«La Voz de San Justo», domingo 10 de diciembre de 2023

“Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.»” (Mc 1, 6-8).
En esa frase final (“Yo, con agua; él, con el Espíritu Santo”) está todo. Nosotros -como Juan en el Jordán- solo podemos expresar nuestro deseo de transformación con un gesto más simbólico que efectivo, confiando en que, con esfuerzo y determinación, podamos alcanzar la meta.
Solo Dios podía cumplir aquella aspiración. Y no se ha quedado en amagues: lo ha hecho con divina audacia, desconcertando al mismo Juan. Él, que llevaba una vida austera, empieza a comprender que aquel “normalísimo” Jesús será el que finalmente transforme el corazón del hombre. Pero antes, el mismo Jesús será transfigurado por el Espíritu en la resurrección.
Adviento es tiempo de esperanza: esperamos al que viene a nosotros con la potencia del Espíritu de Dios. Todo genuino encuentro con Jesús siempre desata una revolución en la propia vida: Jesús convence, transforma y resucita a todo aquel que acoge su presencia. Por eso, Adviento es también tiempo del Espíritu, que es fuego, soplo y aliento, brisa y viento.
Al ir concluyendo un intenso año 2023, tal vez con muchos pesares, que nuestra espera se vuelva oración: “Ven, Señor Jesús. Ven a nosotros, a nuestra vida, a nuestra historia. Ven y sopla sobre nosotros el aliento de tu Espíritu. Ven, Señor, a renovar todas las cosas. Ven, que esperamos. Amén”.