Elegí como lema para mi ministerio episcopal unas palabras de San Pablo en Hch. 20,24: "Testigo del Evangelio de la gracia de Dios". De ahí el nombre del blog: "Evangelium Gratiae", el evangelio de la gracia. El 31 de mayo de 2013, el Papa Francisco me nombró obispo de la Diócesis de San Francisco, en el Este de Córdoba.
La fe en Cristo es inseparable del compromiso social y político.
Cristo nos lleva a los pobres, en ellos nos espera y en ellos se nos revela.
La doctrina social es parte esencial del mensaje del Evangelio que predica la Iglesia. Es un capítulo fundamental de la moral católica.
Pero, algo tiene que quedar muy claro en la mente, en el corazón y en la vida pastoral de cada bautizado y de cada comunidad cristiana:
Cristo es siempre fundamento permanente de todo compromiso moral, el cual es siempre fundado y no fundamento.
Si la misión de la Iglesia se reduce, se disuelve o es sustituida de hecho por el compromiso social o la militancia política, dando por supuesta la fe viva en Cristo («¡de eso ya hemos hablado tanto!»), no solo se traiciona a sí misma, sino que -como ya lo hemos experimentado dolorosamente en América latina- se vuelve estéril, infecunda e intrascendente.
Cristo es fundamento. Él es fuente, curso y meta de todo.
+ Sergio O. Buenanueva Obispo de San Francisco 12 de agosto de 2024
La semana que acaba de terminar nos deja a los argentinos un sabor amargo, mezcla de enojo, indignación y tristeza. Una investigación de corrupción, como de pasada, expuso una situación de violencia que involucra al anterior presidente y su pareja.
La política, los políticos y el ejercicio del poder son insustituibles para procurar el bien común. Se trata de una tarea que nunca termina. Implica decisiones técnicas tan difíciles como acertadas, pero también -tal vez con mayor necesidad-, es un cometido que supone hombres y mujeres virtuosos, es decir: ejercitados en la tarea paciente de realizar el bien posible, aquí y ahora. El bien, en cualquiera de sus formas, no se puede procurar si, de alguna manera, no forma parte de nosotros mismos.
El dilema moral que cada uno de nosotros enfrenta en la vida adulta -mucho más si tenemos graves responsabilidades públicas- es doble. Por un lado, reconocer lo que es bueno, justo y verdadero, bello y valioso, para decidirse a realizarlo. Pero, por otra parte, con qué fuerza espiritual y ética se cuenta para emprender esa ardua tarea.
A la corrupción se llega después de precipitarse por una pendiente de mediocridad humana que nunca es de individuos solitarios. Supone un sistema que se ha dejado ganar por la mediocridad de ideas, valores y verdades.
La política es una de las formas más altas de caridad, recuerda siempre el papa Francisco. Donde “caridad” es mucho más que emoción. Es la decisión sostenida de buscar el bien de los demás por encima del propio interés, individual o de parte. La política, por tanto, no es causa de la corrupción, pero sí situación de riesgo para quienes no tienen idoneidad personal suficiente.
La crisis de los partidos políticos ha favorecido esa mediocridad de liderazgos tóxicos que terminan eligiendo candidatos visiblemente inadecuados, ética y técnicamente, con la aprobación irresponsable de dirigentes y militantes. Las consecuencias están a la vista de todos y constituyen la pesada deuda social argentina.
Los ciudadanos de a pie, las organizaciones e instituciones de la sociedad -de los comunicadores a los empresarios y sindicalistas, sin excluirnos a los líderes religiosos- nos tenemos que sincerar sobre la parte de responsabilidad que nos cabe en esta debacle. Por muchas razones, no somos ajenos a ella.
La reconstrucción es urgente y necesaria, pero también posible. No lo pongamos en duda. Eso sí: es siempre una reconstrucción desde abajo, con muchas manos y corazones que se suman y con un esfuerzo que se presenta arduo y que requerirá mucho tiempo, presumiblemente superior del que dispone nuestra generación. Lo cual requiere una notable decisión moral de poner manos a la obra.
Las grandes debacles morales que, de tanto en tanto, asolan a las sociedades siembran desasosiego y son también de alto riesgo para todos. Pero tienen también un costado sanante: suelen ser, y por las mismas razones, la ocasión para dar un salto de calidad espiritual, moral y cultural.
En la sociedad argentina, en su pueblo y en sus dirigentes, no faltan condiciones para dar estos pasos de genuina conversión al bien.
