Vivir bien la Navidad

«La Voz de San Justo», domingo 15 de diciembre de 2024

“Dios dirigió su palabra a Juan Bautista, el hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer entonces?» Él les respondía: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto». Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» Él les respondió: «No exijan más de lo estipulado». A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo».” (Lc 3, 9.10-14).

Tan cerca de la Navidad, es bueno preguntarse qué hacer para celebrarla bien. La mesa familiar y los regalos son una costumbre bonita. Nos recuerdan que no somos islas, sino personas con vínculos por los que pasa nuestra vida: amigos, familia, los más pobres y, no en último lugar: Dios.

Juan Bautista señala que una sincera conversión a Dios supone tratar bien a los demás. En un tiempo como el nuestro es bueno recordar que nuestra mayor riqueza es ser solidarios, justos y no abusar del poder.

Pensémoslo un poco. Nos pueden ayudar estas palabras de san Pablo que también escuchamos este domingo: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca.” (Flp 4, 4-5).

Buen domingo.

Buen Adviento.

La Purísima: signo del triunfo de la gracia

Homilía en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María – 8 de diciembre de 2024 – Santuario diocesano de la «Virgencita» en Villa Concepción del Tío

“El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».” (Lc 1, 28).

No solo en su casa, el saludo de Dios entra en el corazón de María. Es que, como nos lo pinta el evangelio de hoy, la Trinidad se ha enamorado de ella.

El Padre ha puesto sus ojos en María, ha derramado sobre ella la sombra protectora y fecunda del Espíritu Santo y, así, ha concebido y dado a luz a Jesús, el Salvador, el Mesías.

Y entonces estalla la alegría, porque el Dios amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo está con María y con nosotros.

Así, en el corazón de este Adviento, contemplamos a nuestra Virgencita, la Purísima; también nosotros con ojos de enamorado.

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Hemos escuchado en la primera lectura la maldición a la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón.” (Gn 3, 15).

Como un eco de este pasaje bíblico, el arte cristiano representa a la Inmaculada aplastando con su pie la cabeza de la víbora.

La serpiente simboliza la presencia del mal que siempre amenaza la vida de los hombres y mujeres; representa al enemigo de Dios y de los hombres, a Satán.

Es la figura de un mal que atrae y seduce, engaña y corrompe desde dentro al ser humano.

Preservada del pecado, María se ha convertido en el canal purísimo por el que el Redentor ha entrado en la historia humana, sembrando una esperanza cierta para todos.

La fiesta de hoy nos dice con fuerza: el mal ha sido vencido, su poder destructor no tiene la última palabra, porque Dios está con nosotros y su gracia actúa de verdad en nuestra vida.

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María tiene sus pies descalzos para tocar la tierra en la que vivimos sus hijos.

Contemplamos su rostro y sus ojos, sus manos y su manto; pero también no dejamos de mirar sus pies descalzos, tan cerquita de los nuestros y de nuestras luchas cotidianas.

¿Quién de los que estamos esta tarde aquí puede decir que no está viviendo batallas duras en su propia vida?

Algunas de ellas las compartimos, porque son comunes y visibles. Otras, cada uno de nosotros, las lucha en el abismo de su propio corazón.

En unas y otras, María está presente para aplastar el poder de la serpiente, para que no nos desanimemos ante las pruebas del camino.

Estoy seguro de que, en nuestro corazón, cada uno, le confiamos a la Virgencita estas luchas.

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Sí, en medio de las tormentas de la vida, miramos a la estrella e invocamos a María.

Hay tormentas fuertes que hacen zozobrar a nuestras familias y a nuestro pueblo.

Como la serpiente del Génesis, hay males que serpentean entre nosotros, seduciéndonos con su enorme poder de engaño: prometen todo y terminan dejándonos desahuciados.

Pienso en la tentación de volvernos una sociedad cruel, sin lugar para la compasión, dominada por la ira, el miedo y el resentimiento. Crueldad en el corazón y en los ojos, en los labios y en las manos.

María, toda santa y buena, nos libre de volvernos crueles.

María nos enseñe a cultivar la bondad de corazón, atentos siempre a los más frágiles.

