Ordenación diaconal de Raúl R. Araya

Catedral de San Francisco – Domingo 9 de noviembre de 2025

“Ustedes son el campo de Dios, el edificio de Dios.” (1 Co 3, 9c). 

¿En qué campos piensa Pablo cuando aplica esta imagen a la comunidad de Corinto? 

Si el Espíritu Santo lo inspiró para escribir así a los corintios, estas palabras en realidad están dirigidas a nosotros. Por eso, podemos evocar tranquilamente los campos que nosotros conocemos, los que enmarcan a nuestros pueblos y ciudades, los que recorremos con la vista en nuestras idas y venidas, en los que eventualmente trabajamos. 

En este momento, esos campos -de trigo, por ejemplo- se ven espléndidos por las lluvias extraordinarias de los meses pasados. 

¿Podemos ver en ellos la belleza y fecundidad de nuestras comunidades cristianas?

Seríamos ingratos si respondiéramos de forma negativa. Nuestro Dios es sembrador hábil y perseverante; no se desalienta, sigue trabajando y fecundando su campo, nuestra Iglesia. 

Jesús vio la acción de su Padre en los lirios del campo, en una pequeña semilla que crece, en un campo de trigo y cizaña, en una mujer que pone levadura en la masa… Y así nos enseñó a contemplar la realidad más honda: aquella que tiene al Dios bueno como protagonista, tan silencioso como efectivo. 

Porque Pablo habla del campo “de Dios”. Esa declinación es importante: la comunidad eclesial es campo adquirido, sembrado, trabajado y hecho fecundo por la misma mano: la mano siempre laboriosa de nuestro Dios. O, siguiendo a san Ireneo podemos decir: el Padre trabaja nuestro campo con sus dos manos: el Hijo y el Espíritu. 

Días pasados, en una visita pastoral, pude visitar un tambo de una de las grandes empresas lácteas de nuestra zona. Admirable obra de ingeniería y de tecnología. Solo eran necesarios cuatro operadores para cuidar lo que la tecnología hacía con una eficiencia sorprendente. 

El campo de Dios que somos nosotros, que son cada una de nuestras comunidades, que es nuestra Iglesia diocesana, sin embargo, no es trabajado por pocas manos. A las aludidas manos del Padre, se suman las manos de innumerables trabajadores: hombres y mujeres, laicos, consagrados, pastores y diáconos, con sus dones, carismas y servicios. 

De ese campo ha surgido la vocación de Raúl que, en breve, y por la imposición de manos y la oración del obispo, recibirá la gracia del Espíritu Santo para seguir trabajando en el campo de Dios como diácono, signo visible de Cristo, el servidor del Padre.

Un rasgo del camino vocacional de los diáconos permanentes que, en cierto modo, los distingue de los jóvenes que se preparan para ser presbíteros, es precisamente este: la imposición de manos les confiere el Espíritu a hombres que han reconocido el llamado del Señor después de un prolongado camino en las comunidades donde maduraron su fe, sirvieron en distintas áreas pastorales. 

Y, por supuesto, en ese camino tan rico que es la vocación matrimonial. En el caso de Raúl, junto a Marcela, su esposa, sus hijos y amigos. La familia, Iglesia doméstica, es también campo de Dios, trabajado por el Padre con la ayuda del Hijo y el Espíritu Santo a través de las manos de los esposos que se convierten en padres y liturgos de la fe para su familia. 

Ese campo hermoso que son nuestras comunidades cristianas viene siendo trabajado por muchísimas manos: obispos, sacerdotes, catequistas, misioneros, voluntarios de Caritas, ministros extraordinarios de la comunión, servidores en la pastoral del alivio, del consuelo y del duelo; hombres y mujeres en los consejos de asuntos económicos; manos también que preparan nuestras liturgias (sacristía, ministros, canto, guiones, etc.) … Y – ¡cómo olvidarlo! – por corazones que oran y abren el mundo para Dios. 

Aquí quiero hacer una mención a la Escuela diocesana para el Diaconado, puesta bajo el patronazgo de San Francisco de Asís. A su director, padre Mario Ludueña, a sus directivos y docentes. ¡Gracias por su trabajo en estos años! En estas ordenaciones recogemos los frutos del mismo.

