Meditación para este 1º de noviembre de 2023, solemnidad de Todos los santos

Rezamos poco con las “letanías de los santos”. Es, sin embargo, una plegaria muy bella, además de sencilla y, sobre todo, muy honda. Nos muestra la real hondura de la Iglesia, lo real que no vemos pero que está y se hace sentir: María, los apóstoles, los mártires, los confesores, las vírgenes, consagrados y seglares, etc.
Vamos evocando sus nombres y pidiéndoles que rueguen por nosotros, que nos acompañen y nos inspiren, que nos hagan sentir su presencia especialmente en las horas oscuras de la vida.
Es que somos una familia… y, para eso, están los hermanos que, además, son nuestros amigos. En la familia de sangre no siempre se da esta conjunción de fraternidad y amistad. En la familia de Jesús es lo normal.
Además de las letanías oficiales -las que rezamos en la Vigilia Pascual, por ejemplo- pienso que cada uno de nosotros tiene o podría componer su propia letanía personal con esos amigos cercanos a los que solemos invocar cada día.
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Este 1º de noviembre, aquí en San Francisco, tenemos además la alegría de reabrir la Capilla de Adoración permanente de nuestra catedral. Tuvimos que cerrarla durante la pandemia. Su ausencia se hacía sentir.
Muchas voluntades buenas se conjugaron para dar este paso. Destaco algunas: ante todo, la del beato Carlos Acutis. Sí, este jovencito inquieto y comprador nos reconquistó para la Eucaristía, como él mismo, un día, quedó enamorado de la Misa y del Sagrario. Y, con él, trajo a los jóvenes que, en esta nueva etapa, son protagonistas de este milagro eucarístico: atraídos por Jesús, son capaces de quedarse en silencio, mirándolo y dejándose mirar por Él.
Hay aquí mucha esperanza… Damos gracias a Dios.
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Concluyendo el Sínodo, el papa Francisco nos invitaba a adorar a Dios y a servir a nuestros hermanos. Es lo que esperamos de este espacio de gracia que es la Capilla de Adoración. Para nuestra ciudad, por momentos tan fría y metalizada; pero también para toda nuestra diócesis.
Cuando entrés a la Capilla te encontrarás con Jesús en la Santa Eucaristía. Tal vez haya una o dos personas orando. No te engañés: hay muchos más. Ahí estará, invisible pero real, aquella multitud que vio el vidente del Apocalipsis:
“Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: «¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!». Y todos los Angeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: «¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!»” (Ap 7, 9-12).
Vas a estar en buena compañía…