Los jóvenes son el presente

¿Me permitís una palabra?

Volví a escuchar la entrevista de Miguel Clariá a Mariano Acosta, director de “La Vélez”, como llaman en Arroyito a la escuela Vélez Sársfield, a raíz de los hechos violentos que protagonizaron algunos alumnos de sexto años.

Enlace: https://www.cadena3.com/noticia/radioinforme-3/violento-festejo-del-ultimo-dia-de-clases-de-alumnos-en-una-escuela-de-arroyito_491796

Vuelvo sobre dos cosas que señalaba Mariano y que me quedaron dando vueltas cuando escuché la nota por primera vez:

«Nuestros alumnos no son violentos, no son chicos que reporten problemas de convivencia habitual; tienen lo normal de los chicos, pero viniendo como venían de un lugar en donde seguramente habían consumido alcohol, sabemos que es así … Es difícil de describir. Hasta el día de ayer estaban llorando en la escuela porque se terminaba un ciclo, y luego los ves fuera de sí frente a estas situaciones».

Mariano apunta a las causas: «falta de límites, consumos habilitados y la masificación … resquebrajando el vínculo entre familia y escuela”.

Un papá, una mamá, un educador, un catequista o un cura tiene que buscar siempre, y sin desanimarse, lo que de más genuino hay en el corazón de un chico o de una chica. Allí hay sed de vida, de verdad, de ir más allá de lo que se ve y se toca. Hay sed de Dios.

Habrá que educar en los límites. Es cierto. En una autoestima que prevenga masificación y adicciones. También es cierto. Y tender puentes entre padres y maestros, caminos entre la casa y la escuela.

Todo eso es correcto y nos marca un norte para nuestras opciones.

En el camino de ellos – y también en el nuestro – se va a cruzar la sugestiva propuesta del nihilismo que se respira en el ambiente: nada es real, ni verdadero, ni bueno, ni bello. Nada vale la pena.

Por eso, allí donde procuremos que los jóvenes entrevean la belleza que salva, allí le habremos ofrecido lo mejor, lo que sustenta la vida, lo que realmente preserva y previene de todo mal.

¿Dónde buscar esa belleza? Bueno, yo soy un hombre de fe y un pastor. Comparto donde yo la he encontrado: en el amor de mis padres y amigos, en el silencio de la oración que escucha a Dios y a los demás, en el bien humilde y cotidiano que obran tantas manos (una caricia, un consuelo, una mirada de amor); en la “sobria embriaguez del Espíritu” de la liturgia cotidiana, en la solidaridad de los pobres…

Y podría seguir.

En un estupendo diálogo virtual de León XIV con de jóvenes de Estados Unidos, el Santo Padre arrancó un aplauso cuando les dijo que ellos – los jóvenes – no son el futuro, sino el presente. Y los invitó a dejarse encontrar por Jesús y a cultivar la amistad con Él.

Es por ahí…

4 de diciembre de 2025

El Credo en la vida de la Iglesia

Se han cumplido 1700 años del concilio de Nicea (325), el primero de la historia. Este concilio salió al paso de la herejía de Arrio que negaba la condición divina de Jesucristo. Echando mano del texto de una profesión de fe bautismal, y añadiendo unas palabras claves, los padres de Nicea definieron la identidad divina de nuestro Salvador. Años más tarde (381), el primer concilio de Constantinopla hizo lo mismo con el Espíritu Santo: confesó la divinidad de la tercera persona de la Trinidad.

Por eso, el Símbolo que ambos concilios usaron para expresar la fe se denomina: Símbolo o Credo niceno constantinopolitano.

Se lo denomina “Símbolo” porque reúne en una misma fórmula las verdades fundamentales de nuestra fe y, además, porque permite que quienes lo recitamos nos reconozcamos unos a otros como miembros de la misma Iglesia. La palabra “símbolo” viene del griego “symballein” (poner juntas las partes).

Se lo denomina también “Credo” por su primera palabra en latín: “Credo in unum Deum…” (Creo en un solo Dios…): la fe es la respuesta, personal y eclesial, a Dios que se nos revela.

Los credos no son oraciones dirigidas a Dios, sino fórmulas que pronunciamos en el marco de la liturgia para confesar pública y solemnemente nuestra fe. Han nacido en el ámbito del bautismo y, con el paso del tiempo, han pasado a la liturgia eucarística: hoy lo recitamos después de escuchar la Palabra de Dios y como respuesta a ella.

