No nos callamos…

«La Voz de San Justo», domingo 13 de abril de 2025 – Domingo de Ramos

“Mientras Jesús avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían:» ¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!». Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Pero él respondió: «Les aseguro que, si ellos callan, gritarán las piedras.” (Lc 19, 36-40).

Con la celebración del Domingo de Ramos entramos en la Semana Santa y, a partir del Jueves Santo por la tarde, la celebración anual de la Pascua.

Mirados desde fuera pueden parecer ritos un poco cansinos. Para quienes somos discípulos de Jesús es todo lo contrario: cada uno de esos ritos contienen tal riqueza de contenido y de fuerza que resulta imposible contarlo con palabras.

Las celebraciones de Semana Santa se viven.

El secreto de todo es la persona de Jesús y su impacto en la vida de quien ha sido alcanzado por él, por su Pascua, por su mensaje.

Por eso, aunque nosotros intentáramos callar lo que nos ha pasado al conocerlo, las piedras suplirían nuestro silencio con sus gritos.

Y serían gritos de alabanza a Dios por el regalo que nos ha hecho en la persona de su Hijo, muerto y resucitado. Pero serían también gritos de acusación si no nos atreviéramos a compartir la esperanza que nos ha sido confiada.

No me queda más que invitarte a tomar parte en esta intensa experiencia de fe, de religiosidad y de vida que es la Semana Santa.

Buen domingo.

Las palabras del perdón

«La Voz de San Justo», domingo 6 de abril de 2025 – Domingo 5º de Cuaresma: Jn 8, 1-11

“Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?». Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».” (Jn 8, 9b-11).

Si pudiera entrar en diálogo con esta mujer del evangelio, me gustaría preguntarle qué le ha quedado en su corazón de aquel encuentro con Jesús, qué palabras recuerda; en fin, qué huellas ha dejado en su alma…

Yo mismo repaso mi vida, mis encuentros con Jesús y las palabras de perdón que tantas veces he recibido.

Como cura, tantas veces, celebrando el sacramento de la reconciliación o sencillamente abriéndome al dolor de tantas vidas heridas, el perdón de Dios ha pasado por mi persona, por mis labios y mis manos.

Las palabras de la absolución son preciosas y tienen una eficacia incomparable. Al concluir el sacramento me gusta decir sencillamente: “El Señor te ha perdonado, vete en paz”.

Esas palabras simples son un eco de aquel diálogo del Señor con la adúltera: “Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más en adelante”.

En la escena narrada por el evangelio de este domingo hay también otras palabras de Jesús portadoras de perdón: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra” (Jn 8, 7).

Son palabras de perdón porque hacen verdad en quienes han cometido un pecado más grave que el adulterio: duros de corazón, pretenden juzgar en nombre de Dios, al que no conocen porque no saben de su compasión.

Necesitamos unas y otras, porque somos tan débiles como la mujer adúltera y tan pecadores como aquellos hombres que querían lapidarla.

A las puertas de la Semana Santa, es bueno meditarlo.

Buen domingo.

Una higuera estéril y un viñador paciente

«La Voz de San Justo», domingo 23 de marzo de 2025 – 3º del tiempo de Cuaresma: Lucas 13, 1-9

“Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: «Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?» Pero él respondió: «Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás»».” (Lc 13, 6-8).

En la Biblia, la higuera y la viña son símbolos del pueblo de Israel: Dios es el viñador que cuida y busca frutos, las más de las veces, sin encontrarlos.

En esta parábola, la imagen de la higuera estéril le sirve a Jesús para sacudir la conciencia de sus interlocutores: el tiempo se acaba, hay que dar frutos de una sincera conversión.

Por eso, leemos este Evangelio en Cuaresma, tiempo de penitencia y conversión a Dios.

El detalle final es precioso: el viñador tiene paciencia y buscará que la higuera, a pesar de todo, tenga la oportunidad de ofrecer sus frutos. Es Jesús que siempre está de parte de nosotros para que alcancemos la salvación.

El Padre de Jesús no es un moralista implacable que por acabar con el mal termina aplastando a todos.

Es un Padre paciente: sabe esperar a sus hijos y trabaja para que no nos perdamos.

La otra mejilla

«La Voz de San Justo», domingo 23 de enero de 2025

Domingo VIIº del tiempo ordinario: Lucas 6, 27-38

“Jesús dijo a sus discípulos: «Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por lo que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes […]»” (Lc 6, 27-31).

¿Qué es más difícil? ¿Poner la otra mejilla u orar por un enemigo?

Quien haya tenido la experiencia de ser gratuitamente agredido o difamado no se siente espontáneamente inclinado a bendecir a su agresor.

