Esta mañana, después de celebrar la Eucaristía dominical, como en cada jornada electoral, me acerqué a la Escuela Mitre de San Francisco y voté.
En estos 43 años de #democracia, solo en dos ocasiones no lo hice y por razones de fuerza mayor.
Con su complejidad e imperfecciones, el sistema democrático nos permite a los ciudadanos elegir y -no es un aspecto a menospreciar- poner límites al poder en el marco del estado de derecho.
Es también la portunidad de indicar, aunque más no sea, un rumbo somero en la construcción del bien común. Es un mandato que los hombres y mujeres de la política deben escuchar e interpretar.
Indignación y desánimo, hartazgo e insatisfacción son reacciones comprensibles ante la crisis actual de la política. En nuestra Argentina es la percepción de una decadencia que no hemos logrado revertir.
Sin embargo, la libertad humana, siempre frágil, imperfecta y naturalmente limitada puede abrirse paso sopesando opciones e intentando el bien posible, aquí y ahora.
El voto se une a las otras elecciones personales y colectivas que jalonan nuestro día a día, nos ponen a prueba y nos desafían a edificar el bien común, el mejor orden justo posible y, como el buen samaritano, hacernos cargo del otro en la situación concreta en la que está, especialmente si está excluído o descartado.
La historia de la libertad es también la del amor y la verdad, y tiene que se mirada en todas sus dimensiones.
26 de octubre de 2025

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