La Renovación Carismática – de la que proviene Raúl – nos ha recordado que el Espíritu derrama sus carismas en la vida de la Iglesia. Pero los más importantes carismas no son los extraordinarios o bulliciosos, sino los ordinarios, humildes y sencillos, aquellos de los que nos dijo el Concilio Vaticano II, que cada uno de nosotros recibe en el bautismo y que redundan para el bien común cuando expresan la caridad de Cristo. 

Me pregunto si, cuando celebremos nuestro Sínodo, teniendo como tema de fondo la alegría de creer en Jesús y de comunicar a otros la fe que nos colma, no tendremos que definir mejor qué carismas bautismales merecen ser traducidos en ministerios más o menos estables en nuestra vida diocesana, por ejemplo, el de la animación pastoral de nuestras comunidades. 

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Pablo habla también de la comunidad cristiana como “edificio de Dios”. En el fragmento de la carta que hemos escuchado, de la imagen del edificio pasará a la del templo de Dios. Aquí me permito traer a colación la enseñanza de la primera carta de san Pedro. Habla también de un templo de Dios, pero de un templo en construcción:

Al acercarse a él, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa a los ojos de Dios, también ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo. Porque dice la Escritura: Yo pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa: el que deposita su confianza en ella, no será confundido. (1 Pe 2, 4-6). 

Querido Raúl: a lo largo de tu vida, desde niño y en el seno de una familia, la fe ha dispuesto tu corazón para esa obra artesanal que es ser tallado como piedra viva para el templo que Dios se está construyendo en el mundo. Has aprendido también a sumarte como obrero de la construcción a través de todas las experiencias que has vivido, también en los años de tu servicio en la fuerza policial. 

Ahora, tu tarea artesanal de dejarte edificar por Dios y de sumar tus brazos a la construcción de la casa de Dios, recibe la gracia sacramental del orden como diácono, imagen de Cristo servidor. Tu forma de edificar sigue siendo el amor -como en tu matrimonio y familia-, pero ahora como servidor de Cristo para la edificación de la comunidad cristiana. Servicio que pasará principalmente por la vida de los pobres, de los enfermos, de los más frágiles y descartados. 

Una sociedad opulenta y pagada de sí, siempre deja en los márgenes a personas y familias que no logran sumarse a la mesa de todos. Como diácono, ese ha de ser tu campo de trabajo privilegiado. El tuyo y el de los diáconos que se vayan sumando a la vida pastoral de nuestras comunidades cristiana. 

Al incorporar la luminosa figura del diácono permanente a la vida ordinaria de nuestras comunidades cristianas hacemos más visible esta realidad: solo edifica la caridad de Cristo, solo construye la Iglesia el que ama y sirve. 

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Vuelvo a la enseñanza de san Pablo que nos hace esta inquietante pregunta: “¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (1 Co 3, 16).

Estamos terminando este año 2025. Ya asoma en el horizonte la realización de nuestro primer Sínodo diocesano. En las vísperas de su celebración, la ordenación de los primeros diáconos permanentes no es una mera casualidad: nos indica un camino preciso que tenemos que recorrer todos, como Iglesia diocesana, para ser fieles a la llamada del Señor. 

La fe que alegra nuestro corazón y que sentimos el deseo de comunicar a los demás requiere de nosotros plena disponibilidad para dejarnos edificar por el Espíritu Santo. Requiere que nos despojemos de nosotros mismos. 

Después de transformar el agua en vino en las bodas de Caná, Jesús inicia su ministerio público purificando el templo de Jerusalén. Así nos lo cuenta san Juan, marcando una diferencia con los sinópticos que ponen este gesto profético al final del camino de Jesús, antes de la pasión.

El Señor no solo está edificando su Iglesia con piedras vivas, sino que también la purifica, una y otra vez, para que sea -como esta catedral- un templo bello, luminoso y espacioso para que quepan todos sus hijos e hijas para la mayor gloria de Dios.

Que María, san Francisco y los santos asistan a nuestra Iglesia diocesana para que viva con alegría el servicio a los pobres, sobre todo, contagiando la alegría de creer y esperar. 

Amén. 

