
Acabo de encontrar esta preciosa foto de Benedicto XVI.
Es, con Pablo VI, de los papas recientes que más me inspiran y con los que me siento más en sintonía interior, en mi forma de creer, comprender y transmitir la fe.
Obviamente, este es un punto de vista subjetivo en el que se conjugan temperamento, personalidad, ideas y afectos.
Pero, esta foto refleja algo que es, para mí, un criterio de pensamiento y acción: el modo cómo Ratzinger/Benedicto XVI entiende y vive la liturgia.
En 2006, en un encuentro con adolescentes y jóvenes, un chico le preguntó por su vocación. Después de referir lo que significó para él descubrir la necesidad de Dios para el mundo, en referencia a la oscuridad opresiva del nazismo que imaginaba una Alemania en la que no serían necesarios los sacerdotes, se refirió a la liturgia, como fuente de su vocación al ministerio y a la teología.
En este sentido, dos experiencias fuertes -decía- lo han ayudado: el descubrimiento de la belleza de la liturgia, “porque sentía que en ella se nos presenta la belleza divina y se abre ante nosotros el cielo”. Y, muy unido a lo anterior: “el descubrimiento de la belleza del conocer, el conocer a Dios, la sagrada Escritura, gracias a la cual es posible introducirse en la gran aventura del diálogo con Dios que es la teología. Así -concluye-, fue una alegría entrar en este trabajo milenario de la teología, en esta celebración de la liturgia, en la que Dios está con nosotros y hace fiesta juntamente con nosotros.”
El buen vino de la liturgia de la Iglesia está siempre ahí, como recién salido de las Bodas de Caná, para colmar de alegría el corazón del hombre.
31 de diciembre de 2024 – 2º aniversario de la muerte del Papa Benedicto XVI