No es un esfuerzo solamente nuestro, hombres y mujeres falibles y perfectibles. El auxilio de Dios nos ha sido prometido y también dado. Esa es parte esencial de la esperanza cristiana, cuyo rostro vivo es Cristo, muerto y resucitado. Es hora de dejarle espacio en nuestra vida personal y ciudadana.
«La Voz de San Justo», domingo 11 de agosto de 2024
“Jesús tomó la palabra y les dijo: «No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. […] Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo».” (Jn 6, 43-44. 51).
La gente primero busca a Jesús y ahora murmura contra él. Es comprensible: Jesús no disimula su pretensión: “Yo soy el pan bajado del cielo” (Jn 6, 41). Redobla la apuesta y, por esa razón, muchos lo abandonarán.
No es cosa del pasado. Jesús sigue mirándonos a los ojos y no oculta lo que busca de nosotros. Nos lo dice claramente… y suscita las mismas reacciones.
La parodia blasfema de la última Cena de los Juegos Olímpicos tiene su lógica: la cultura postcristiana parece percibir que ese sujeto -Jesús- y ese acto -dar de comer su carne- poseen una potencia que descoloca nuestra libertad.
Tengamos en claro, por cierto, que el ofendido no es algún violento dios pagano, que paga con venganza la ofensa recibida, sino el Dios humilde del pesebre y de la cruz, el que se hace Pan para estar en la mesa de todos.
A nuestras infinitas ofensas, el Padre de Jesús ha respondido bajando del cielo como Pan para ser comido, atrayéndonos hacia Jesús, transfigurándonos por la resurrección que nos da la Vida eterna.
Nos invita a decirle Amén a su Amor absoluto e incondicional por nosotros. Nos atrae a adorarlo, porque lo que verdaderamente expía todo pecado y repara realmente al mundo es también el amor humilde hecho adoración y alabanza, compasión e intercesión.
Fiesta de san Cayetano – Miércoles 7 de agosto de 2024
Retablo de la Santa Casa de Ejercicios fundada por «santa Mama Antula» con la imagen de san Cayetano que ella veneraba.
La devoción y el culto a san Cayetano en Argentina vino de la mano de santa María Antonia de Paz y Figueroa -santa Mama Antula-, verdadera madre de la patria y la primera mujer de nuestras tierras canonizada por la Iglesia.
En la Santa Casa de Buenos Aires que ella erigió se conserva la imagen del santo al que Mama Antula se confiaba cuando había que recurrir a la Providencia para atender a los que hacían Ejercicios Espirituales.
Más cerquita en el tiempo, cuando arreciaba la gran crisis mundial de 1929-1930, algunos comenzaron a poner en las manos del santo unas espigas, como súplica por el pan que se hacía sentir en aquella carestía.
Lo demás es historia que conocemos y que, hoy, aquí y en cada rincón de la Patria, nos tiene a nosotros como protagonistas y continuadores. Una historia de fe y oración, una historia de hombres y mujeres peregrinos de la vida y de la fe.
Preguntémonos: ¿Qué venimos a buscar cuando acudimos a san Cayetano? ¿Qué le pedimos? ¿Qué nos ofrece él?
Volvamos a escuchar las palabras de Jesús en el evangelio de hoy, pues ellas nos ponen en la dirección justa: “Allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.” (Lc 12, 34).
Me imagino a san Cayetano mirándonos y preguntándonos: Ustedes, ¿dónde tienen puesto el corazón? ¿Cuál es su tesoro?
El corazón de san Cayetano estuvo y está en Cristo. Así le escribe a una persona a la que acompaña en la fe: «Cristo se nos ha dado en alimento: desdichado el que ignora un don tan grande; se nos ha concedido el poseer a Cristo, Hijo de la Virgen María, y a veces no nos cuidamos de ello; ¡ay de aquel que no se preocupa por recibirlo! […] Hija mía, no recibas a Jesucristo con el fin de utilizarlo según tus criterios, sino que quiero que tú te entregues a él, y que él te reciba, y así él, tu Dios salvador, haga de ti y en ti lo que a él le plazca. Este es mi deseo, y a esto te exhorto y, en cuanto me es dado, a ello te presiono.» (del Oficio de Lecturas de la memoria de san Cayetano).
Queridos hermanos y hermanas:
Busquemos a Cristo. Siempre. Ese es el pan que san Cayetano nos da.
Busquemos la fe en Cristo. Siempre. Ese es el trabajo que él nos procura.
Y, por añadidura, recibiremos lo demás… como Jesús nos prometió.