Somos templo de Dios

Domingo 9 d enoviembre de 2025, fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán: Juan 2, 13-22

“Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar” (Jn 2, 19), responde Jesús a quienes le piden un signo que justifique que haya echado del templo de Jerusalén a unos vendedores.

Jesús habla del templo que es su cuerpo y de su resurrección, anota el evangelista.

Este domingo celebramos la fiesta de la dedicación de la basílica de San Juan de Letrán, la catedral del papa en Roma.

Cada templo cristiano, una humilde capilla o una inmensa catedral, es signo de Cristo resucitado, ese templo edificado con piedras vivas que son los bautizados, y que Dios está construyendo en el mundo.

Escribiendo a la joven comunidad de Corinto, san Pablo les dice: “ustedes son el campo de Dios, la edificación de Dios” (1Co 3, 9), y añade: “¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (1Co 3, 16).

Por una parte, el don de Dios: él nos edifica, nos trabaja y nos santifica. Por otra parte, nuestra responsabilidad: colaborar con este Dios labrador y constructor, siendo también nosotros artesanos de comunión y de paz.  

Y recemos por el papa León XIV y su misión. Bastante difícil la tiene.

Buen domingo.

A la Iglesia del “Logos” le interesa el “logos” de los hombres y mujeres de hoy.

En el marco de la 127ª Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino, en la mañana de este jueves 6 de noviembre recibimos a cuatro comunicadores: el periodista Jorge Liotti de La Nación, Pedro Rosemblat, Rosendo Grobocopatel y Lucas Rodríguez. 

Al programar esta Asamblea, los obispos vimos oportuno acercarnos al mundo de la comunicación haciendo foco en los espacios, lenguajes y formatos que hoy son “habitados” especialmente por los más jóvenes. 

Liotti nos ofreció un primer acercamiento al tema, mostrándonos cómo han evolucionado las formas de comunicación en estas últimas décadas desde los medios más tradicionales a, por ejemplo, los canales de streaming y los streamers. 

Los fuertes cambios en la comunicación lo son también para los sujetos que se comunican… y los grupos de referencia que se forman. Esto también afecta a la comunidad eclesial, sus dinámicas, tensiones y polarizaciones. 

Los tres jóvenes nos contaron su propia experiencia en los espacios en que ellos desenvuelven su trabajo. Pedro Rosemblat y Rosendo Grobocopatel desde una militancia política (en el peronismo, el primero; en el PRO, el segundo), mientras que Lucas Rodríguez desde la comedia y el humor. No pusimos el acento en la militancia política, sino en la experiencia como comunicadores. 

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Después de la primera parte en la que intervinieron los tres, los más de cien obispos nos dividimos en tres grupos para el diálogo con los jóvenes. A mí me tocó en el grupo de Lucas Rodríguez. 

A mi criterio, la escucha de su experiencia y el intercambio que siguió en el grupo fueron muy buenos. Conversando con obispos que estuvieron con los otros dos comunicadores, coincidimos en la valoración altamente positiva de la experiencia.

Como es de público conocimiento, Lucas ha tenido un proceso de acercamiento muy fuerte a la fe cristiana. Se ha bautizado hace poco tiempo. 

Su acercamiento a la fe y a Cristo ha partido desde su interés personal en la poesía y la estética. Se expresó en términos similares a los que usa el teólogo suizo von Balthasar: Cristo resucitado como Dios y hombre, que atrae por la belleza de su amor; enamora (y así “asalta”) al hombre y lo seduce con su luz. Palabras más, palabras menos…

Escuchándolo hablar del misterio de Cristo y su poder de atracción, sus expresiones evocaban el modo como el Concilio de Calcedonia definió la encarnación: en la persona del Verbo, uno y el mismo, las dos naturalezas se unen sin confusión ni cambio, sin división ni separación.

