Pequeño como un chico

«La Voz de San Justo», domingo 22 de septiembre de 2024

“Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».” (Mc 9, 36-37).

Las palabras son potentes, tanto como el gesto: poner en medio a un chico, abrazarlo y, sobre todo, identificarse con él.

La Biblia dice que el ser humano es imagen de Dios. El que quiera saber cómo es Dios tiene que mirarse a sí mismo y a sus semejantes. Jesús añade: en este mundo nuestro, a veces tan oscuro y triste, lo más parecido a Dios es un chico. Así es Jesús, así es el Padre que lo ha enviado.

Es comprensible la desorientación de los discípulos. Como ellos, también nosotros tenemos una imagen diversa de Dios: todopoderoso, omnisciente, inmenso… Todo lo cual es rigurosamente cierto.

Solo que, todos esos atributos tienen que releerse desde el Evangelio de la pequeñez del Dios hecho hombre y paciente: Él es como los chicos…

Esa es la postura cristiana: el inmenso en la pequeñez de un niño, la omnipotencia en la debilidad de un chico, la sabiduría en la simpleza de un pequeño. Y, en la cumbre de la paradoja: en la pobreza de un pesebre y en el despojo de la cruz, el amor más grande y salvador.

En sociedades que se secularizan -como la argentina-, las religiones y sus representantes nos volvemos cada vez más irrelevantes.

La buena noticia es que, en ese clima o precisamente por él, se puede vivir y comunicar la fe del Evangelio con increíble frescura: una pequeña semilla que busca la tierra para crecer y dar fruto.  

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