«La Voz de San Justo», domingo 25 de agosto de 2024

“Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».” (Jn 6, 66-69).
Nuestro viaje por el capítulo sexto del evangelio de Juan ha durado cinco domingos.
Ojalá que Jesús nos haya arrancado la misma confesión que a Simón Pedro: “Señor, ¿a quién iremos?”.
Es el viaje de la fe. Y no termina. No fue así para Simón, tampoco para nosotros. San Juan nos cuenta que este “¿A quién iremos?” tendrá que madurar en aquel: “Señor, tú lo sabes todo. Sabes que te amo” (Jn 21, 17).
Seguirá la misión –“Apacienta mis ovejas”- y, nuevamente, el camino hacia delante: “Sígueme” (Jn 21, 19).
Así para Simón y también para nosotros.
No pasemos por alto este “pequeño” detalle: el viaje de la fe es siempre una respuesta libre que suele germinar en la tierra árida del rechazo, la incredulidad o incluso la indiferencia como clima del tiempo.
El camino de la fe sigue y sigue, pero no en la incertidumbre, sino en la plenitud de ese encuentro que lo cambia todo.
Dejo la palabra a uno de los más grandes teólogos de siglo XX, Karl Rahner:
“Cabría decir que el cristiano del futuro o será un ‘místico’, es decir, una persona que ha ‘experimentado’ algo o no será cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, previos a la experiencia y a la decisión personales”.
“Señor, ¿a quién iremos? … Vos lo sabés todo. Sabés que yo te amo. Amén”.
Un comentario en “¿A quién iremos?”