Fue muy interesante escucharlo, desde esta posición, decirnos cómo ve él nuestra misión como pastores en medio de esta fragmentación. Apelo a mi memoria y así lo resumo: los obispos (la Iglesia) no pueden tratar a las personas como usuarios a los que vender un producto; si la Iglesia se encarga del vínculo de las personas con Dios, sería muy raro que percibiera a las personas como “usuarios”… No imagino así  -nos decía- su trabajo de acercar el misterio: Dios no convence, sino enamora, nos asalta, nos asombra. Eso es lo primero, después viene el resto…

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Dos reflexiones conclusivas:

Del encuentro con Lucas Rodríguez me quedo pensando en lo que significa la via pulchritudinis (el camino de la Belleza) para la fe y la misión de la Iglesia. De la liturgia a la oración, de la pastoral del consuelo al servicio a los pobres, como tantas otras acciones pastorales, el camino de la Belleza es connatural a la misión de la Iglesia. Belleza es un “trascendental” (Lucas lo recordó explícitamente), que es uno de los rostros del Dios, uno y trino, tal como se nos ha revelado en Jesucristo. Este será siempre el camino de la Iglesia y su modo de estar en el mundo, siempre herido por el pecado, pero también abierto y sediento a la belleza que Cristo le ofrece.

De escuchar a los tres, a muchos nos impresionó positivamente la opción por una “cultura del encuentro” que hacen, especialmente Rosemblat y Grobocopatel, desde miradas políticas distintas: respetar al otro, escucharlo, hacer lugar a su voz, no clausurarse en la propia “tribu» con sus sesgos y prejuicios, etc. Resulta alentador que, en este momento que vive la Argentina, haya personas jóvenes que vayan en esta dirección. El camino sinodal que la Iglesia va transitando, desde su identidad sacramental específica y también atravesada por fuertes polarizaciones, va en una dirección parecida buscando la comunión y la unidad. Al decir de León XIV: con un corazón inquieto, buscamos juntos a Dios y nos dejamos poseer por su Verdad. 

Escribo esto al finalizar esta jornada intensa de una muy intensa Asamblea Plenaria. 

Agradecido.

6 de noviembre de 2025

Descansen en Paz

Domingo 2 de noviembre de 2025, Conmemoración de los Fieles Difuntos

Como cada año para esta fecha, este domingo 2 de noviembre oramos por nuestros difuntos. Los recordamos ante Dios, orando por ellos, ofreciendo la santa Misa por su descanso eterno, visitando los cementerios donde reposan sus restos.

La oración y el recuerdo pueden estar teñidos de dolor que despierte alguna lágrima. No lo ocultamos: así vivimos también nuestra esperanza en Dios.

Rezamos por ellos porque creemos que, sus vidas como las nuestras, están en las manos de Dios. Él recogerá en sus manos nuestro último aliento y, al final, nos resucitará reuniéndonos a todos en la bienaventuranza del cielo. 

Entre las lecturas bíblicas propuestas para esta conmemoración están unas palabras solemnes de san Pablo a los corintios: “Les voy a revelar un misterio: No todos vamos a morir, pero todos seremos transformados.” (1 Co 15, 51).

Pablo murió, como también los destinatarios de aquella carta. También nosotros moriremos. La promesa que contiene, sin embargo, sigue en pie: todos seremos transformados. La vida será la última palabra de Dios sobre nosotros.

¡Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz que no tiene fin!

Buen domingo.

Elecciones 2025

Esta mañana, después de celebrar la Eucaristía dominical, como en cada jornada electoral, me acerqué a la Escuela Mitre de San Francisco y voté.

En estos 43 años de #democracia, solo en dos ocasiones no lo hice y por razones de fuerza mayor.

Con su complejidad e imperfecciones, el sistema democrático nos permite a los ciudadanos elegir y -no es un aspecto a menospreciar- poner límites al poder en el marco del estado de derecho.

Es también la portunidad de indicar, aunque más no sea, un rumbo somero en la construcción del bien común. Es un mandato que los hombres y mujeres de la política deben escuchar e interpretar.

Indignación y desánimo, hartazgo e insatisfacción son reacciones comprensibles ante la crisis actual de la política. En nuestra Argentina es la percepción de una decadencia que no hemos logrado revertir.

Sin embargo, la libertad humana, siempre frágil, imperfecta y naturalmente limitada puede abrirse paso sopesando opciones e intentando el bien posible, aquí y ahora.

El voto se une a las otras elecciones personales y colectivas que jalonan nuestro día a día, nos ponen a prueba y nos desafían a edificar el bien común, el mejor orden justo posible y, como el buen samaritano, hacernos cargo del otro en la situación concreta en la que está, especialmente si está excluído o descartado.