Además de esta función “confesante”, los símbolos tienen una función “doctrinal”: son resúmenes breves de las verdades que creemos, normalmente estructuradas en torno a las tres personas divinas. Así, la unidad de la santa Trinidad es el modelo de la unidad en la diversidad de la comunión eclesial que nace de la fe común.

En la liturgia católica existen dos símbolos o credos: el Credo apostólico, más antiguo; y el Credo niceno-constantinopolitano.

El Catecismo de la Iglesia Católica (como también su Compendio) dedica al Credo su primera parte, con un desarrollo amplio de su contenido. Los bautizados tenemos el deber de conocer nuestra fe para dar razón de ella a todos los que nos lo pidan. Por eso, la lectura y estudio del Credo a través del Catecismo resulta imprescindible.

Sugiero que, a partir de esta Navidad 2025 y durante los domingos del año próximo, en la Misa sustituyamos el Credo apostólico por el Credo niceno constantinopolitano. Sería bueno también que aprovecháramos esta sugerencia para realizar algunas catequesis breves sobre el contenido de este Símbolo de la fe.

1º de diciembre de 2025

A la Iglesia del “Logos” le interesa el “logos” de los hombres y mujeres de hoy.

En el marco de la 127ª Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino, en la mañana de este jueves 6 de noviembre recibimos a cuatro comunicadores: el periodista Jorge Liotti de La Nación, Pedro Rosemblat, Rosendo Grobocopatel y Lucas Rodríguez. 

Al programar esta Asamblea, los obispos vimos oportuno acercarnos al mundo de la comunicación haciendo foco en los espacios, lenguajes y formatos que hoy son “habitados” especialmente por los más jóvenes. 

Liotti nos ofreció un primer acercamiento al tema, mostrándonos cómo han evolucionado las formas de comunicación en estas últimas décadas desde los medios más tradicionales a, por ejemplo, los canales de streaming y los streamers. 

Los fuertes cambios en la comunicación lo son también para los sujetos que se comunican… y los grupos de referencia que se forman. Esto también afecta a la comunidad eclesial, sus dinámicas, tensiones y polarizaciones. 

Los tres jóvenes nos contaron su propia experiencia en los espacios en que ellos desenvuelven su trabajo. Pedro Rosemblat y Rosendo Grobocopatel desde una militancia política (en el peronismo, el primero; en el PRO, el segundo), mientras que Lucas Rodríguez desde la comedia y el humor. No pusimos el acento en la militancia política, sino en la experiencia como comunicadores. 

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Después de la primera parte en la que intervinieron los tres, los más de cien obispos nos dividimos en tres grupos para el diálogo con los jóvenes. A mí me tocó en el grupo de Lucas Rodríguez. 

A mi criterio, la escucha de su experiencia y el intercambio que siguió en el grupo fueron muy buenos. Conversando con obispos que estuvieron con los otros dos comunicadores, coincidimos en la valoración altamente positiva de la experiencia.

Como es de público conocimiento, Lucas ha tenido un proceso de acercamiento muy fuerte a la fe cristiana. Se ha bautizado hace poco tiempo. 

Su acercamiento a la fe y a Cristo ha partido desde su interés personal en la poesía y la estética. Se expresó en términos similares a los que usa el teólogo suizo von Balthasar: Cristo resucitado como Dios y hombre, que atrae por la belleza de su amor; enamora (y así “asalta”) al hombre y lo seduce con su luz. Palabras más, palabras menos…

Escuchándolo hablar del misterio de Cristo y su poder de atracción, sus expresiones evocaban el modo como el Concilio de Calcedonia definió la encarnación: en la persona del Verbo, uno y el mismo, las dos naturalezas se unen sin confusión ni cambio, sin división ni separación.

Fue muy interesante escucharlo, desde esta posición, decirnos cómo ve él nuestra misión como pastores en medio de esta fragmentación. Apelo a mi memoria y así lo resumo: los obispos (la Iglesia) no pueden tratar a las personas como usuarios a los que vender un producto; si la Iglesia se encarga del vínculo de las personas con Dios, sería muy raro que percibiera a las personas como “usuarios”… No imagino así  -nos decía- su trabajo de acercar el misterio: Dios no convence, sino enamora, nos asalta, nos asombra. Eso es lo primero, después viene el resto…

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Dos reflexiones conclusivas:

Del encuentro con Lucas Rodríguez me quedo pensando en lo que significa la via pulchritudinis (el camino de la Belleza) para la fe y la misión de la Iglesia. De la liturgia a la oración, de la pastoral del consuelo al servicio a los pobres, como tantas otras acciones pastorales, el camino de la Belleza es connatural a la misión de la Iglesia. Belleza es un “trascendental” (Lucas lo recordó explícitamente), que es uno de los rostros del Dios, uno y trino, tal como se nos ha revelado en Jesucristo. Este será siempre el camino de la Iglesia y su modo de estar en el mundo, siempre herido por el pecado, pero también abierto y sediento a la belleza que Cristo le ofrece.

