«La Voz de San Justo», domingo 27 de abril de 2025
“Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».” (Jn 20, 21-23).
Si el Espíritu Santo es el aliento de Cristo resucitado, en el papa Francisco, el Espíritu ha sido un vendaval que sacudió fuertemente a la Iglesia.
Jesús sopla su Espíritu a los apóstoles y les confía una misión: llevar el perdón a todos.
Hace algunos años, con otros dos obispos acompañamos a los curas argentinos que estudiaban en Roma a un encuentro con el papa. Fue un diálogo abierto: preguntas, respuestas, consejos, recuerdos… Un padre departiendo con sus hijos a corazón abierto.

“Hay muchas personas heridas, golpeadas por la vida -nos decía-. Ustedes son curas: perdonen siempre, que nadie se vaya sin una palabra amiga de consuelo y aliento”.
En realidad, este “vendaval” del Espíritu es el que, de tanto en tanto, ha sacudido a nuestra Iglesia, obligándonos a recalcular nuestra fidelidad al Evangelio.
Creo sinceramente que es lo que ha pasado ahora con Francisco. Sus restos mortales descansan en la basílica más antigua de Roma dedicada a la santa Madre Dios. Su alma generosa esperamos que goce de la bienaventuranza eterna.
Nosotros, como peregrinos de la Esperanza, seguimos nuestro camino, inspirados por su testimonio de amor a Cristo, a los pobres y a la Iglesia.
Gracias, Francisco, por recordarnos el corazón del Evangelio: el amor de Dios que perdona siempre…