La historia de la libertad es también la del amor y la verdad, y tiene que se mirada en todas sus dimensiones.

26 de octubre de 2025

#Elecciones2025

Dos hombres. Dos modos de orar. Dos modos de vivir

Domingo 30 del tiempo ordinario (26 de octubre de 2025): Lucas 18, 4-14

Refiriéndose a quienes se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús narró esta parábola: «Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano…» (Lc 18, 9-10).

Dos hombres en el Templo: dos modos de estar ante Dios, dos modos de vivir y de entender la vida.

El fariseo está ensimismado, seducido por su propia bondad moral. Su arrogancia es tal que usa a Dios como testigo de su perfección. Su oración es un monólogo centrado en sí mismo.

El publicano, en cambio, acierta con la actitud justa: la humildad del que quiebra su corazón y así lo abre a la relación con Dios: “Señor, ten compasión de mí, soy un pecador”.

Debemos orar siempre, sin desanimarnos, como escuchábamos el domingo pasado; pero, orar con humildad, sin arrogancia, abiertos a Dios y a los demás.

Hoy oramos por Argentina.

Buen domingo.

Elecciones en una democracia posible

La palabra “democracia” une dos realidades: “pueblo” (“demos”) y “poder” (“kratos”).

La democracia liberal, por ejemplo, ha puesto en la soberanía del pueblo uno de sus principios fundamentales.

La doctrina social de la Iglesia católica ha sido crítica con este concepto. En realidad, lo matiza: la autoridad, en última instancia, proviene de Dios creador; ningún poder humano puede ser absoluto: debe estar subordinado a la ley moral y, en un estado de derecho, a la ley que rige la vida de todos los ciudadanos.

De ahí que, en sus últimos desarrollos, la enseñanza de la Iglesia haya puesto de relieve algunos elementos fundamentales: la dignidad de la persona humana, sus derechos y deberes; la importancia de limitar y contrapesar el ejercicio del poder; la importancia de las elecciones libres, el recambio pacífico de las autoridades previsto por las leyes, la probidad moral de sus funcionarios, etc.

En este sentido, la Iglesia valora la democracia y coincide con muchos pensadores políticos en señalar que esta es tan compleja como imperfecta y, por tanto, supone esa perseverante paciencia de saber que el bien posible siempre será arduo, que lo justo aquí y ahora tiene que ser buscado y elegido con decisión, que no se puede edificar nada duradero que no tenga una sintonía interior con la verdad.

En este sentido, Argentina es una democracia verdadera. Y es fruto de un camino fatigoso que nos ha visto a los ciudadanos como protagonistas fundamentales. Es un logro que no podemos olvidar ni bajarle el precio.

Pero es un logro imperfecto… y lo será siempre. Siempre habrá intereses de parte que mueven los hilos del poder desde la oscuridad. Siempre habrá luchas, tensiones y mezquindades en la búsqueda de espacios de poder. Siempre unos pocos buscarán imponer a la mayoría sus intereses egoístas… y tendrán éxito.

Pero también es cierto que, en medio de esa maraña de miradas, intereses y acciones, es posible intervenir con conciencia, con libertad y con expectativa de logro en beneficio de todos.

¿No ha ocurrido así en las horas más oscuras de la humanidad y nuestra propia patria Argentina?

Los que creemos en Dios con fe católica tenemos la certeza inconmovible del auxilio de la gracia divina para toda obra buena. Por eso, como dijo tan hermosamente el papa León XIV al ser elegido: “Dios nos quiere bien, Dios los ama a todos, ¡y el mal no prevalecerá! Todos estamos en las manos de Dios. Por lo tanto, sin miedo, unidos mano a mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante. Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede.”

La autoridad proviene de Dios, pero no se opone a la participación del pueblo a través de las distintas formas de su ejercicio como son, por ejemplo, las elecciones.

Y aquí -como señalaba arriba- los argentinos nos anotamos un logro que no podemos menospreciar: de 1983 a la fecha, las elecciones periódicas han sido concurridas, pacíficas y libres, razonablemente transparentes y efectivas. Nos han permitido elegir a nuestros representantes y cambiar pacíficamente los gobiernos.