De escuchar a los tres, a muchos nos impresionó positivamente la opción por una “cultura del encuentro” que hacen, especialmente Rosemblat y Grobocopatel, desde miradas políticas distintas: respetar al otro, escucharlo, hacer lugar a su voz, no clausurarse en la propia “tribu» con sus sesgos y prejuicios, etc. Resulta alentador que, en este momento que vive la Argentina, haya personas jóvenes que vayan en esta dirección. El camino sinodal que la Iglesia va transitando, desde su identidad sacramental específica y también atravesada por fuertes polarizaciones, va en una dirección parecida buscando la comunión y la unidad. Al decir de León XIV: con un corazón inquieto, buscamos juntos a Dios y nos dejamos poseer por su Verdad. 

Escribo esto al finalizar esta jornada intensa de una muy intensa Asamblea Plenaria. 

Agradecido.

6 de noviembre de 2025

Descansen en Paz

Domingo 2 de noviembre de 2025, Conmemoración de los Fieles Difuntos

Como cada año para esta fecha, este domingo 2 de noviembre oramos por nuestros difuntos. Los recordamos ante Dios, orando por ellos, ofreciendo la santa Misa por su descanso eterno, visitando los cementerios donde reposan sus restos.

La oración y el recuerdo pueden estar teñidos de dolor que despierte alguna lágrima. No lo ocultamos: así vivimos también nuestra esperanza en Dios.

Rezamos por ellos porque creemos que, sus vidas como las nuestras, están en las manos de Dios. Él recogerá en sus manos nuestro último aliento y, al final, nos resucitará reuniéndonos a todos en la bienaventuranza del cielo. 

Entre las lecturas bíblicas propuestas para esta conmemoración están unas palabras solemnes de san Pablo a los corintios: “Les voy a revelar un misterio: No todos vamos a morir, pero todos seremos transformados.” (1 Co 15, 51).

Pablo murió, como también los destinatarios de aquella carta. También nosotros moriremos. La promesa que contiene, sin embargo, sigue en pie: todos seremos transformados. La vida será la última palabra de Dios sobre nosotros.

¡Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz que no tiene fin!

Buen domingo.

Elecciones 2025

Esta mañana, después de celebrar la Eucaristía dominical, como en cada jornada electoral, me acerqué a la Escuela Mitre de San Francisco y voté.

En estos 43 años de #democracia, solo en dos ocasiones no lo hice y por razones de fuerza mayor.

Con su complejidad e imperfecciones, el sistema democrático nos permite a los ciudadanos elegir y -no es un aspecto a menospreciar- poner límites al poder en el marco del estado de derecho.

Es también la portunidad de indicar, aunque más no sea, un rumbo somero en la construcción del bien común. Es un mandato que los hombres y mujeres de la política deben escuchar e interpretar.

Indignación y desánimo, hartazgo e insatisfacción son reacciones comprensibles ante la crisis actual de la política. En nuestra Argentina es la percepción de una decadencia que no hemos logrado revertir.

Sin embargo, la libertad humana, siempre frágil, imperfecta y naturalmente limitada puede abrirse paso sopesando opciones e intentando el bien posible, aquí y ahora.

El voto se une a las otras elecciones personales y colectivas que jalonan nuestro día a día, nos ponen a prueba y nos desafían a edificar el bien común, el mejor orden justo posible y, como el buen samaritano, hacernos cargo del otro en la situación concreta en la que está, especialmente si está excluído o descartado.

La historia de la libertad es también la del amor y la verdad, y tiene que se mirada en todas sus dimensiones.

26 de octubre de 2025

#Elecciones2025

Elecciones en una democracia posible

La palabra “democracia” une dos realidades: “pueblo” (“demos”) y “poder” (“kratos”).

La democracia liberal, por ejemplo, ha puesto en la soberanía del pueblo uno de sus principios fundamentales.

La doctrina social de la Iglesia católica ha sido crítica con este concepto. En realidad, lo matiza: la autoridad, en última instancia, proviene de Dios creador; ningún poder humano puede ser absoluto: debe estar subordinado a la ley moral y, en un estado de derecho, a la ley que rige la vida de todos los ciudadanos.