Y que nuestra Iglesia -sus obispos, sacerdotes y demás evangelizadores- nos dé a Jesucristo. Que no rebajemos la misión recibida a mera militancia social o, peor aún, ideológica o política.
Si no damos el Pan que es Jesús, ¿qué esperar de nosotros sino esterilidad y frialdad? No es un peligro imaginario, sino una dolorosa constatación de los tiempos que nos tocan vivir.
Si nosotros no frecemos ese Pan -el único que dura hasta la Vida eterna- o no lo hacemos con pasión y a manos llenas, los pobres lo buscarán en otro lado, con el riesgo de alimentarse mal y morir; y nosotros, ser rechazados y avergonzados.
Es Jesús el que nos envía, a quien contemplamos en los pobres, hambrientos y heridos; es Jesús y la fe en él lo que cambia todo.
San Cayetano, contagianos tu amor loco por Jesús y su Evangelio.
Amén.
Sergio O. Buenanueva Obispo de San Francisco 7 de agosto de 2024
Imágenes de la celebración de San Cayetano en el barrio homónimo de la ciudad de San Francisco (7 de agosto de 2024)
Estas son las palabras textuales que Francisco pronunció en el Angelus de este domingo 4 de agosto sobre la situación de Venezuela. La calificó como de “crítica”.
“Igualmente, expreso preocupación por Venezuela, que está viviendo una situación crítica. Dirijo un sentido llamamiento a todas las partes para que busquen la verdad, practiquen la moderación, eviten toda clase de violencia, resuelvan las disputas con el diálogo y se preocupen por el verdadero bien del pueblo y no por los intereses partidistas.
Encomendemos este país a la intercesión de Nuestra Señora de Coromoto, tan amada y venerada por los venezolanos, y a la oración del Beato José Gregorio Hernández, cuya figura une a todos.”
Muchos manifiestan su disconformidad y disgusto por lo que consideran una posición ambigua que, en definitiva, escondería la cercanía del papa con el régimen de Maduro.
Es una opinión. Sin fundamento y muy equivocada, a mi juicio, pero no la voy a discutir aquí.
Ofrezco otros elementos para un juicio un poco más ponderado. Lo hago sin demasiada esperanza, pues, además de la situación dramática del hermoso país hermano, nuestras pasiones están encendidas y la ceguera es muy honda.
A diferencia de muchos de nosotros que luchamos valientemente en las redes, el papa Francisco, como su Nuncio en Caracas y los obispos venezolanos, sí que tienen responsabilidades reales y concretas. Y son sobre personas también reales y concretas en el lugar del drama.
No se pueden dar el lujo de una bravata airada, buscando -como hacen muchos gobernantes o nosotros mismos- el propio rédito político, una cierta aureola de justicieros o la sensación de ser moralmente superiores.
La Santa Sede y su diplomacia trabajan para el bien real de las personas, responsables en conciencia ante Dios y no ante la opinión pública o lo medios masivos, que hoy se interesan por un tema, lo tratan hasta agotarlo durante días y después pasan a otra cosa, como si nada.
Las palabras mesuradas y hasta mínimas del obispo de Roma tiene que unirse siempre a las palabras de los otros actores eclesiales realmente involucrados. No sería la primera, ni será la última vez, que se buscan estrategias combinadas y convergentes.
Miremos, si no, lo que han declarado los dos cardenales venezolanos pidiendo que los datos fehacientes de la elección sean honestamente publicados, no menos que la misma conferencia episcopal, la declaración del CELAM, e incluso las de los episcopados de Iberoamérica que se han pronunciado (entre ellos, el de nuestro país).
Pero, la diplomacia de la Santa Sede y, más en general, la intervención de la Iglesia, en todos los sujetos que la componen y que se activan en estas situaciones, no tiene que verse, ante todo, en las declaraciones, sino en las “acciones” que se llevan a cabo. Algunas son visibles, otras menos y, de algunas, nunca tendremos noticia.
Veamos, si no, lo que nos muestran los archivos puestos a disposición de los investigadores sobre el accionar de la Iglesia católica durante la última dictadura argentina. Están recogidos en los tres volúmenes publicados por la UCA, “La verdad los hará libres”. Independientemente del juicio moral que hagamos sobre ese accionar de ese actor complejo que es la Iglesia (Santa Sede, Nunciatura, Episcopado y obispos individuales, laicos, sacerdotes y consagrados), lo cierto es que -en tiempos tan dramáticos- todos se movieron, muchas veces silenciosamente, buscando diversos canales para intervenir, aunque los resultados no fueran los mejores.