Seguramente así serán las del próximo fin de semana.

Y seguimos caminando como pueblo, más o menos conscientes de nuestras posibilidades y límites, edificando el orden justo posible, dispuestos a perseverar en esta obra común, siempre amenazada y siempre necesaria.

San Francisco, 20 de octubre de 2025

Las fiestas patronales en la vida de nuestras comunidades

Orientaciones pastorales diocesanas

1. Las fiestas patronales constituyen una riqueza de la vida de nuestras comunidades cristianas. Expresan la vitalidad de su fe y la honda espiritualidad cristiana de la tradición católica presente en nuestra Iglesia diocesana. En nuestra región, sus características fundamentales surgen del aporte de la primera evangelización con la contribución de la gran inmigración europea, especialmente italiana y piamontesa.2.

2. Aparecida expresa la actitud pastoral de la Iglesia madre ante estas genuinas expresiones de fe de la piedad popular: “Agradecemos a Dios la religiosidad de nuestros pueblos, que resplandece en la devoción al Cristo sufriente y a su Madre bendita, en la veneración a los Santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos” (DA 127).

3. En estos tiempos de transformación de la presencia visible de la fe y de la Iglesia en nuestra sociedad, las fiestas patronales de nuestras parroquias y comunidades constituyen un lugar privilegiado para celebrar y anunciar el Evangelio de Jesucristo. Nos desafían a la creatividad en el anuncio del Evangelio y en la celebración de la fe que hemos recibido de nuestros mayores.

4. Nos presentan también desafíos pastorales que queremos asumir con espíritu misionero, alegría y coraje evangélicos. Por eso, nos ponemos algunas preguntas fundamentales: ¿Cuál es la identidad y naturaleza de las fiestas patronales? ¿Cómo vivirlas con autenticidad para que expresen, comuniquen y alimenten nuestra fe católica? ¿Cómo combinar las diversas dimensiones y aspectos que se conjugan en ellas?

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    5.La fiesta patronal es la conmemoración anual que hace una comunidad cristiana de la figura evangélica (del Señor y sus misterios, de su santa Madre o de alguno de sus santos) que es titular de esta y a la que reconoce una relación especial de patronazgo.

    6. El patronazgo del Señor, de María o de los santos sobre una concreta comunidad cristiana es una gracia particular que implica una relación especial de protección, de misión y de inspiración para la vida de fe de dicha comunidad.

    7. En la vida de nuestras comunidades, el patronazgo ha surgido de una elección que el mismo pueblo ha hecho o, en algunos casos, de una disposición de la autoridad eclesiástica. En todo caso, siempre supone que el pueblo reconozca con espíritu de fe agradecida la particular relación de patronazgo que se establece entre la comunidad y el santo patrono o patrona.

    8. La celebración anual de la Pascua es el corazón del año litúrgico, como la Eucaristía dominical lo es de la semana. En este marco celebrativo centrado en la Pascua vivimos nuestras “patronales”. También cada año, la fiesta patronal supone para la comunidad un ejercicio de memoria de la propia historia, cuya finalidad es reavivar la fe bautismal y el compromiso misionero que brotan del bautismo y la confirmación. Suele ser antecedida por un novenario, un triduo u otras formas de preparación. De esta manera, la fiesta patronal posee un verdadero “espíritu y sabor pascual” para la comunidad que la celebra.

    9. En la programación y desarrollo de la fiesta patronal, el Consejo parroquial de pastoral procurará involucrar a toda la comunidad y a cada bautizado, según su vocación y carismas propios. Se trata de un momento fuertemente evangelizador que merece ser destacado y vivido con espíritu sinodal. Será entonces ocasión de una oportuna catequesis sobre los diversos temas que pueden estar involucrados en la celebración, atentos también a las circunstancias particulares del momento en que se celebran. El uso de los medios de comunicación y de las redes sociales es también un recurso muy valioso.

