
Resulta fascinante lo que estamos viviendo en estos días, desde la muerte del #PapaFrancisco, el cónclave y ahora los primeros pasos del #PapaLeónXIV.
Una Pascua, como él mismo lo ha dicho.
Lo que observo por todos lados es una serena alegría y confianza en el camino que estamos transitando.
Agradezco haber vivido el «Habemus Papam» con mis hermanos obispos argentinos (estábamos reunidos todos en Pilar), junto con sacerdotes, laicos y consagrados que trabajan en la conferencia episcopal o integran sus comisiones.
Momento inolvidable.
Ayer presidí la Eucaristía en una parroquia de San Francisco y el comentario unánime era el gozo que había despertado el nuevo papa.
En la primera lectura de este #DomingodelBuenPastor, tomada de los Hechos de los Apóstoles (Hch 13, 14. 43-52) se nos habla de cómo la predicación de Pablo y Bernabé a los paganos suscita envidia y persecución; pero, por dos veces, se nos habla de la alegría del Evangelio que se difunde e ilumina los corazones.
Es eso.
Estamos desentrañando la figura del nuevo papa. Hasta los políticos argentinos quieren «afiliarlo» a su facción… Por no hablar de las facciones en la Iglesia… «Es preferible reír que llorar»…
A mí, personalmente, me impresionan varias cosas: ese eco del «non praevalebunt» («el mal no prevalecerá») de su primer discurso, la centralidad de Cristo en todo lo que ha dicho… Pero, de manera especial, su rostro sereno y bondadoso. Da confianza. No se percibe una mirada que oculta segundas intenciones.
La gente de a pie lo ha percibido.
Y, no puedo dejar de decirlo: ¡qué alegría para esos hermanos tan nobles que son los peruanos! ¡Qué bien merecido lo tienen: por su fe, por su paciencia, por su historia de santidad!
San Martín de Porres debe estar riendo a carcajadas. Y nosotros con él.