Todo esto nos debería hacer más cautos y hasta humildes a la hora de emitir juicios. Me sorprende que católicos a los que conozco y aprecio se envalentonen con juicios temerarios, inapelables y apodícticos, especialmente sobre el Papa, habida cuenta de lo que el obispo de Roma significa para nuestra fe católica.
¡El Espíritu Santo nos dé sabiduría y generosidad de corazón a todos!
¡Dios cuide a los hermanos venezolanos y que puedan crecer en paz y en libertad!
«La Voz de San Justo», domingo 4 de agosto de 2024
“Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?». Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es Él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello».” (Jn 6, 25-27).
Nos reconocemos en la gente que busca a Jesús. También en el interés de esa búsqueda: pan para vivir. En última instancia, ellos como nosotros, somos seres humanos, siempre amenazados por varias formas de carestía y fragilidad. ¿Los vamos a juzgar severamente?
Jesús no rechaza esa búsqueda ni le sorprende ese interés humano. Se tomará su tiempo para purificar ambos, abriendo la puerta a un bien mayor. Una vez más, sorprenderá y arrinconará a sus oyentes para una decisión: “Trabajen… por el alimento que permanece hasta la Vida eterna”.
Y la búsqueda inquieta se transforma en apertura a un don sorprendente, gratuito e inesperado: el que da Jesús, quien ha sido marcado con el “sello” del Padre. También nosotros, desde el bautismo y la confirmación, llevamos impreso ese sello, que es el Espíritu Santo, la marca de Cristo en nuestra alma.
Ese don precioso nos habita. Buscamos afanosos algo que, en realidad, ya nos ha sido dado gratuitamente y está en nosotros. Nuestro trabajo es abrirnos, recibirlo y hacerlo nuestro por una fe viva y humilde. Hagámoslo estos domingos, escuchando a Jesús que nos hablará con profundidad de ese Pan vivo que nos es dado para que tengamos vida.
“Señor Jesús: también nosotros te buscamos, porque sentimos hambre. También nosotros, como aquella gente, te decimos: «Danos siempre del Pan que has traído al mundo» Amén”.
Entre los debates que hoy tiene nuestra Argentina está este sobre los #menores que delinquen: ¿qué es lo mejor y más adecuado? ¿Se deben corregir esos delitos? ¿Hay que bajar la edad de la imputabilidad? ¿Por dónde corre la prevención? ¿Qué rol tiene la educación? ¿Cómo se debe sancionar al menor que delinque?
Desde la #IglesiaCatólica ha habido dos pronunciamientos recientes que han querido sumar el punto de vista católicos sobre este delicado, complejo e importante tema: primero, la Comisión Nacional «Justicia y Paz»; ayer, una declaración conjunta de la Vicaría de los pobres, la Vicaría de los jóvenes y la Pastoral social de la arquidiócesis de Córdoba.
Con argumentos sólidos y convergentes apuntan a señalar que es minimalista punir sin prevenir, atendiendo a las delicadas causas humanas y sociales que llevan a un chico a delinquir. La educación -tan querida y defendida por los argentinos- ha sido siempre el camino a transitar con paciencia, perseverancia y conjurando el criterio populista del inmediatismo.
Justicia y Paz es un organismo laical e interdisciplinar bajo la órbita de la Comisión Episcopal de Pastoral Social. Sus pronunciamientos tiene ese valor: laicos, especialistas en distintos campos de lo social y que se animan a abrir juicios sobre temas de debate. No son la voz oficial de la Iglesia, pues ese es el rol de los obispos. En ocasiones, los obispos argentinos, hemos hecho nuestras sus declaraciones.
Los tres organismos de la Iglesia diocesana de Córdoba, bajo la guía del cardenal Rossi, integran también a laicos, pastores y consagrados que acercan su aporte al debate público.
Por tanto, no es solo la palabra de los «curas» que se meten en política. No es bueno «bajarle el precio» hablando -una vez más- de «pobrismo» o de la «pedofilia» en la Iglesia. Este último tema, demasiado doloroso como para seguir siendo usado como arma para descalificar a quien tiene una opinión que no coincide con la mía.
Nuestra democracia puede ser frágil y hasta inmadura, pero, desde que la inauguramos hace cuarenta y un años, nos permite hablar con libertad, expresando nuestros puntos de vista sobre los temas que nos involucran a todos.
¿Tiene que afinarse el discurso de la Iglesia (obispos, organismos y laicos), despojándose, por ejemplo, de cierta tendencia al moralismo? Estoy convencido de que sí, pero también estamos en esos procesos purficadores. Pero incluso en el caso de que nuestro discurso sea parcial (¿cuál no lo es en estas temáticas?), la palabra tiene que decirse, merece ser escuchada y valorada en sí misma.
