Oración por los 139 años de la ciudad de San Francisco

¡Es bueno dar gracias al Señor y bendecir su Nombre!

¡Qué nunca olvidemos, Señor, los beneficios de tu providencia a lo largo de estos 139 años de vida ciudadana!

Te damos gracias por esta tierra generosa y fértil.

Te damos gracias, sobre todo, por los hombres y mujeres que han forjado nuestra historia.

Nos sentimos deudores de su generosidad, de su visión de futuro y de sus innumerables sacrificios para legarnos nuestro presente.

Te damos gracias por el ingenio, la laboriosidad y el deseo de superación que has puesto en nuestros corazones.

Te pedimos sabiduría para discernir entre el bien y el mal, eligiendo siempre el bien posible, aquí y ahora, sobrepuestos de toda mezquindad o interés egoísta.

Te pedimos espíritu de justicia y solidaridad, de perdón y reconciliación, porque una ciudad no puede crecer sin la amistad social y el respeto por la dignidad de cada persona.

Te pedimos también que podamos seguir edificando una ciudad que integre la belleza, el desarrollo y el respeto por el ambiente; una ciudad en la que la prioridad la tengan siempre las personas, las familias, los niños y los menos favorecidos.

Gracias, Padre bueno, porque la riqueza más grande que nos has dado tiene el rostro de cada habitante de esta ciudad que amamos.

Te pedimos para nosotros el espíritu amable y fraterno de nuestro santo patrono: San Francisco de Asís.

Amén.

Templo dedicado a San Francisco en Plaza San Francisco, solar donde fue fundada la ciudad el 9 de septiembre de 1886

Creo en el Dios crucificado

«La Voz de San Justo», domingo 24 de marzo de 2024

“Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban: «¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!»” (Mc 11, 8-10).

Con el Domingo de Ramos, entramos en la Semana Santa. Su punto culminante será la celebración anual de la Pascua.

Montado en un asno, Jesús entra en Jerusalén, despertando la esperanza en el pueblo que lo aclama como Mesías. Poco después, ese fervor se volverá furia y el Mesías terminará en una cruz. Sin embargo, un soldado pagano, al verlo morir así exclamará: “¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!” (Mc 15, 39).

Al iniciar esta Semana Santa somos invitados a esta misma confesión de fe: reconocer el rostro de Dios en el Crucificado y a decirle “amén” con nuestra plegaria. Comparto la mía:

Guardo en la memoria del corazón, Señor, un hecho de mi niñez. Un viernes santo, alguien me indicó que tenía que sumarme a la fila de los que se acercaban a besar tu cruz. Con la docilidad y simplicidad de un niño lo hice.

Ahora que soy un hombre adulto, empiezo a comprender que, de ese gesto de niño, nacieron muchas cosas decisivas, las que echan raíces en el corazón y dan sustento a mi propia vida.

Señor, no puedo dejar de hacer mi personal confesión de fe, como aquel centurión pagano al pie de la cruz.

Creo en Vos, Dios crucificado, que me has amado hasta entregarte por mí.

Creo en Vos, Dios humilde, que, de esa forma has venido a buscarme y me has redimido.

Creo y espero en Vos.

Amén.

Queremos ver a Jesús

«La Voz de San Justo», domingo 17 de marzo de 2024

“«Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir.” (Jn 12, 31-33).

El evangelio de este domingo se abre con el pedido de unos griegos: “Señor, queremos ver a Jesús”. Responderá el mismo Jesús con las palabras arriba citadas. Te invito a orar:

“También nosotros, Jesús, como aquellos paganos queremos verte. Es más que curiosidad. Es un deseo profundo. Es el anhelo más hondo de nuestro corazón: verte, contemplarte y estar con Vos.

La cuaresma va concluyendo y, lo más seguro, es que el balance que hagamos de nuestro itinerario penitencial aparezca con un rojo muy vergonzoso.