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Pienso también en el juego online, que está haciendo saltar las alarmas de padres y educadores, de organizaciones sociales y religiosas. Lo que inicia como juego termina como adicción.

¿La promesa engañosa? Un click y vas a ser rico. Algunos lo consiguen: gestionan desde su celular el acceso a los casinos virtuales, y logran en poco tiempo multiplicar sus bienes.

Alguno puede pensar: “Es solo un juego: me divierto, no me canso y gano plata. ¡Mirá lo que éste ganó hoy! ¡Mañana el suertudo puedo ser yo! ¿Entonces para qué estudiar? ¿Para qué trabajar?”

La vieja tentación de la serpiente que solo ha cambiado de piel.

Pero lo sabemos bien: hay oscuros intereses moviendo los hilos de este drama social. Como con las drogas, el narcomenudeo y el narco.

Es bueno avanzar en leyes que fijen límites y promuevan conductas. Sin embargo, el desafío es mayor: entre todos, recrear una cultura popular rica en valores humanos, espirituales, ciudadanos.

Una tarea que nos involucra a todos: casa y la escuela; al barrio, al club y a la parroquia, a las organizaciones sociales, las empresas y las autoridades…

Una tarea ardua que exige paciencia, fortaleza interior y cooperación. Pero, sobre todo, una misión que solo podemos llevar adelante si nos abrimos a la gracia de Dios.

Excluir a Dios de nuestra vida personal y social es abrir la puerta a las formas más oscuras de deshumanización.

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Por eso, miremos a María, “llena de gracia”: ella tiene los oídos bien abiertos para escuchar nuestras penas, ilusiones y luchas.

Ella está con sus pies sobre nuestra tierra para caminar con nosotros y hacernos sentir su auxilio.

La tarea es ardua. No podía ser menos: se trata de recrear la cultura de la vida, del trabajo y de la virtud, de transmitir a las nuevas generaciones lo mejor que nosotros recibimos de nuestros mayores; de abrirnos con esperanza al futuro con todas sus posibilidades.

Todo el bien que hagamos en esta tierra es anticipo del cielo, fruto del don de Dios y de nuestra cooperación con Él.

María, pura y limpia concepción, nuestra Virgencita, seguirá alentando nuestro caminar, dándonos ánimo en nuestras luchas, consolándonos en nuestras tribulaciones y celebrando todas nuestras victorias.

Ella es signo cierto de que el mal no tendrá la última palabra, sino que la victoria de Jesucristo es ya nuestro triunfo y nuestra esperanza.

Amén.

Las fotos son gentileza de Benjamin Farnocchi

María Inmaculada

«La Voz de San Justo:, domingo 8 de diciembre de 2024

“El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón».” (Gn 3, 14-15).

Por estas horas, los peregrinos estamos visitando el Santuario de la Inmaculada en Villa Concepción del Tío. Cada 8 de diciembre, a la “Virgencita” le decimos: Madre dulcísima de Concepción: ¡Sé nuestro amparo y protección!

El arte cristiano representa a la Inmaculada aplastando con su pie la cabeza de la serpiente. Es un eco del texto del Génesis arriba citado. María es signo de la victoria de Dios sobre el mal. Y esa es la experiencia del pueblo cristiano que hoy emerge con fuerza.

Todos tenemos nuestras luchas. Tampoco como pueblo nos faltan duras pruebas. En todas las batallas que enfrentamos, miramos a la estrella e invocamos a María, como decía san Bernardo. 

Pienso, por ejemplo, en la tentación de volvernos una sociedad cruel, que descarta a los más débiles. O en la insidia del juego online que ha despertado justamente todas la alarmas. Esos males serpentean entre nosotros. Necesitamos sólidas razones, pero, sobre todo, fuerza espiritual para enfrentarlos. 

Hoy miramos a María inmaculada. Ella es imagen de la humanidad nueva que sale de la mano del Creador. La invocamos, porque sabemos que contamos con ella para esa lucha. Ella nos da a Cristo, ella abre nuestra vida a Dios y a la potencia redentora de su amor.

Madre dulcísima de Concepción: ¡Sé nuestro amparo y protección!

Buen domingo.

Bendecida fiesta de la Purísima.