“Poner la otra mejilla” es una metáfora: el círculo vicioso del odio solo se desarma cuando una de las partes en conflicto renuncia libremente a responder con violencia a la agresión recibida.

Si el evangelio se redujera a esta página sería una propuesta para unos pocos héroes. Es exigente, por supuesto; pero, antes que mandamientos a cumplir, el seguimiento de Cristo es la experiencia de una gracia que transforma la vida.

Jesús lo resume en estas palabras: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc 6, 36).

Sean misericordiosos como saben que el Padre es misericordioso, porque lo han experimentado; ese fuego -el fuego de Jesús- está en ustedes, encendido en sus corazones.

De esa fuente brota todo lo demás… también el amor por los enemigos.

En una sociedad que parece dejarse ganar por el gusto por la agresión, Jesús nos invita a ser con Él artesanos de paz.

Buen domingo.

Recemos por el papa Francisco.

De la abundancia del corazón

Evangelio del domingo VIIIº del tiempo ordinario: Lucas 6, 39-45 – «La Voz de San Justo», domingo 2 de marzo de 2025

“Jesús hizo esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? […] El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca».” (Lc 6, 39.45).

El evangelio de este domingo se abre con esta pregunta de Jesús, cuya respuesta es obvia: no, un ciego no puede guiar a otro ciego; ambos caerán en el pozo. Y termina con esta sentencia llena de sabiduría: todo se juega en el corazón de cada uno; allí puede radicar la ceguera más grande, la que ensombrece toda la vida; allí también está la raíz de todo lo que es bueno.

En otras palabras: cuidá tu corazón; allí es donde Dios te habla, desde esa hondura, Él guía tus pasos; allí está tu mayor tesoro, lo que te hace realmente afortunado.

Mirá entonces un poco a tu alrededor: vas a encontrar a muchas personas así, con el corazón lleno de bondad, que no pueden dejar de expresarlo con palabras, pero, sobre todo, con sus obras.

Nos hace bien mirar así la realidad que nos rodea.

Toda la bondad que hay en el mundo proviene de hombres y mujeres buenos… Y del Dios bueno que sabe trabajar el corazón humano como nadie.

Dios no nos abandona. No nos deja librados a nuestra ceguera interior. Es el Padre de Jesucristo, cuyo Espíritu sondea el corazón humano y sabe llevarlo a la verdad.

Buen domingo.

Seguimos rezando por el papa Francisco.

La unción de Jesús en Brochero

«La Voz de San Justo», domingo 26 de enero de 2025

“Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».” (Lc 4, 16-21). 

El 26 de enero de 1914, ciego, leproso y solito, el padre José Brochero emprendía su último viaje. Esta vez, directo al cielo. Hoy se cumplen ciento once años.

El mejor comentario a los evangelios no lo escriben los estudiosos de la Biblia, sino los santos. Y lo hacen con sus vidas. En el caso del “Señor Brochero”, con su “vida pobre y entregada”, como rezamos. 

Es que la unción del Espíritu que Jesús recibió no ha quedado en él, sino que, desde su santa humanidad, se sigue derramando generosamente en el bautismo, la confirmación y cuando un bautizado es consagrado cura, como le ocurriera al joven Brochero en la catedral de Córdoba un 4 de noviembre de 1866.

La piecita donde murió Brochero es parte del museo que custodia su memoria. Es, sobre todo, un lugar de peregrinación y de oración. Cada vez que estoy en Brochero, no dejo de visitarla, celebrar la Misa y orar un buen rato.

En este Año Santo de la Esperanza que estamos transitando, le pido al Señor, por intercesión del Santo Cura que siga tocando con su unción el corazón de todos para que llevemos la alegría del Evangelio a los pobres.

Pido por las vocaciones al sacerdocio. Tenemos mucha necesidad de pastores para el santo pueblo de Dios. Pastores como Brochero. 

Buen domingo. 

El mejor vino

«La Voz de San Justo», domingo 19 de enero de 2025

“El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: «Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento». Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él.” (Jn 2, 9-11). 

En la Misa, cuando el sacerdote presenta el cáliz, bendice al Dios creador, por “este vino, fruto de la vid y del trabajo de los hombres, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación”. 

La tierra, el sol, el agua y la vid hacen lo suyo para que el vino esté en nuestras mesas y altares. Pero es esencial el trabajo humano que planta la vid, la poda y la cosecha; lleva además el fruto a la bodega y lo tritura para que se convierta en vino.

Pero no termina ahí la vocación de nuestras viñas. Su vocación última es transformarse en el vino bueno de la Sangre de Cristo. Él es el mejor vino que realmente “alegra el corazón del hombre”, como canta el salmo 104. 