Así llegamos a Vos. Así te seguimos buscando. Tal vez, por esa misma razón: nuestra fragilidad nos acerca a Vos, a tu pasión, a tu pascua desarmados, con el corazón contrito y quebrantado, como hemos suplicado toda esta Cuaresma.

Y Vos venís a nosotros, te plantás en medio de nuestra vida y, sin forzar un ápice nuestra libertad, nos atraés hacia tu Persona: «Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».

Tu cruz clavada en medio del mundo es una fuerza centrípeta que nos atrae y arrastra hacia su centro. Es una vorágine que no mata ni destruye, sino que nos limpia, nos eleva y nos resucita, nos ilumina y nos libera.

Así se asoma tu pasión en nuestras vidas. Así queremos verte y, por eso te buscamos con la ansiedad de los peregrinos; con el cansancio y la confusión de los que se han sentido perdidos en medio de la noche, pero han reencontrado el sendero.

Sos Vos, Jesús, el que te has adelantado y nos has buscado, el que nos ha encontrado y nos ha atraído.

Amén.”

Cristo: desde mis sombras a la luz de tu Verdad

«La Voz de San Justo», domingo 10 de marzo de 2024

“En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.” (Jn 3, 19-21).

Este domingo escuchamos la conclusión del diálogo de Jesús y Nicodemo (cf. Jn 3, 1-21), aquel fariseo que fue a verlo de noche. También nosotros, como Nicodemo buscamos la luz en medio de las sombras. Su aventura espiritual inspira esta plegaria que comparto:

Como Nicodemo, Señor Jesús, también yo me acerco a Vos en medio de la noche. Esa noche, cuyas sombras envuelven mi vida y mi corazón, mi mente confundida y mi voluntad rebelde.

Como Nicodemo, también yo, Señor, entreveo que, en Vos, Verbo e Hijo amado del Padre, está obrando el poder luminoso de la Verdad que nos rescata de la oscuridad.

Por eso, Señor, me acerco a Vos desarmado de mis mecanismos de defensa, despojado de mis máscaras y estrategias de ocultamiento.

Dame la humilde apertura de Nicodemo; porque yo también necesito escuchar que Dios nos ha amado tanto que te ha entregado a Vos, su Hijo único, para que tengamos vida verdadera.

También yo necesito saber que es posible renacer de lo alto de tu cruz, del agua y del Espíritu, para ser una nueva criatura.

Así me voy acercando, Señor, a tu Pascua ya visible en el horizonte del tiempo. Entonces, en tu cruz y en la tumba vacía, contemplaré la Verdad luminosa que nos hace libres.

Amén.

Reconstruí, Señor, el templo de tu cuerpo

«La Voz de San Justo», domingo 3 de marzo de 2024

“Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar» … Pero él se refería al templo de su cuerpo.” (Jn 2, 18-19. 21).

La pasión humana por destruir parece ser abrumadora y dominante. Como si creyéramos que, por el solo hecho de echar por tierra con furor lo que otros han construido, las cosas pudieran rehacerse mágicamente.

Vos, Señor, sabés bien hasta dónde puede llegar esa pulsión de muerte y destrucción, pues conocés el corazón humano como nadie; pero porque has sufrido en tu propia persona esa furia destructiva.

Pero en vos, Jesús, habita el aliento de la vida, de la vida verdadera, la que viene del corazón del Padre creador y que es la chispa secreta que anima a toda la creación.

En tu corazón, en tus manos y en tus palabras ese aliento de vida nos alcanza a nosotros.

Levantado en alto y crucificado por nuestros pecados, el Aliento del Padre te ha rescatado del poder de la muerte: el templo santo de tu cuerpo, al tercer día, fue reconstruido más sólido y hermoso, tan amplio y duradero que todos nosotros tenemos un lugar en él. A él accedemos cuando comulgamos en la Eucaristía que nos reúne cada domingo.

