«La Voz de San Justo», domingo 20 de octubre de 2024
“Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».” (Mc 10, 42-46).
Con el poder sucede como con el dinero: bueno y necesario, si lo absolutizamos nos deshumaniza. El domingo escuchábamos la advertencia de Jesús: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios” (Mc 10, 25).
El papa Francisco suele repetir que “el verdadero poder es el servicio”. Se puede decir también que aprender a ejercer bien la autoridad es una forma especialmente valiosa y exigente de servir. Esto vale para padres, maestros, funcionarios y para cualquiera que tenga que tomar decisiones que afectan a otros. Abusar del poder es tan pernicioso como suponer ingenuamente que no deba existir.
Jesús es mucho más que un bonito ejemplo de servicio. Con la entrega de su vida nos ha rescatado del poder más deshumanizante: el pecado. Y, con el auxilio de su gracia, nos posibilita vivir rectamente nuestras relaciones, especialmente las más exigentes, por ejemplo, las que implican diversas formas de ejercicio de autoridad.
“Solo Vos, Señor Jesús, tenés el remedio de toda corrupción, también de la ambición desmedida de poder. Cuando esa tentación nos vuelva ciegos, tu Presencia nos rescate y nos devuelva a la luz de tu verdad. Amén”