De ahí que, en sus últimos desarrollos, la enseñanza de la Iglesia haya puesto de relieve algunos elementos fundamentales: la dignidad de la persona humana, sus derechos y deberes; la importancia de limitar y contrapesar el ejercicio del poder; la importancia de las elecciones libres, el recambio pacífico de las autoridades previsto por las leyes, la probidad moral de sus funcionarios, etc.

En este sentido, la Iglesia valora la democracia y coincide con muchos pensadores políticos en señalar que esta es tan compleja como imperfecta y, por tanto, supone esa perseverante paciencia de saber que el bien posible siempre será arduo, que lo justo aquí y ahora tiene que ser buscado y elegido con decisión, que no se puede edificar nada duradero que no tenga una sintonía interior con la verdad.

En este sentido, Argentina es una democracia verdadera. Y es fruto de un camino fatigoso que nos ha visto a los ciudadanos como protagonistas fundamentales. Es un logro que no podemos olvidar ni bajarle el precio.

Pero es un logro imperfecto… y lo será siempre. Siempre habrá intereses de parte que mueven los hilos del poder desde la oscuridad. Siempre habrá luchas, tensiones y mezquindades en la búsqueda de espacios de poder. Siempre unos pocos buscarán imponer a la mayoría sus intereses egoístas… y tendrán éxito.

Pero también es cierto que, en medio de esa maraña de miradas, intereses y acciones, es posible intervenir con conciencia, con libertad y con expectativa de logro en beneficio de todos.

¿No ha ocurrido así en las horas más oscuras de la humanidad y nuestra propia patria Argentina?

Los que creemos en Dios con fe católica tenemos la certeza inconmovible del auxilio de la gracia divina para toda obra buena. Por eso, como dijo tan hermosamente el papa León XIV al ser elegido: “Dios nos quiere bien, Dios los ama a todos, ¡y el mal no prevalecerá! Todos estamos en las manos de Dios. Por lo tanto, sin miedo, unidos mano a mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante. Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede.”

La autoridad proviene de Dios, pero no se opone a la participación del pueblo a través de las distintas formas de su ejercicio como son, por ejemplo, las elecciones.

Y aquí -como señalaba arriba- los argentinos nos anotamos un logro que no podemos menospreciar: de 1983 a la fecha, las elecciones periódicas han sido concurridas, pacíficas y libres, razonablemente transparentes y efectivas. Nos han permitido elegir a nuestros representantes y cambiar pacíficamente los gobiernos.

Seguramente así serán las del próximo fin de semana.

Y seguimos caminando como pueblo, más o menos conscientes de nuestras posibilidades y límites, edificando el orden justo posible, dispuestos a perseverar en esta obra común, siempre amenazada y siempre necesaria.

San Francisco, 20 de octubre de 2025

Las fiestas patronales en la vida de nuestras comunidades

Orientaciones pastorales diocesanas

1. Las fiestas patronales constituyen una riqueza de la vida de nuestras comunidades cristianas. Expresan la vitalidad de su fe y la honda espiritualidad cristiana de la tradición católica presente en nuestra Iglesia diocesana. En nuestra región, sus características fundamentales surgen del aporte de la primera evangelización con la contribución de la gran inmigración europea, especialmente italiana y piamontesa.2.

2. Aparecida expresa la actitud pastoral de la Iglesia madre ante estas genuinas expresiones de fe de la piedad popular: “Agradecemos a Dios la religiosidad de nuestros pueblos, que resplandece en la devoción al Cristo sufriente y a su Madre bendita, en la veneración a los Santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos” (DA 127).

3. En estos tiempos de transformación de la presencia visible de la fe y de la Iglesia en nuestra sociedad, las fiestas patronales de nuestras parroquias y comunidades constituyen un lugar privilegiado para celebrar y anunciar el Evangelio de Jesucristo. Nos desafían a la creatividad en el anuncio del Evangelio y en la celebración de la fe que hemos recibido de nuestros mayores.

4. Nos presentan también desafíos pastorales que queremos asumir con espíritu misionero, alegría y coraje evangélicos. Por eso, nos ponemos algunas preguntas fundamentales: ¿Cuál es la identidad y naturaleza de las fiestas patronales? ¿Cómo vivirlas con autenticidad para que expresen, comuniquen y alimenten nuestra fe católica? ¿Cómo combinar las diversas dimensiones y aspectos que se conjugan en ellas?