Por eso, te suplicamos: en esta Cuaresma, vení una vez más a nosotros y purificá el templo de nuestra vida, de nuestra Iglesia y de nuestro mundo.

Hacé de nuestro corazón un templo santo para la gloria de tu Padre. Que en él habiten tu amabilidad, tu concordia y tu mansedumbre, para que podamos ofrecer a todos, especialmente a los pobres y heridos el consuelo de tu Paz.

Así caminamos hacia la próxima Pascua.

Amén.

Transfiguración

«La Voz de San Justo», domingo 25 de febrero de 2024

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo». De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.” (Mc 9, 2-8).

Señor Jesús:

Como Pedro en la montaña, tampoco yo sé bien qué decir y en ocasiones temores e inquietudes se apoderan de mi ánimo. Así es mi oración.

En el camino de mi fe orante, muchas veces experimento que vos me has llevado a la cumbre donde te has transfigurado, dejándome pispear un poco tu misterio. Mis ojos se han visto desbordados por tanta luz y mi corazón ha sentido el consuelo de tu presencia.

Para el camino que resta, Señor, solo te pido que no dejés de caminar conmigo, haciéndome oír tu Palabra. Ella me habla de vida y resurrección, pero también de pasión y de cruz: solo quien quiera perder su vida por vos la encontrará de verdad.

Es el camino que comparto con mis hermanos en esta hora de nuestra historia común. Estás con nosotros. No nos has abandonado.

La transfiguración fue profecía de tu Pascua: entonces toda tu santa humanidad fue transfigurada por el Espíritu del Padre.

Esa es también nuestra meta. Hacia ella caminamos, en esta Cuaresma y siempre.

Amén.

Oración a Jesús tentado

«La Voz de San Justo», domingo 18 de febrero de 2024

“En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.” (Mc 1, 12-13).

Señor Jesús: sé de tentaciones y de tentación. No son lo mismo. Unas son grotescas; otras, más sutiles y resbaladizas. Son las que realmente merecen ese nombre. Pero, conozco también lo que es “la” tentación. No una prueba cualquiera, sino la que puede llevarse todo con ella.

En ocasiones pienso que, de aquella experiencia tuya en el desierto, surgió la súplica que cierra la oración del Padrenuestro: “Padre… no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”.

Esa prueba tiene que ver con lo más hondo nuestro… y también tuyo: Dios, tu Padre, y la confianza absoluta en Él, en lo que sueña para nosotros, en la real potencia de su amor.

Nadie como vos, Jesús, ha vivido totalmente entregado a Dios, tu Padre, tu Abba. Nadie ha realizado tan completamente la libertad como vos que, siendo Hijo eterno de Dios te has hecho hijo de los hombres. Nadie ha asumido tan radicalmente la misión de traer la paz de Dios a este mundo nuestro tan herido, violento y oscuro.

Por eso, nadie como vos, aquellos cuarenta días en el desierto y empujado por el Espíritu, ha comprendido tan a fondo lo que sentimos tus hermanos y hermanas, cuando el rostro luminoso de tu Padre se desvanece en nuestros corazones, y ya no tenemos suelo donde echar raíces ni puerto a donde dirigir la nave frágil de nuestras vidas.

Volvé del desierto, Señor, y decinos, una vez más: ¡Anímense a convertirse y creer en la buena noticia: tenemos un Dios real que es Padre! ¡Tenemos futuro y un amor al que entregarnos sin reservas!

Amén.

Oración por Fernando

Señor, Señor…
No mirés nuestros pecados.
Nos avergüenza la Patria que estamos dejando a nuestros chicos y chicas.
Escuchá nuestra súplica.
Llega a tu Presencia desde nuestros corazones atravesados por el dolor.
¡Qué nuestros jóvenes no mueran más!
¡Qué desterremos el odio, la violencia, el desprecio por la vida!
¡Volvé a mirar el rostro de Fernando y abrazalo fuerte!
Es hijo, hermano y amigo de todos.
¡Dale consuelo y fortaleza a sus papás!
Amén.

