Una monja benedictina y unos curas diocesanos de retiro

A propósito de los Ejercicios Espirituales del Presbiterio de San Francisco 2024 predicados por la Hna. María Luz osb

“Ahora bien, lo que enseñaron los Apóstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree.” (DV 8).

Con la asistencia del Espíritu Santo, la Iglesia “va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios.” (ídem).

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Estas palabras de la Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II me han venido al corazón, una y otra vez, a medida que transitábamos los Ejercicios Espirituales del Presbiterio de este año 2024, dirigidos por una monja benedictina de la Abadía «Gozo de María», la hna. María Luz osb. 

Tuvieron lugar en la Casa de Retiros “Betania” del lunes 8 al viernes 12 de abril de este año.

Siempre me ha gustado imaginar la Tradición viva de la Iglesia como un caudaloso río que nace en las alturas de la montaña, pero que, cuando llega a la llanura, el ímpetu inicial toma la forma de un caudal sereno pero fuerte y profundo, paciente y constante y que, de esa forma va irrigando y fecundando las tierras por las que dibuja su curso. 

Su caudal lo forman la tradición apostólica a la que se van sumando las innumerables tradiciones espirituales, apostólicas, teológicas, místicas, sociales y culturales que muestran el rostro luminoso del humanismo cristiano que prolonga en la historia la Encarnación y la Pascua.

De ese caudal forma parte la tradición benedictina con su modo tan propio y sabroso de leer a Dios en la lectio divina de las santas Escrituras, su teología mística y afectiva, su vivencia profunda del servicio divino en la liturgia uniendo mente, labios y corazón, su hospitalidad generosa y católica, pero que, cuando se expresa a través del genio femenino adquiere una elocuencia particularmente bella e incisiva.

¿Puede una mujer, monja contemplativa, benedictina en este caso, guiar una tanda de Ejercicios a un Presbiterio (obispo y presbíteros), varones todos ellos empeñados en la labor apostólica?

Sí, puede. Claro que puede. De hecho, es lo que hemos experimentado en estos días. Los testimonios que abajo transcribo dan cuenta de ello. Con la elocuencia de la realidad esa pregunta se responde cabalmente.

Y, si no bastara o no convenciera la experiencia vivida, vale también argumentar un poco, sin perder de vista la fuerte vivencia que hemos tenido en estos Ejercicios.

Los sacerdotes somos, ante todo, hombres y discípulos. O intentamos serlo. Buscamos a Dios, tenemos sed de Él, anhelamos ser iluminados por su Rostro… y esto, como le ocurre a todo ser humano que camina la historia. 

Y somos hombres y discípulos en un tiempo como el nuestro en el que muchos de nuestros hermanos y hermanas, tal vez en el seno de nuestras propias familias y red de amigos, saben de sobra lo que es vivir sin Dios, sin un Dios vivo ante el que llorar, gritar, orar o bailar. 

Somos pastores en un tiempo y en una región fuertemente galvanizados por un secularismo penetrante, frío e inhumano. 

Por eso, sentimos el deseo del infinito. Sentimos la necesidad del cielo. Y esa fibra íntima de nuestro ser ha tocado la monja con sus meditaciones, pero, sobre todo, con la propia experiencia espiritual que transmitían sus palabras, tanto como su presencia.

Personalmente fui tocado de manera muy intensa por la meditación sobre el Cantar de los Cantares, cuya lectio hizo vibrar el deseo de Dios. Tuvo como título: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”

Una monja o un monje, aun considerando todo lo que los distingue de un laico, de un obispo o un cura, tienen, sin embargo, muchos más puntos en común. Es mucho más lo que los une que aquello que los separa. 

Una monja o un monje viven radicalmente algo que no puede faltar en el corazón de la experiencia espiritual de todo bautizado, también de aquellos que tenemos una vocación apostólica: somos del Señor y para el Señor, y nuestra misión es abrir el mundo a la acción del Espíritu. 

Aquí me detengo, aunque podría continuar desgranando tantas cosas vividas. Dejo paso al testimonio de mis hermanos curas, porque hablan con más elocuencia que la mía.

Solo añado esto: nos ha hecho mucho bien, según el Evangelio, vivir este tiempo intenso de oración. Por eso, gracias sean dadas a Dios por nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo. Amén.

+ Sergio O. Buenanueva

Obispo de San Francisco

23 de abril de 2024

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Testimonios de algunos de los presbíteros que participaron de los Ejercicios Espirituales 2024

“La experiencia personal en el retiro del Presbiterio 2024 ha sido, para mí, de consuelo y aprendizaje para abrazar la contemplación en mi vida ministerial. El acompañamiento de la hna. María Luz como madre espiritual, mujer de fe y monja ha tenido la pedagogía de una maestra espiritual que nos ayudó a vivir, desde la Palabra, la belleza del Resucitado”

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“En este retiro estoy viviendo la experiencia de recibir, por desborde, la sabiduría que es fruto de la contemplación del misterio de Dios, de la lectio divina, de la meditación, de la enseñanza de los santos. Creo que a través del servicio de la hna. María Luz, de su presencia, uno puede palpar y redescubrir la belleza y la importancia del carisma de la vida contemplativa en la Iglesia. 

Es una gracia muy grande que me da claridad del discernimiento, confirmación y una invitación clara a la conversión en algunos aspectos de mi relación con Jesús. Y también la riqueza de las meditaciones que me siguen dando pasto para seguir rumiando durante todo el año”.

