Cónclave a las puertas…

Cada elección de un papa es un acontecimiento de primer orden para la Iglesia… y para el mundo.

El cónclave de la semana próxima aparece especialmente importante y decisivo para el futuro de la Iglesia.

Es así por varias razones que no viene al caso comentar aquí.

Es bueno (en realidad, muy bueno), que los cardenales hablen con franqueza y hasta con aspereza sobre cómo ven la Iglesia, la misión del obispo de Roma y los desafíos que tiene la fe en este tiempo que nos toca vivir.

Parte de esas conversaciones es hacer una evaluación lo más completa posible del papado del papa Francisco, sus más y sus menos, sus logros y sus pendientes. También las cosas que no satisficieron.

Esto pasó en todos los cónclaves, tanto los recientes (tener memoria de 1978, 2005 y 2013) como en el pasado más lejano.

Es lógico que se hable de continuidad o de discontinuidad: en qué nivel se tienen que dar una u otra (qué permanece, qué forma parte del fondo, qué debe se superado o desechado).

El oficio petrino del obispo de Roma, tal como ahora lo conocemos, es fruto de un largo proceso histórico que hunde sus raíces en la voluntad del Señor manifestada en los evangelios, la tradición viva de la Iglesia, la convergencia más o menos fuerte de condicionamientos históricos, políticos y culturales.

Reducir el primado del papa a un primado de honor (un primus inter pares) convive con la tendencia a que el papa absorba toda subjetividad eclesial como si fuera el párroco o el obispo del mundo.

Ya al final de su pontificado, san Juan Pablo II pidió que se ayudara al obispo de Roma a vivir su ministerio también como servicio a todas las Iglesia. Lo hizo con estas palabras: «Que el Espíritu Santo nos dé su luz e ilumine a todos los Pastores y teólogos de nuestras Iglesias para que busquemos, por supuesto juntos, las formas con las que este ministerio pueda realizar un servicio de fe y de amor» (Ut unum sint 96).

Sigue siendo una súplica muy actual.

A todos nos toca rezar por los cardenales, por el cónclave, por la Iglesia y su misión en este mundo nuestro.

San Francisco, 3 de mayo de 2025

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