    10. El momento culminante de las fiestas patronales es la fecha de la conmemoración litúrgica del santo patrono. Se trata de una jornada especialmente significativa para la vida de nuestros pueblos, de ordinario, acompañada por el asueto a nivel civil. Las distintas actividades deben expresar claramente que el centro de la celebración es la Eucaristía, a la que sigue normalmente una procesión. En muchas comunidades se alienta a los fieles a adornar sus casas, especialmente si por las calles del pueblo se llevará en procesión o en caravana de autos la imagen patronal.

    11. El equipo parroquial de liturgia ha de preparar con esmero las celebraciones de ese día que, como señalamos, tienen un fuerte sentido pascual para los fieles católicos. Se recomiendan diversos ejercicios piadosos, como también la oportuna celebración de la Liturgia de las Horas (Oficio de lecturas, laudes o vísperas). Allí donde haya prácticas tradicionales heredadas de los mayores se han de realizar con devoción. Se alienta a los pastores, sobre todo, cuando asumen una nueva comunidad a no precipitarse en cambios que afecten la vivencia de fe de nuestro pueblo. Las fiestas patronales son una expresión de la Tradición viva de la Iglesia que, “de esta forma […], en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree” (DV 8).

    12. En la medida de lo posible, y de acuerdo con las características propias de cada comunidad, las fiestas patronales tienen que ser también un momento fuerte para visibilizar la opción preferencial por los pobres que nace de la fe en Cristo. Los pobres, débiles y sufrientes deben tener un lugar privilegiado en el desarrollo y celebración de las fiestas patronales.

    13. La presencia del obispo es también un motivo para revitalizar la pertenencia de dicha comunidad a la gran familia diocesana y de la Iglesia universal. El obispo normalmente se hace presente para presidir la Eucaristía el mismo día de la fiesta o en otra fecha oportuna. Sin embargo, su presencia como pastor puede tener otras formas de realización: visita a personas o grupos, intervenciones catequísticas, etc. De la misma manera, se alienta a los párrocos y comunidades vecinas a hacerse presentes en las celebraciones patronales para expresar la unidad y comunión que están en la naturaleza misma de la Iglesia.

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    14. La fiesta patronal es, ante todo, una celebración religiosa cristiana. Este núcleo fundamental le da su identidad y naturaleza específica. En la historia concreta de nuestras comunidades, la fiesta patronal está profundamente unida a la vida civil, política y cultural de nuestros pueblos.

    15. Por eso, a la naturaleza religiosa de las fiestas patronales, se le han ido sumando otras dimensiones que también forman parte de su identidad histórica. En principio, no contradicen, sino que desarrollan la proyección de la fe sobre toda la vida de las personas, las familias y la sociedad civil de cada pueblo.

    16. Sin embargo, en el desarrollo concreto de la programación y celebración de las fiestas patronales se pueden dar algunas situaciones difíciles que merecen discernimiento y diálogo con los involucrados, especialmente con las autoridades locales (intendentes, jefes comunales, organizaciones de la sociedad civil, etc.).

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    17. La programación, preparación y celebración de las fiestas patronales son responsabilidad del párroco con el Consejo pastoral de la parroquia o de la comunidad que las celebra. A ellos les compete establecer el programa de la novena, del triduo y de la celebración principal: horario, liturgia, actividades pastorales.

    18. En los casos en que la fiesta patronal lo sea también del pueblo, el párroco, con la cooperación de los consejos parroquiales de pastoral y de asuntos económicos, son los encargados de acordar con las autoridades correspondientes (del municipio, de la comuna y otras organizaciones sociales) el programa de actividades que se realizarán en torno a la fiesta patronal. A través del diálogo institucional, se buscará salvaguardar la naturaleza religiosa y eclesial de las mismas, sobre todo, cuidando que las expresiones culturales estén en sintonía con la fe que se celebra. El objetivo es cuidar para que la fiesta patronal no se desvirtúe por la prevalencia de fines ajenos a su naturaleza religiosa, de carácter más bien profanos (políticos, económicos o culturales, por ejemplo).

    19. En la medida en que, durante las fiestas patronales, se realicen actividades que impliquen recaudación o erogación de fondos, el párroco con el Consejo parroquial de Asuntos Económicos tendrá que hacer los acuerdos pertinentes con quienes corresponda y según las normas canónicas diocesanas y las disposiciones seculares.