    ***

    5.La fiesta patronal es la conmemoración anual que hace una comunidad cristiana de la figura evangélica (del Señor y sus misterios, de su santa Madre o de alguno de sus santos) que es titular de esta y a la que reconoce una relación especial de patronazgo.

    6. El patronazgo del Señor, de María o de los santos sobre una concreta comunidad cristiana es una gracia particular que implica una relación especial de protección, de misión y de inspiración para la vida de fe de dicha comunidad.

    7. En la vida de nuestras comunidades, el patronazgo ha surgido de una elección que el mismo pueblo ha hecho o, en algunos casos, de una disposición de la autoridad eclesiástica. En todo caso, siempre supone que el pueblo reconozca con espíritu de fe agradecida la particular relación de patronazgo que se establece entre la comunidad y el santo patrono o patrona.

    8. La celebración anual de la Pascua es el corazón del año litúrgico, como la Eucaristía dominical lo es de la semana. En este marco celebrativo centrado en la Pascua vivimos nuestras “patronales”. También cada año, la fiesta patronal supone para la comunidad un ejercicio de memoria de la propia historia, cuya finalidad es reavivar la fe bautismal y el compromiso misionero que brotan del bautismo y la confirmación. Suele ser antecedida por un novenario, un triduo u otras formas de preparación. De esta manera, la fiesta patronal posee un verdadero “espíritu y sabor pascual” para la comunidad que la celebra.

    9. En la programación y desarrollo de la fiesta patronal, el Consejo parroquial de pastoral procurará involucrar a toda la comunidad y a cada bautizado, según su vocación y carismas propios. Se trata de un momento fuertemente evangelizador que merece ser destacado y vivido con espíritu sinodal. Será entonces ocasión de una oportuna catequesis sobre los diversos temas que pueden estar involucrados en la celebración, atentos también a las circunstancias particulares del momento en que se celebran. El uso de los medios de comunicación y de las redes sociales es también un recurso muy valioso.

    10. El momento culminante de las fiestas patronales es la fecha de la conmemoración litúrgica del santo patrono. Se trata de una jornada especialmente significativa para la vida de nuestros pueblos, de ordinario, acompañada por el asueto a nivel civil. Las distintas actividades deben expresar claramente que el centro de la celebración es la Eucaristía, a la que sigue normalmente una procesión. En muchas comunidades se alienta a los fieles a adornar sus casas, especialmente si por las calles del pueblo se llevará en procesión o en caravana de autos la imagen patronal.

    11. El equipo parroquial de liturgia ha de preparar con esmero las celebraciones de ese día que, como señalamos, tienen un fuerte sentido pascual para los fieles católicos. Se recomiendan diversos ejercicios piadosos, como también la oportuna celebración de la Liturgia de las Horas (Oficio de lecturas, laudes o vísperas). Allí donde haya prácticas tradicionales heredadas de los mayores se han de realizar con devoción. Se alienta a los pastores, sobre todo, cuando asumen una nueva comunidad a no precipitarse en cambios que afecten la vivencia de fe de nuestro pueblo. Las fiestas patronales son una expresión de la Tradición viva de la Iglesia que, “de esta forma […], en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree” (DV 8).

    12. En la medida de lo posible, y de acuerdo con las características propias de cada comunidad, las fiestas patronales tienen que ser también un momento fuerte para visibilizar la opción preferencial por los pobres que nace de la fe en Cristo. Los pobres, débiles y sufrientes deben tener un lugar privilegiado en el desarrollo y celebración de las fiestas patronales.

    13. La presencia del obispo es también un motivo para revitalizar la pertenencia de dicha comunidad a la gran familia diocesana y de la Iglesia universal. El obispo normalmente se hace presente para presidir la Eucaristía el mismo día de la fiesta o en otra fecha oportuna. Sin embargo, su presencia como pastor puede tener otras formas de realización: visita a personas o grupos, intervenciones catequísticas, etc. De la misma manera, se alienta a los párrocos y comunidades vecinas a hacerse presentes en las celebraciones patronales para expresar la unidad y comunión que están en la naturaleza misma de la Iglesia.

    ***

    14. La fiesta patronal es, ante todo, una celebración religiosa cristiana. Este núcleo fundamental le da su identidad y naturaleza específica. En la historia concreta de nuestras comunidades, la fiesta patronal está profundamente unida a la vida civil, política y cultural de nuestros pueblos.