Adviento: la espera de Dios

«La Voz de San Justo», domingo 1º de diciembre de 2024

“Jesús dijo a sus discípulos: «Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.  […] Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.»” (Lc 21, 24-25.36).

Comenzamos a caminar el Adviento, el tiempo de la espera de Dios. La fe cristiana siembra en nosotros la semilla de la esperanza. Y lo hace, porque Jesús nos ha mostrado el rostro verdadero de Dios, como decíamos el domingo pasado.

“Si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido. Es como si faltara la dimensión de profundidad y todas las cosas se oscurecieran, privadas de su valor simbólico; como si no «destacaran» de la mera materialidad.” (Benedicto XVI).

Nosotros esperamos a Dios, y Él nos espera a nosotros. Adviento es tiempo de espera, porque es tiempo de encuentro de amigos que se quieren, se extrañan y anhelan un momento juntos.

El consejo de Jesús: orar sin cesar, no dejarse aturdir por el presente y levantar la mirada. Vivamos así este Adviento, tiempo amigos que se esperan.

Buen domingo.

Buen Adviento.

Cristo rey

«La Voz de San Justo», domingo 24 de noviembre de 2024

“Pilato llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres Tú el rey de los judíos?». Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?». Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?». Jesús respondió: «Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí». Pilato le dijo: «¿Entonces Tú eres rey?». Jesús respondió: «Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz».” (Jn 18, 33-37).

Jesucristo es rey porque hace verdad en la vida: sobre todo, abre los ojos ante la verdad de Dios y, al hacer esto, limpia la mirada -como al ciego de domingos pasados- para reconocer la verdad sobre nosotros mismos.

Somos sed de Dios. Es Jesús, Verbo del Padre, el que nos muestra su rostro.

Esa es la “verdad” de la que Jesús es testigo, la que más anhela el corazón humano, la más concreta y urgente y decisiva … también para nosotros, en ocasiones escépticos como Pilato.

Jesús, el futuro y los pobres

«La Voz de San Justo», domingo 17 de noviembre de 2024

VIII Jornada Mundial de los Pobres

“Jesús dijo a sus discípulos: «En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria.»” (Mc 13, 24-26).

A partir de este domingo, y en los próximos, los evangelios hacen foco en el acontecimiento que consumará la historia humana: la venida gloriosa de Cristo.

Jesús va a lo esencial: ese futuro está en las manos de Dios. Y no entra en especulaciones: “En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce [..] sino el Padre.” (Mc 13, 31).

Nos invita a cultivar esta certeza, que despierta la energía más bella del corazón: la esperanza en Dios. Ella nos hace mirar hacia delante, hacia el futuro, pero con los pies bien puestos en el presente. Con esa esperanza caminamos y nos levantamos de todas nuestras frustraciones.

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Con el lema: “La oración del pobre sube hasta Dios”, este domingo es la VIII Jornada Mundial de los pobres.

En su Mensaje, el papa Francisco recuerda este precioso testimonio de la Madre Teresa en la ONU: «Yo sólo soy una pobre monja que reza. Rezando, Jesús pone su amor en mi corazón y yo salgo a entregarlo a todos los pobres que encuentro en mi camino. ¡Recen también ustedes! Recen y se darán cuenta de los pobres que tienen a su lado. Quizá en la misma planta de sus casas. Quizá incluso en sus hogares hay alguien que espera vuestro amor. Recen, y los ojos se les abrirán, y el corazón se les llenará de amor».

Orar con los pobres es entrar en la esperanza más fuerte. Solo Dios basta.

Jesús sabe mirar

«La Voz de San Justo», domingo 11 de noviembre de 2024

“Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir».” (Mc 12, 41-44).

En el evangelio de este domingo, Jesús ya está en Jerusalén, a días de su pasión. Va al templo y se pone a mirar a la gente: qué hace, cómo se mueve, qué reflejan sus ojos y gestos.

Ve entonces a esta mujer. Y la ve con sus ojos de Hijo de Dios hecho hombre. Así capta el verdadero valor de aquellas moneditas ofrecidas desde la pobreza: ve que, en ellas, se juega una vida realmente hermosa. “Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón” (1 Sam 16, 7).