      Estas orientaciones han sido preparadas por el Consejo presbiteral y aprobadas por el obispo diocesano para su implementación en la diócesis. De ellas se desprenden también algunas sugerencias más prácticas que, también por sugerencia del Consejo presbiteral, se adjuntan en un anexo.

      Se las confiamos a la santa Madre de Dios, a los santos y santas patronos de nuestras comunidades cristianas.

      San Francisco, 15 de octubre de 2025

      Memoria de santa Teresa de Jesús

      Anexo I

      Sugerencias prácticas

      1. El diálogo con las autoridades y con las instituciones debe ser realizado con tiempo suficiente. Por eso, las Orientaciones alientan un “diálogo institucional”.
      2. En la oportuna comunicación a las autoridades municipales o comunales es importante poner la fundamentación religiosa de las fiestas Patronales. También en la comunicación que se tenga con las otras instituciones y fuerzas vivas de la comunidad que estén involucradas. En el Anexo II se ofrecen algunos modelos de dicha comunicación.
      3. Es importante delimitar los tiempos y espacios para no superponer las celebraciones religiosas con actividades programadas para la ocasión por las instituciones o por las autoridades civiles.
      4. Se sugiere preparar diversas intervenciones catequísticas sobre las fiestas patronales un tiempo antes de las mismas. Las presentes Orientaciones nos ofrecen ideas fundamentales para ello.
      5. En consonancia con las circunstancias concretas que se viven, la comunidad cristiana puede organizar actividades culturales o sociales que expresen cómo la fe ilumina la vida de las personas y de la sociedad. Es también oportuno que estas actividades culturales o sociales sean programadas con las autoridades civiles o con las instituciones del lugar.
      6. Es fundamental que sigamos estrechando los vínculos con la Oficina de prensa del Obispado y con los encargados de comunicación de las comunidades vecinas. Como de hecho viene ocurriendo ahora, es muy bueno que sigamos utilizando estos vínculos y las redes sociales para informar como para desarrollar actividades de las fiestas patronales.
      7. Es fundamental tener la programación de la fiesta patronal con suficiente tiempo de anticipación.
      8. También a través de la Oficina de prensa del Obispado y de la Delegación diocesana de Liturgia tenemos que crecer en el intercambio de los subsidios e iniciativas que cada comunidad pone en marcha con ocasión de la fiesta patronal. Este verdadero intercambio de “talentos” también una forma de sostener entre todos, en comunión sinodal, la obra evangelizadora.

      Creer y orar

      Domingo 29º del tiempo ordinario (19 de octubre de 2025), Día de las Madres y Jornada de las Misiones

      “La oración es una de las pocas cosas que solo hacemos por fe”, solía enseñar el padre Segundo Galilea. Y, de oración y fe nos habla el evangelio de este domingo. Con una parábola, Jesús invita a “orar siempre sin desanimarse” (Lc 18, 1).

      Y, en octubre, recordamos a dos grandes maestras de oración y de fe: santa Teresa de Jesús y santa Teresita.

      “No es otra cosa oración mental -nos dice Teresa de Jesús-, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Vida 8,5). Y santa Teresita: “La oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor, desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría” (Ms C 25).

      “Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lc 18, 8), concluye desafiante el evangelio. Yo creo que sí: encontrará la fe de los que oran sin desanimarse y abren el mundo a Dios.

      De paso: ¡Bienaventuradas las mamás que enseñan a rezar a sus hijos!

      Buen domingo.

      Era un samaritano…

      Domingo 28 del tiempo ordinario (12 de octubre de 2025): Lucas 17, 11-19

      “Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.” (Lc 17, 15-16).

      De los diez leprosos curados, solo uno volvió para dar gracias. “Era un samaritano”, anota el evangelista.

      En otras palabras: el menos indicado, un extranjero, un no creyente, un infiel, un hereje. Sin embargo, termina siendo el ejemplo más acabado de lo que es la fe en sentido cristiano.

      “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”, le dice Jesús.

      La fe no ha muerto, ni está languideciendo. Sigue viva y creciendo en los corazones de tantos “extraños” que saben ver a Jesús. Hay que aprender a buscarla donde menos esperamos… y dejarnos sorprender.  

      La fe está viva porque Dios es Vida.

      Buen domingo.