    15. Por eso, a la naturaleza religiosa de las fiestas patronales, se le han ido sumando otras dimensiones que también forman parte de su identidad histórica. En principio, no contradicen, sino que desarrollan la proyección de la fe sobre toda la vida de las personas, las familias y la sociedad civil de cada pueblo.

    16. Sin embargo, en el desarrollo concreto de la programación y celebración de las fiestas patronales se pueden dar algunas situaciones difíciles que merecen discernimiento y diálogo con los involucrados, especialmente con las autoridades locales (intendentes, jefes comunales, organizaciones de la sociedad civil, etc.).

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    17. La programación, preparación y celebración de las fiestas patronales son responsabilidad del párroco con el Consejo pastoral de la parroquia o de la comunidad que las celebra. A ellos les compete establecer el programa de la novena, del triduo y de la celebración principal: horario, liturgia, actividades pastorales.

    18. En los casos en que la fiesta patronal lo sea también del pueblo, el párroco, con la cooperación de los consejos parroquiales de pastoral y de asuntos económicos, son los encargados de acordar con las autoridades correspondientes (del municipio, de la comuna y otras organizaciones sociales) el programa de actividades que se realizarán en torno a la fiesta patronal. A través del diálogo institucional, se buscará salvaguardar la naturaleza religiosa y eclesial de las mismas, sobre todo, cuidando que las expresiones culturales estén en sintonía con la fe que se celebra. El objetivo es cuidar para que la fiesta patronal no se desvirtúe por la prevalencia de fines ajenos a su naturaleza religiosa, de carácter más bien profanos (políticos, económicos o culturales, por ejemplo).

    19. En la medida en que, durante las fiestas patronales, se realicen actividades que impliquen recaudación o erogación de fondos, el párroco con el Consejo parroquial de Asuntos Económicos tendrá que hacer los acuerdos pertinentes con quienes corresponda y según las normas canónicas diocesanas y las disposiciones seculares.

      Estas orientaciones han sido preparadas por el Consejo presbiteral y aprobadas por el obispo diocesano para su implementación en la diócesis. De ellas se desprenden también algunas sugerencias más prácticas que, también por sugerencia del Consejo presbiteral, se adjuntan en un anexo.

      Se las confiamos a la santa Madre de Dios, a los santos y santas patronos de nuestras comunidades cristianas.

      San Francisco, 15 de octubre de 2025

      Memoria de santa Teresa de Jesús

      Anexo I

      Sugerencias prácticas

      1. El diálogo con las autoridades y con las instituciones debe ser realizado con tiempo suficiente. Por eso, las Orientaciones alientan un “diálogo institucional”.
      2. En la oportuna comunicación a las autoridades municipales o comunales es importante poner la fundamentación religiosa de las fiestas Patronales. También en la comunicación que se tenga con las otras instituciones y fuerzas vivas de la comunidad que estén involucradas. En el Anexo II se ofrecen algunos modelos de dicha comunicación.
      3. Es importante delimitar los tiempos y espacios para no superponer las celebraciones religiosas con actividades programadas para la ocasión por las instituciones o por las autoridades civiles.
      4. Se sugiere preparar diversas intervenciones catequísticas sobre las fiestas patronales un tiempo antes de las mismas. Las presentes Orientaciones nos ofrecen ideas fundamentales para ello.
      5. En consonancia con las circunstancias concretas que se viven, la comunidad cristiana puede organizar actividades culturales o sociales que expresen cómo la fe ilumina la vida de las personas y de la sociedad. Es también oportuno que estas actividades culturales o sociales sean programadas con las autoridades civiles o con las instituciones del lugar.
      6. Es fundamental que sigamos estrechando los vínculos con la Oficina de prensa del Obispado y con los encargados de comunicación de las comunidades vecinas. Como de hecho viene ocurriendo ahora, es muy bueno que sigamos utilizando estos vínculos y las redes sociales para informar como para desarrollar actividades de las fiestas patronales.
      7. Es fundamental tener la programación de la fiesta patronal con suficiente tiempo de anticipación.
      8. También a través de la Oficina de prensa del Obispado y de la Delegación diocesana de Liturgia tenemos que crecer en el intercambio de los subsidios e iniciativas que cada comunidad pone en marcha con ocasión de la fiesta patronal. Este verdadero intercambio de “talentos” también una forma de sostener entre todos, en comunión sinodal, la obra evangelizadora.

      Consejo de lectura para políticos

      Santo Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia

      Si algún hombre o mujer de la política me pidiera un consejo de lectura para este tiempo intenso que vivimos, entre las muchas posibilidades, le aconsejaría lo que santo Tomás de Aquino enseña sobre la virtud de la humildad (Suma Teológica II IIae q 161).