En medio de tanta hipocresía religiosa, Jesús encuentra un corazón puro. Seguramente, aquella viuda tiene sus pecados. Como nosotros. Pero Jesús sabe mirar más allá: en medio de la cizaña, reconoce el buen trigo de su Padre.

Así es la mirada con la que mira Jesús. Así nos mira a nosotros. Y nos enseña a mirarnos de la misma manera.

En estos tiempos de miradas encendidas por el rencor, de juicios demoledores y de palabras hirientes, los ojos de Jesús siguen ahí, buscándonos, reconociendo el bien que hay en el mundo, iluminándonos en medio de la noche del tiempo.

Buen domingo.

La fuente de la vida

«La Voz de San Justo», domingo 3 de noviembre de 2024

“El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios». Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.” (Mc 12, 32-34). 

El escriba acierta, y Jesús lo reconoce: el amor a Dios y al prójimo resumen toda la ley y “valen más” que todo el culto del templo. 

El pasado 24 de octubre, el papa Francisco publicó la encíclica Dilexit nos sobre “el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo”. Sus dos últimos capítulos bien valen como comentario al evangelio de este domingo: la vida cristiana brota del manantial del amor de Cristo, da de beber y desborda hacia los demás. 

El desafío de la Iglesia hoy no pasa por mejorar su organización, la distribución del poder o su comunicación. Cosas importantes, pero relativas y secundarias. El desafío -en realidad la misión que le encomendara su Señor- es facilitar que todos los sedientos beban del agua viva que Jesucristo ha traído al mundo. 

Al respecto, Francisco cita a san Ambrosio: “Bebe a Cristo porque él es la roca que derrama agua. Bebe a Cristo porque él es la fuente de la vida. Bebe a Cristo porque él es el río cuya fuerza alegra a la ciudad de Dios. Bebe a Cristo porque él es la paz. Bebe a Cristo, porque de su seno fluye agua viva” (cf. DN 102).

Un ciego que ve

«La Voz de San Justo», domingo 27 de octubre de 2024

“Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.” (Mc 10, 50-52).

Es mucho más que una curación física. Comenzó cuando aquel ciego escuchó que Jesús pasaba. Y así brota una plegaria que se volverá más insistente cuando se la quiera acallar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” (Mc 10, 47).

Hermosa paradoja del evangelio: un ciego que ve.  Y así, el marginado se convierte en discípulo: deja su manto, se integra al grupo que camina con Jesús y lo sigue por el camino de la vida.

Más que una curación física, decíamos. Es vida rescatada de la ceguera más dolorosa: la de no saber hacia dónde caminar en la vida. Es lo más valioso que nos da Jesús. Por eso lo llamamos: nuestro Salvador.

Basta entonces con ponerse a escuchar al Cristo que pasa y, con la intrépida sencillez de aquel hombre, atreverse a orar.

Buen domingo.

Poder y servicio

«La Voz de San Justo», domingo 20 de octubre de 2024

“Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».” (Mc 10, 42-46).

Con el poder sucede como con el dinero: bueno y necesario, si lo absolutizamos nos deshumaniza. El domingo escuchábamos la advertencia de Jesús: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios” (Mc 10, 25).

El papa Francisco suele repetir que “el verdadero poder es el servicio”. Se puede decir también que aprender a ejercer bien la autoridad es una forma especialmente valiosa y exigente de servir. Esto vale para padres, maestros, funcionarios y para cualquiera que tenga que tomar decisiones que afectan a otros. Abusar del poder es tan pernicioso como suponer ingenuamente que no deba existir.

Jesús es mucho más que un bonito ejemplo de servicio. Con la entrega de su vida nos ha rescatado del poder más deshumanizante: el pecado. Y, con el auxilio de su gracia, nos posibilita vivir rectamente nuestras relaciones, especialmente las más exigentes, por ejemplo, las que implican diversas formas de ejercicio de autoridad.

“Solo Vos, Señor Jesús, tenés el remedio de toda corrupción, también de la ambición desmedida de poder. Cuando esa tentación nos vuelva ciegos, tu Presencia nos rescate y nos devuelva a la luz de tu verdad. Amén”