alegría del Espíritu Santo.

Ese es el misterio de gracia, de amor y de bendición que la Iglesia está llamada a cuidar y anunciar a todos los hombres. Así nos ha amado Dios. Así nos ama.

El cristianismo es, ante todo, la experiencia de ese Dios vivo “hogareño” que nos busca para inhabitar en nosotros y hacernos experimentar su gusto por la vida.

Esa es la verdad que ha traído Jesús al mundo y que su Espíritu, una y otra vez, nos recuerda para que se cumpla en nosotros y en toda la historia.

Esa es la fuente a la que volvemos, una y otra vez, para alimentar nuestra pasión por el bien, por la verdad y la belleza. Es la fuente de una esperanza que no defrauda y que nos lleva lejos, hasta el cielo.

¡Ojalá se nos abran los ojos para descubrirla y vivirla intensamente!

Buen domingo.