      Despejemos un malentendido: en nuestro hablar popular, “humilde” es sinónimo de carenciado. Santo Tomás aclara: en ese sentido, la humildad no es una virtud. Aunque también señala, con perspicacia, que el que se desmerece a sí mismo tampoco es virtuoso.

      La humildad, después de las virtudes teologales y las intelectuales, es una virtud fundamental en la vida espiritual de una persona.

      Nos hace conscientes de nuestros límites y defectos, delante de Dios y los demás. Refrena la soberbia de creernos más de lo que somos o podemos, impidiéndonos recibir la ayuda de Dios y también la de los demás. Nos ubica positivamente y de manera realista ante el bien arduo que, nos atrae tanto como nos intimida.

      La búsqueda de un bien arduo (la justicia, por ejemplo) requiere la conjunción de dos virtudes: “Una de ellas -observa- ha de atemperar y refrenar el ánimo, para que no aspire desmedidamente a las cosas excelsas, lo cual pertenece a la humildad, y la otra ha de fortalecer el ánimo contra la desesperación y empujarlo a desear las cosas grandes conforme a la recta razón, y es lo que hace la magnanimidad.” (S Th II IIae q 161 a 1).

      ***

      El domingo 26 de octubre, los ciudadanos daremos nuestro veredicto inapelable a las propuestas que nos hacen los diversos espacios políticos. 

      El lunes 27 de octubre se abrirá un tiempo de construcción.

      Los números darán ganadores a algunos; otros tendrán que asumir la derrota. A unos y otros, el Congreso les abrirá sus recintos para darnos leyes justas.  Unos y otros necesitarán humildad para reconocer que es más sencillo ganar poder, que usar de él para transformar realmente un país. 

      Humildad para reconstruir con paciencia su convivencia, sus instituciones y también su economía. 

      Todos los ciudadanos seguiremos batallando la vida, anhelando un país con posibilidades para todos. Una meta que, hasta ahora, parece un sueño. 

      Todos tendremos que echar mano de la virtud de la humildad, porque tendremos que seguir intentando mejorar la vida de todos con paciente perseverancia. 

      Dios nos auxilia, pero no hace lo que nosotros tenemos que hacer.

      7 de octubre de 2025

      Fiesta de la Virgen del Rosario

      Elecciones 2025

      Reflexiones para este año electoral que vivimos los argentinos

      A lo largo de este 2025, los argentinos transitamos un nuevo «año electoral», con comicios de medio término para renovar a los miembros del Poder Legislativo. La fecha de las elecciones varía en cada jurisdicción, y aunque la participación parece disminuir, muchos ciudadanos nos preparamos para votar.

      La Iglesia no impone a los católicos el deber de votar, pero sí los anima a participar en la construcción de la sociedad más justa posible. En ese sentido, apela a la conciencia de cada persona, recordándonos que no podemos desentendernos del bien común, especialmente de los más vulnerables.

      El voto es un acto moral que involucra la conciencia y la libertad. Como ciudadano y católico, considero al sufragio como una herramienta para alcanzar el bien común, al igual que otros espacios de participación ciudadana: la familia y la escuela, la parroquia y el barrio, los clubes, las cooperativas de trabajo, las empresas u otras organizaciones sociales.

      Gracias a Dios, nuestra Argentina es rica y dinámica en la participación de sus ciudadanos en estas organizaciones. Vale la pena tenerlo presente.

      ***

      Como muchos de mi generación, voto desde 1983 y pienso hacerlo nuevamente en octubre. Comparto tres criterios que pueden iluminar nuestro compromiso social.

      Primero, al elegir a nuestros representantes para el Parlamento tenemos que pensar en personas con preparación y talento, criterio y actitudes para afianzar la paz, la amistad social y la convivencia a través del delicado oficio de elaborar leyes justas. No hay libertad y desarrollo sin instituciones políticas sólidas que aseguren el estado de derecho y el imperio de la ley para todos. Para mí, esto se traduce en democracia y república, con un fundamento claro: la Constitución. Pero también, y en cierto modo, de manera más honda: en la honestidad y virtud de los hombres y mujeres que se proponen como candidatos.

