Parroquia «Nuestra Señora del Carmen», La Para (Córdoba), lunes 8 de diciembre de 2025
Todos nos damos cuenta lo difícil que es hablar en momentos como este. Por eso, nos volvemos a la Palabra de Dios y nos refugiamos en ella.
“María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho». Y el Ángel se alejó.” (Lc 1, 38).
Así concluye el evangelio que acabamos de escuchar, en esta querida fiesta de la Purísima, nuestra Virgencita.
María resume su vida en esa frase que le dice a Dios: “Yo soy la servidora -la esclava- del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”.
Escuchándola a María, podemos escuchar también la voz de Diego. Escuchamos su voz y evocamos su rostro.
Diego ha sido servidor del Señor: así ha caminado, así a llevado a término su preciosa vida.
Nosotros lo hemos visto y ahora, sorprendidos y dolidos por su partida inesperada, comenzamos a comprender qué bien nos ha hecho conocerlo, tratarlo, trabajar con él, compartir con él la vida y todas sus cosas.
Ha sido un amigo de corazón grande y espíritu siempre generoso.
En estas horas dolorosas, hemos recibido palabras de condolencia, de cercanía y de oración de muchas personas, comunidades, especialmente de la gran familia catequista argentina.
Les cuento que muchos obispos, sacerdote, religiosas, laicos y comunidades del país se han puesto en comunicación con nosotros para expresarnos que comparten nuestra sorpresa y nuestro duelo.
Vivimos esta pascua de Diego como lo que somos: iglesia, familia grande.
Al evocar a Diego, las palabras que se repiten son: alegría, humildad, cercanía, humanidad, servicio, sencillez…
Creo que Diego me va a perdonar si comparto con ustedes algunas palabras suyas. Se las dirigía a mons. Baldomero Martini el 1º de abril de 1997, pidiéndole entrar al seminario.

Después de contarle lo bien que le había hecho un retiro en Betania, le escribía:
“Bueno, también le comunico que mi vocación sacerdotal va creciendo cada vez más. Yo ya estoy decidido a entrar al seminario, no tengo ninguna duda en ello, además fue mi decisión y realmente realizo lo que me gusta, lo hago a todo con alegría. Es que es algo que me quema por dentro, lo siento desde lo más profundo, puesto que cuando con un compañero hablamos del tema, algo dentro mío empieza como a quemarme y me lleno de alegría. A mí esto me gusta realmente y es por ello que sigo sus consejos para tener las cualidades necesarias para llegar a ser, si Dios así lo quiere, un buen sacerdote.”
Fueron palabras jóvenes, ahora son palabras eternas. Siempre han sido paralabras verdaderas, genuinas, auténticas.
Nosotros las hemos escuchado en la vida de nuestro querido Diego.
Por eso, damos gracias a Dios.
Diego querido: has sido un buen sacerdote, un buen amigo, un pastor alegre y entregado.
Que la Purísima reciba tu alma generosa y con ella podás decirle a Dios: aquí está el servidor del Señor.
Amén.














