Misa y política 2

En estos días, en varios puntos del país, se celebraron Misas para visibilizar la labor de tantas mujeres que sostienen comedores comunitarios en barrios populares.

Se puede estar legítimamente en desacuerdo con el medio empleado -una Misa-, pero no dejar de valorar la labor de esas “madres de la patria”, como tampoco dejar de escuchar el reclamo y la urgencia que así se expresa.

¿Cómo no reconocer a quienes ponen cada día el cuerpo a una dura realidad humana y alientan con su solidaridad la esperanza de nuestro pueblo?

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El gobierno nacional lleva adelante una reducción drástica del gasto público, desregulación de la actividad económica, promoción de la iniciativa privada y reducción del rol del estado (también en políticas sociales). No elude hablar de un severo ajuste, acompañado además por buena parte de los ciudadanos.

Como en otras ocasiones de políticas similares, este ajuste -en buena medida ineludible- tiene muchas consecuencias dolorosas y, sobre todo si no se contrapesan con medidas adecuadas, afectan de manera duradera y permanente la vida de los más vulnerables.

La recesión golpea a los sectores medios, pero, sobre todo, hiere profundamente a los más pobres. La deuda social de la pobreza sigue creciendo y volviéndose más difícil de resolver. Lo vemos cada día en nuestras Caritas, comedores y otros espacios pastorales.

En la Argentina de hoy, y al cabo de varias décadas de políticas equivocadas y también de corrupción, los rostros de la pobreza se multiplican y tienen los rasgos de los niños, de los adolescentes, jóvenes y ancianos. Crece el drama de las adicciones y el crimen del narco.

La Iglesia católica y sus pastores lo vienen señalando desde los noventa. No podemos dejar de hacerlo: Jesús y su Evangelio nos ponen siempre del lado de los que más sufren.

Es verdad que, para no desacreditar nuestra misión y nuestra palabra, junto a la visibilización del reclamo, es necesario también atender a aspectos que no suelen estar muy presentes en nuestra reflexión pastoral: por ejemplo, cómo se genera un proceso virtuoso de crecimiento económico que mejore la vida de todos.

Quienes dirigen la política económica tienen una grave responsabilidad: mientras pilotean una crisis económica y social compleja, deben también escuchar las voces críticas, especialmente, de las que están más cerca de los sectores vulnerables.

Son voces que exponen verdades incómodas porque descubren una realidad dolorosa: la vida de personas, familias y amplios sectores de la sociedad.

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“Los obispos estuvieron callados cuatro años. Ahora ven la pobreza y hablan”, se escucha y se lee aquí y allá.

Aunque este comentario pudiera ser cierto, no termina de ser justo, porque no dice toda la verdad: ni individual ni colectivamente hemos estado callados, ni -menos aún- han estado inactivas nuestras comunidades frente al drama de la pobreza en todas sus formas.

En este sentido, se trata de una de las tantas “chicanas” que enturbian la discusión pública en Argentina, impidiéndonos ver la realidad y buscar juntos formas de superación.

Los obispos tenemos que hacernos cargo y revisar cuánto de cierto pueda haber en este reclamo. Pero, sin desánimos ni distracciones, seguir caminando con humildad y valentía nuestra misión pastoral en la Argentina que amamos y que buscamos servir desde el Evangelio.

Es una gracia que pido para mí, para mis hermanos obispos, para los que nos reconocemos discípulos de Jesús, para nuestras comunidades y para cada hombre y mujer de buena voluntad de mi Patria.

+ Sergio O. Buenanueva
Obispo de San Francisco
21 de junio de 2024

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