¿Me permitís una palabra?
Volví a escuchar la entrevista de Miguel Clariá a Mariano Acosta, director de “La Vélez”, como llaman en Arroyito a la escuela Vélez Sársfield, a raíz de los hechos violentos que protagonizaron algunos alumnos de sexto años.
Vuelvo sobre dos cosas que señalaba Mariano y que me quedaron dando vueltas cuando escuché la nota por primera vez:
«Nuestros alumnos no son violentos, no son chicos que reporten problemas de convivencia habitual; tienen lo normal de los chicos, pero viniendo como venían de un lugar en donde seguramente habían consumido alcohol, sabemos que es así … Es difícil de describir. Hasta el día de ayer estaban llorando en la escuela porque se terminaba un ciclo, y luego los ves fuera de sí frente a estas situaciones».

Mariano apunta a las causas: «falta de límites, consumos habilitados y la masificación … resquebrajando el vínculo entre familia y escuela”.
Un papá, una mamá, un educador, un catequista o un cura tiene que buscar siempre, y sin desanimarse, lo que de más genuino hay en el corazón de un chico o de una chica. Allí hay sed de vida, de verdad, de ir más allá de lo que se ve y se toca. Hay sed de Dios.
Habrá que educar en los límites. Es cierto. En una autoestima que prevenga masificación y adicciones. También es cierto. Y tender puentes entre padres y maestros, caminos entre la casa y la escuela.
Todo eso es correcto y nos marca un norte para nuestras opciones.
En el camino de ellos – y también en el nuestro – se va a cruzar la sugestiva propuesta del nihilismo que se respira en el ambiente: nada es real, ni verdadero, ni bueno, ni bello. Nada vale la pena.
Por eso, allí donde procuremos que los jóvenes entrevean la belleza que salva, allí le habremos ofrecido lo mejor, lo que sustenta la vida, lo que realmente preserva y previene de todo mal.
¿Dónde buscar esa belleza? Bueno, yo soy un hombre de fe y un pastor. Comparto donde yo la he encontrado: en el amor de mis padres y amigos, en el silencio de la oración que escucha a Dios y a los demás, en el bien humilde y cotidiano que obran tantas manos (una caricia, un consuelo, una mirada de amor); en la “sobria embriaguez del Espíritu” de la liturgia cotidiana, en la solidaridad de los pobres…
Y podría seguir.
En un estupendo diálogo virtual de León XIV con de jóvenes de Estados Unidos, el Santo Padre arrancó un aplauso cuando les dijo que ellos – los jóvenes – no son el futuro, sino el presente. Y los invitó a dejarse encontrar por Jesús y a cultivar la amistad con Él.
Es por ahí…
4 de diciembre de 2025
