Evangelio del domingo XIXº del tiempo ordinario: Lucas 12, 32-48
“No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.” (Lc 12, 32-34).
En este pasaje, Jesús nos presenta dos caminos: acumular o dar. Una bolsa para guardar y amontonar cosas, o una bolsa para compartir y vaciar. Para Él, la decisión de usar nuestra «bolsa» de una u otra forma define el rumbo de nuestra vida.
La clave está en nuestra experiencia de Dios. Si hemos sentido el amor inmenso de un Padre que nos ha dado todo, entonces entendemos que lo primero en la vida no es un mandamiento rígido, sino haber sido tocados por un amor grande que libera nuestro corazón para ser generosos.
El tesoro que Jesús tiene en su corazón es ese amor, y quiere compartirlo con nosotros.
Aunque Jesús habla de vender los bienes y darlos a los pobres, muy pocos están llamados a ese desprendimiento. Para la mayoría de sus discípulos, el desafío es diferente, pero igual de exigente: poseer bienes sin que nos dominen. Se trata de tener cosas sin dejar que endurezcan el corazón, poniéndolas al servicio de los demás.
Volvamos a la imagen de la bolsa. Se trata de elegir qué clase de personas queremos ser: o una bolsa para que nuestras cosas junten moho, o una bolsa amplia en la que siempre hay algo para compartir con los demás.
Buen domingo.
