La mejor política es la política posible

Reflexiones desde la perspectiva del Evangelio y la enseñanza social de la Iglesia

La Politica  tiene una insoslayable dimensión ética, pero no es, de ordinario, una lucha entre el bien y el mal; menos aún, entre los puros y los impuros, los justos y los réprobos.

No busca traer el cielo a la tierra, como pretenden las ideologías. Esa pretensión lo único que suele traer a los pueblos es un anticipo del infierno.

La acción política busca el bien posible, aquí y ahora, con personas -ciudadanos y dirigentes- que no son ni ángeles ni demonios, sino seres humanos imperfectos y perfectibles.

Construye el orden justo posible, sabiendo además, que toda construcción humana, mucho más la política, requiere una enorme fuerza espiritual para sostenerse en el tiempo.

De ordinario, las personas, las sociedades y los pueblos tienen que renovar su compromiso con la verdad, la justicia y el bien, una y otra vez. Nunca están conquistados del todo.

Por eso, los pueblos requieren cuidar las fuentes espirituales que hacen que las personas tengan convicciones, fuerza moral y perseverancia en la búsqueda de bienes que son posibles, pero arduos.

Ahí entran en juego la fe, la relación con Dios y -en una propuesta como la cristiana- la compasión y el amor al prójimo.

En Argentina, esas fuentes están vivas. Son como el pozo de Jacob del evangelio: ahí está Jesús esperando a la samaritana para despertar su sed y ofrecerle el agua viva del Espíritu para vivir y pelear la vida.

Y están en los corazones, en los barrios, en las inteligencias y voluntades que, cada mañana, apuestan por el futuro del país.

Si tenemos que imaginar un consenso posible para nuestro pueblo, pensando en el futuro generoso, no en la coyuntura o en el interés inmediatista, en esas fuentes tenemos que abrevar para encontrar la fuerza espiritual que necesitamos para toda obra buena y grande.

La oración humilde, perseverante y esperanzada es parte de esa dinámica salvadora. Y -no lo dudo- cada mañana, millones de argentinos y argentinas rezan, elevando su corazón a Dios, poniendo en sus manos paternales a sus hijos, nietos y amigos, su trabajo y sus esperanzas, sus tribulaciones y dolores más profundas.

No nos faltan razones para mirar el futuro con esperanza.

+ Sergio O. Buenanueva Obispo de San Francisco 6 de marzo de 2024

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