Homilía en la catedral de San Francisco – Miércoles de Ceniza 5 de marzo de 2025

Les deseo a todos una buena Cuaresma.
El gesto de recibir las cenizas sobre nuestras cabezas es fuerte.
Sí, somos polvo y al polvo volveremos.
De todos modos, esa expresión tomada de la Escritura, no quiere decir que nuestro futuro sea la aniquilación, volver a la nada, desvanecernos…
Mucho menos que Dios, el Padre de Jesucristo, tenga algo que ver con eso…
Hemos salido de las manos del Creador como un acto de amor, tan incomprensible como gratuito y sorprendente.
La noche de Pascua, sin embargo, vamos a recordar que, mucho más potente que el acto creador es el acto redentor que Dios ha realizado rescatando a su Hijo de los brazos de la muerte.
Como hemos reflexionado tantas veces: la última y definitiva palabra que Dios tiene para nosotros es un imperativo: ¡Resucita!
La Cuaresma nos entrena en ese proceso de resurrección que supone atravesar las “oscuras quebradas” de la muerte: muerte al peso del egoísmo y al pecado que nos separa de Dios y de los hermanos, deshumanizando nuestra vida.
Por eso, emprendamos con alegría, decisión y, sobre todo, con humildad el camino cuaresmal.
Este año jubilar, como peregrinos de la Esperanza, el papa Francisco nos propone “caminar juntos en la Esperanza”.
Nos invita a la conversión en tres aspectos de nuestra vida: convertirnos como peregrinos que no tienen la vida asegurada, como Iglesia que aprende a caminar en comunión y sostenidos por la esperanza en la misericordia de Dios que nos abre a la vida eterna.
Emprendamos entonces el camino de la penitencia, sobre todo, de la penitencia más importante: la interior, la que rompe nuestro corazón de piedra y nos abre a Dios y a los hermanos.
Así sea nuestro ayuno, nuestra oración y la limosna generosa.
Suplicamos la gracia del arrepentimiento del corazón: el dolor por nuestros pecados, el propósito de no pecar más y de huir de las ocasiones próximas de pecados.
Conscientes de nuestra fragilidad, alimentar esos deseos nos acercan al corazón del Dios bueno que aborrece el pecado y ama entrañablemente al pecador.
Vuelvo a desearles una buena Cuaresma para todos.
Y sigamos rezando por el papa Francisco.
Amén.