
En esta Navidad, al recitar el Credo, inclinemos la cabeza ante el gran misterio de la encarnación: «por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre».
En medio de las luces y sombras de la vida, contemplemos al Emanuel, el Dios con nosotros: “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”.
Como Santa Mama Antula, que abrazaba a su «Manuelito» dormido sobre la cruz, recordamos que el Niño nace para amarnos hasta el extremo.
Que esta fe, que ha forjado el camino de nuestra Argentina, siga transfigurando corazones para hacernos servidores de nuestros hermanos.
Confesemos con gozo al Dios que se hizo hombre.
Él es nuestro Salvador, la esperanza de la humanidad.
¡Bendecida Navidad 2025!