      Segundo, como discípulo de Jesús, no puedo dejar de situarme desde la perspectiva de los más frágiles: los pobres, los que sufren y los que quedan fuera de las transformaciones sociales, económicas y tecnológicas en curso. Después de 42 años de democracia, tenemos una deuda social inmensa que nos obliga a trabajar por un desarrollo económico integral que beneficie a todos. Si bien existen diferentes visiones legítimas sobre el rol del Estado o la iniciativa privada, en democracia podemos elegir la opción que consideremos mejor. En esta materia, salvo algunos principios fundamentales, no hay dogmas absolutos.

      Por último, y como complemento de los puntos anteriores, creo que debemos votar con libertad interior. El clima electoral suele ser irracional y un poco loco, con posturas radicalizadas que presentan las opciones como una lucha apocalíptica entre el bien y el mal. La realidad nos muestra que, más allá de los resultados, tenemos que seguir trabajando con paciencia, perseverancia, inteligencia y hasta con buen humor. El adversario de ayer es hoy un conciudadano, un vecino con el que compartimos un sufrido presente y muchas oportunidades de encuentro y construcción. Por eso, le pido a Dios la gracia de la libertad interior.

      ***

      Como obispo, mi misión fundamental es anunciar a Jesucristo y animar a todos a vivir según su Evangelio. Por eso, hablo con pasión del Dios vivo que Jesús nos ha revelado.

      Él vino a este mundo, donde crecen el trigo y la cizaña, y se identificó con los pobres y pequeños. Con parábolas entrañables, nos habló del Padre y su acción salvadora en el mundo: un Dios que crea y cuida, cura y resucita. En su Pascua de cruz y resurrección nos mostró el Rostro trinitario del Dios Amor. Y así nos enseñó a amar como Él nos amó, a perdonar y buscar la reconciliación.

      Ese es el trigo que está creciendo y que alcanzará su plenitud en el cielo. Esa es la verdad que resplandecerá para siempre. Así crece la esperanza.

      San Francisco, 18 de agosto de 2025

      Paz, pan y trabajo de la mano de san Cayetano

      Como cada año, este 7 de agosto miles de argentinos celebran a san Cayetano en santuarios, parroquias, humildes capillas o ermitas de los barrios. El patrono de la Paz, del Pan y del Trabajo se ha ganado un lugar en el corazón de nuestro pueblo.

      Su imagen más antigua se encuentra en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales erigida en Buenos Aires por santa María Antonia de Paz y Figueroa, “Mama Antula”.

      Mama Antula tenía una gran devoción por san Cayetano. A él le confió la misión que le hizo caminar miles de kilómetros para llevar a sus hermanos la experiencia de los ejercicios espirituales. Y, cuando erigió la Santa Casa, puso bajo su protección el desarrollo de los retiros espirituales.

      Así nació la devoción argentina por este santo. Une dos cosas que son inseparables en la experiencia cristiana: el encuentro con Cristo y la solidaridad con los demás.

      La súplica por el pan, el trabajo y la paz que miles de argentinos elevan hoy en su peregrinación a san Cayetano nos muestra de qué está hecho el corazón humano: sed de Dios y de fraternidad, de felicidad verdadera y de bienestar para todos.

      A lo largo de estos años, los obispos y la Iglesia en Argentina, no hemos dejado de hacer oír nuestra voz en cada fiesta de san Cayetano. Estamos ahora donde hemos estado siempre: acompañando a nuestro pueblo, orando con los peregrinos y devotos, haciendo nuestras sus peticiones de pan, de trabajo y de fraternidad, dando gracias por los beneficios recibidos.

      Nuestro país es grande y rico. Su mayor riqueza son las personas, el “capital humano”. Por eso, duele que, a lo largo de estos años de democracia, junto con innegables logros, no hayamos podido alcanzar un desarrollo social y económico que mejore la vida de todos. Como decíamos preparando los bicentenarios: la deuda social sigue siendo la que más nos pesa.

      Es un desafío para la política económica, pero es mucho más que ella: por eso, seguimos insistiendo en la amistad social, la cultura del encuentro y la fraternidad, como nos enseñara el papa Francisco.

      Los discípulos de Cristo, las comunidades cristianas y sus pastores estaremos siempre junto a los que quedan en el camino de las crisis sociales, económicas y políticas.

      ¿Qué les ofrecemos? Lo que hemos recibido: la fe cristiana en Dios, nuestra mayor riqueza. Ella siembra esperanza y da fuerzas para luchar por la justicia y trabajar por el bien común. Y es la esperanza en la vida eterna.

      De la mano de san Cayetano, de santa Mama Antula y del Santo Cura Brochero seguimos caminando como “peregrinos de la Esperanza”.