Ojalá que ese vino esté siempre en tu mesa, rebosando tu copa y alegrando tu vida. Como en las bodas de Caná, la madre de Jesús está siempre ahí para que Jesús transforme tu vida en una fiesta. 

Buen domingo. 

Jesús en oración

«La Voz de San Justo», domingo 12 de enero de 2025

“Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección.»” (Lc 3, 21-22).

San Lucas ha quedado fascinado por el Jesús orante. Una y otra vez, sobre todo en momentos cruciales de su narración, como ahora, vuelve a presentarlo en oración. 

Es que solo cuando a Jesús se lo contempla sumergido en el Padre se puede avistar su misterio de Hijo. 

Apreciar a Jesús como un líder religioso único e insuperable, cuyo mensaje es sublime y, además, dotado de una personalidad fascinante, no resulta para nada extraño. 

Lo verdaderamente escandaloso es lo que proclama la fe cristiana: ese judío es Hijo de Dios, uno con el Padre y el Espíritu Santo. 

Ese hombre es el que ha abierto el cielo para que la Palabra de Dios volviera a escucharse en cada tiempo y lugar de nuestro mundo. También ahora.

Al terminar el tiempo de Navidad, comenzando a caminar un nuevo año, dejémonos llevar por este Jesús orante. Que él nos sumerja en su misma intensidad de vida de Hijo amado del Padre. Que nos bautice con su Espíritu.

Jesús ora, enseña a orar y, por ese camino, nos transforma como personas. 

Buen domingo. 

Creo en el Dios encarnado

«La Voz de San Justo», domingo 5 de enero de 2025

“Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios. 

[…] 

Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.” (Jn 1, 1-3.14).

En Navidad te invité a armar el pesebre. Hoy a creer en lo que anuncia el evangelio: el niño del pesebre es el Verbo eterno del Padre que ha venido a nosotros. 

Verbo, Imagen e Hijo único de Dios. Él mismo es Dios, como proclamó hace mil setecientos años el concilio de Nicea: “de la misma sustancia del Padre”. 

Esa es la fe común de todos los cristianos: católicos, protestantes, ortodoxos, evangélicos. 

Esa es la fe sustanciosa que le da a nuestra vida la más sólida esperanza: Dios ha entrado en nuestra historia como uno más y, desde entonces, nada humano le es indiferente. 

Ese niño, cuando sea adulto, lo anunciará con pasión, morirá en la cruz y resucitará. Y, con todo eso en su cuerpo resucitado, nos dará su Espíritu. 

Dios es Verbo, Palabra, Luz, Razón, pero también Sabiduría, Amor, Generosidad, Compasión, Belleza. 

Quien dice “amén” al Dios del pesebre, le dice “amén” a la vida y a la alegría, siempre más fuertes que toda pena, tribulación o crisis. 

Te invité a armar el pesebre, te pido ahora que mirés bien lo que de más hondo ocurre en Belén, pero, sobre todo, te invito a la fe en el Dios encarnado: Jesucristo. 

Buen domingo.

Bendecido 2025. 

María Inmaculada

«La Voz de San Justo:, domingo 8 de diciembre de 2024

“El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón».” (Gn 3, 14-15).

Por estas horas, los peregrinos estamos visitando el Santuario de la Inmaculada en Villa Concepción del Tío. Cada 8 de diciembre, a la “Virgencita” le decimos: Madre dulcísima de Concepción: ¡Sé nuestro amparo y protección!

El arte cristiano representa a la Inmaculada aplastando con su pie la cabeza de la serpiente. Es un eco del texto del Génesis arriba citado. María es signo de la victoria de Dios sobre el mal. Y esa es la experiencia del pueblo cristiano que hoy emerge con fuerza.

Todos tenemos nuestras luchas. Tampoco como pueblo nos faltan duras pruebas. En todas las batallas que enfrentamos, miramos a la estrella e invocamos a María, como decía san Bernardo. 

Pienso, por ejemplo, en la tentación de volvernos una sociedad cruel, que descarta a los más débiles. O en la insidia del juego online que ha despertado justamente todas la alarmas. Esos males serpentean entre nosotros. Necesitamos sólidas razones, pero, sobre todo, fuerza espiritual para enfrentarlos. 

Hoy miramos a María inmaculada. Ella es imagen de la humanidad nueva que sale de la mano del Creador. La invocamos, porque sabemos que contamos con ella para esa lucha. Ella nos da a Cristo, ella abre nuestra vida a Dios y a la potencia redentora de su amor.

Madre dulcísima de Concepción: ¡Sé nuestro amparo y protección!

Buen domingo.

Bendecida fiesta de la Purísima.