Oración por la paz en Ucrania

Oración de un obispo italiano rezada este miércoles 16 de marzo en la audiencia general por el Papa Francisco.

Perdónanos la guerra, Señor.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de nosotros pecadores.
Señor Jesús, nacido bajo las bombas de Kiev, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, muerto en brazos de la madre en un bunker de Járkov, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, enviado veinteañero al frente, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, que ves todavía las manos armadas en la sombra de tu cruz, ¡ten piedad de nosotros!

Perdónanos Señor,
perdónanos, si no contentos con los clavos con los que atravesamos tu mano, seguimos bebiendo la sangre de los muertos desgarrados por las armas.
Perdónanos, si estas manos que habías creado para custodiar, se han transformado en instrumentos de muerte.
Perdónanos, Señor, si seguimos matando a nuestros hermanos, perdónanos si seguimos como Caín quitando las piedras de nuestro campo para matar a Abel.
Perdónanos, si seguimos justificando con nuestro cansancio la crueldad, si con nuestro dolor legitimamos la brutalidad de nuestras acciones.
Perdónanos la guerra, Señor. Perdónanos la guerra, Señor.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡te imploramos! ¡Detén la mano de Caín!
Ilumina nuestra conciencia,
no se haga nuestra voluntad,
¡no nos abandones a nuestras acciones!
¡Detennos, Señor, detennos!
Y cuando hayas parado la mano de Caín, cuida también de él. Es nuestro hermano.
Oh Señor, ¡pon un freno a la violencia!
¡Detennos, Señor!

Amén.

Plegaria para el año nuevo

«La Voz de San Justo», domingo 2 de enero de 2022

“Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.” (Jn 1, 3).

¿Qué nos depara este 2022 que empezamos a transitar? No hay forma de saberlo. No manejamos el tiempo. Lo que podemos programar es siempre menos que lo que nos sorprende y descoloca. Me animo incluso a decir que es bueno que así sea.

Nada de lo que existe, sin embargo, cae fuera del radio de acción de un Dios creador y salvador que, por medio de su Verbo (su Palabra), ha hecho todo y, de la misma manera, todo lo sostiene y conduce a su plenitud.

Lo que sí podemos hacer entonces es predisponernos para vivir intensamente lo que tenemos por delante.

Para un cristiano no es materia opcional. Es la actitud de fondo de la vida, aquella que caracterizamos como fe, esperanza y amor, regalos de Dios confiados a nuestra libertad.

Y la actitud cristiana frente a la vida se alimenta, cada día, de la plegaria. Al acercarnos al pesebre, los invito a fijar la mirada en el Niño que duerme en él. Y a dirigirle nuestra oración más humana, simple y esperanzada. Yo lo hago con estas palabras que comparto con ustedes, una plegaria para este 2022 que se nos ofrece como camino a transitar:

“Jesús: ¡parece mentira! Te veo ahí y así: pequeñito, sereno y durmiendo plácidamente.

Sos el Verbo de Dios realmente humanizado, hecho uno de nosotros, hecho “carne y sangre” de esta humanidad mía que, en ocasiones me pesa o me sonroja.

Tentado como estoy de la desconfianza, en un tiempo que combina soberbia y depresión, conformismo y sed de infinito, contemplarte así reaviva en mí la fuerza de la vida que tu Padre creador ha puesto en lo más hondo de mi alma.

Sos la mano tendida del Padre a la humanidad caída. Ya ahí, en el pesebre, empezás a deletrear la palabra definitiva que será pronunciada en la mañana de Pascua: resurrección, vida plena y bienaventurada.

Sí, Jesús, en vos confío y, por eso, confío en la vida que se abre delante de mi puerta. Con vos comienzo a caminar este 2022, tan incierto en su devenir concreto como portador de tu presencia, de tu Espíritu y de tu bendición.

Amén.”