La fe profesada por los católicos tiene todo el derecho de hacerse oír en los debates públicos de una sociedad abierta, libre y democrática. Lo hace, sobre todo, por la dimensión ética que tienen todos esos temas: no son solamente de técnica jurídica, económica o de salud. La pregunta por el bien moral y lo que es justo, aquí y ahora, es inseparable de todo debate político.
Esta perspectiva moral es imprescindible, pues se trata no solo de temas complejos sino también altamente contingentes y opinables en muchos de sus aspectos. Mientras más voces se escuchen y converjan en un terreno común, mucho mejor.
Es ahí donde las voz de los católicos -una entre muchas- tiene todo el derecho, pero también el deber, de hacerse oír.
Después, los mecanismos propios de nuestra democracia -especialmente en el Parlamento- adoptará las decisiones pertinentes. Podrán satisfacer nuestra visión de las cosas, en todo o en parte; o también, podremos estar en franco desacuerdo. En este último caso, a los católicos, como a cualquier ciudadano de a pie o a las organizaciones que nos representa, tenemos todo el derecho de manifestar nuestra crítica y trabajar para revertir decisiones que consideramos injustas.
Los debates se dan, no se censuran ni se paralizan de entrada.
El doloroso espejo de lo que hoy ocurre en la hermana Venezuela nos ayude a valorar la cultura democrática que, con sus más y sus menos, se viene afianzando en Argentina.
+ Sergio O. Buenanueva Obispo de San Francisco 1º de agosto de 2024
A muchos nos ha conmovido la presencia, este fin de semana, de hermanos #venezolanos en la Eucaristía dominical.
Rezamos juntos por su patria querida: #Venezuela. Hoy, #Argentina es su hogar.
La información que nos llega, con las emociones y temores que despiertan acrecienta nuestra cercanía y oración.
Acudir a las urnas y expresar nuestra opción política, cambiar pacíficamente a los gobernantes y limitar el ejercicio del poder son mediaciones sencillas, pero indispensables de la #democracia.
Su fundamento: la dignidad de cada persona, creada a imagen de Dios, sus deberes y derechos, su conciencia y libertad, su participación en el bien común.
El estado de derecho, la división de poderes y el imperio de la ley son garantía para un orden justo posible.
La autocracias no son el camino: ni las de izquierda, ni las de derecha; tampoco el integrismo, sea religioso que secular.
¡Qué Dios bendiga a #Venezuela y a su pueblo!
+ Sergio O Buenanueva Obispo de San Francisco 31 de julio de 2024
Ayer domingo 28 de julio, presidí la Eucaristía dominical en la Iglesia San José Obrero de Arroyito.
Al inicio pedí que rezáramos por #Venezuela y la jornada electoral que se estaba desarrollando. En la Oración de los Fieles hubo una hermosa súplica: en Arroyito, como en tantos pueblos, hay hermanos venezolanos que viven, trabajan y profesan la fe con alegría.
Añoran su bella patria y lloran por ella. Nosotros también.
En esta mañana, sin perder la esperanza, nuestra plegaria y cercanía se hace más intensa e insistente: que la Virgencita de Coromoto acaricie el corazón con la fuerte suavidad del Evangelio. Amén.
+ Sergio O Buenanueva Obispo de San Francisco 29 de julio de 2024
«Alexamenos adora a su dios», reza este grafito del siglo I.
Cristo está crucificado y con cabeza de burro.
Es la primera burla al cristianismo que se registra de esta forma popular.
Desde el principio la fe cristiana, sus símbolos, sus ritos y conceptos han sido objeto de crítica, burla y escarnio.
Los evangelios nos cuentan que, mientras Jesús agonizaba en la cruz, sus adversarios y verdugos se burlaban de él.
La respuesta de Jesús la conocemos bien: «Padre, perdónalos. No saben lo que hacen».
Los cristianos hemos respondido de diversas maneras. Algunas veces, pagando con la misma moneda.
Las mejores respuestas, sin embargo, han sabido unir el repudio firme, el uso sabio de la razón y la palabra, sin descuidar la paciencia, el perdón y hasta el buen humor.
Los que echan mano de la sátira se sienten con el derecho a provocar. Nosotros también tenemos el derecho de responder echando mano a los medios que la razón y la justicia nos ofrecen.
Es justo que expresemos públicamente nuestro repudio, indignación y tristeza.
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