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“Mi experiencia de esta semana del retiro es volver a la parroquia con más gusto y deseo de hacer la actividad desde la oración personal diaria, haciéndolo en el silencio y llevando lo que vive la gente, lo que uno escucha en la atención a las personas, llevarlo a la oración y en el silencio sentir ese gusto del abrazo de Cristo por cada uno. Silencio, oración y la realidad de lo que vive la gente”. 

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“En estos días de especial intensidad espiritual he encontrado cómo en la Iglesia siempre hay quienes, con su modo de buscar a Dios, nos estimulan, nos empujan, nos alientan. Son días para ver con más claridad algo de lo cual estamos convencidos, pero que a veces se nos desdibuja: solo Dios basta. Con la ayuda de las meditaciones de la hna. María Luz, con todo lo que externamente se ofrece, con el silencio necesario, con actitud de acogida y apertura de mi parte, el buen Dios ha echado más leña al fuego en el deseo de seguir buscando su Rostro. 

Las meditaciones sugeridas me llevaron a seguir encontrando a Dios en el Rostro de Jesús, a confirmar lo que muchas veces he pensado: no creo en Dios, creo en el Dios de Jesús. En la meditación sobre la misericordia he pensado en la belleza de esta convicción: curar heridas está en el centro de nuestro ministerio como lo hizo Jesús; pero esa es también la fuente de nuestra curación. Aliviando nos aliviamos. Una vez más puedo confirmar que el ejercicio del ministerio es fuente de santificación”. 

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“En esta semana que nos ha precedido el domingo de la misericordia, en el retiro la hna. María Luz nos ha manifestado la presencia de un Dios misericordioso, cercano, que acompaña. Presencia que muchas veces, en lo personal, necesitamos acrecentar para poder ser reflejo de esa misericordia del Padre. 

Gracias hna. María Luz por tu hondura espiritual que nos ha manifestado el Rostro de este Dios amoroso y misericordioso”.

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“- La reflexiones que nos propuso la Hna Maria Luz, han sido para mí un baño sereno de luz pascual durante esta semana. 

– Me hizo muy pero muy bien escuchar el misterio de Dios narrado por una mujer consagrada. Develó con más profundidad y hondura aspectos del Misterio, a los que sólo ellas, en compañía de la gracia, pueden llegar.

– Sentí que sus reflexiones son totalmente creíbles, primero porque brotan de un corazón que es y se manifiestan en todas sus acciones, palabras y miradas, CREYENTE (CREE)

– Creo que fue la primera “predicadora” a la que no se la presentó con títulos académicos, “carrera eclesial”, o logros meramente humanos. Monja, benedictina, mujer buscadora de Dios; eso basta. Me hizo mucho bien que “eso basta”.

– Sus reflexiones más que de elucubraciones teológicas,  las viví como una “lectio divina intergratur in vita tua”.

– Mes asombró libertad de moverse dentro la “nube” del Espíritu, fue una revelación e invitación de un corazón creyente que bebe, como Elías, frecuente el agua fresca del arroyo.  1 Reyes 17, 4-6

– Exprimenté la sorpresa de su trato tan familiar con el Señor, “como quien habla cara a cara con un amigo” Ex 33, 11

– Vivencié el estupor, en cada una sus palabras, de toda la Sagrada Escritura atravesada por el misterio de Cristo, que da cumplimiento a las promesas del Padre.

– Deja en mí una renovada invitación a volver a creer, con más frescura y libertad.

– Confirmó intuiciones y mociones del Espíritu en este último tiempo en mi vida y despertó, porque a veces como los discípulos nos dormimos, la búsqueda y la sed de Dios que me invita a estar siempre en vela y vigilante para no caer en el sueño adormecedor de la mundanidad”.

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“Muchas gracias, hna. María Luz. Bendigo a Dios, porque todos estos días de oración. En verdad que fuiste fiel a lo que dijiste el primer día de los Ejercicios Espirituales. Recuerdo que dijiste: «vengo a compartirles mi experiencia de oración». Y creo que ahí estuvo la riqueza de la gracia de estos días: que una monja de clausura abra su corazón para compartir, de una manera simple, pero a la vez honda, profunda, su experiencia, su vivencia de oración, su lectio, con todo lo que encierra la riqueza de ser mujer y consagrada a Dios. Me han hecho mucho bien todas tus meditaciones, pero debo confesar que la del Cantar de los Cantares me ha dejado trastornado. Esa propuesta de buscar, encontrar, perder y volver a encontrar a Dios, llenó de entusiasmo y me movilizó el corazón, mi corazón de cura. 

Me quedo con una imagen de las tantas que presentantes en estos días que, al decir del papa Benedicto, era un hombre tironeado por dos amores: el amor a Dios y el amor al pueblo. Creo que no hay nada más hermoso que se pueda decir de la vida y del corazón de un sacerdote: que este tironeado y movido por esos dos amores: Dios y el pueblo. Es por eso que me uno al salmo 115, y a vos, hermana, para decir a Dios: «¡Cómo te pagaremos todo el bien que nos hiciste!»”

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“Doy gracias realmente a Dios porque estos días fueron, para mí, maravillosos. Uno de los retiros más lindos de mi vida, sobre todo, para esta etapa que me toca vivir. Doy profundamente gracias a Dios, y pido al Espíritu Santo de poder aprovecharlos todos estos mensajes, todas estas experiencias, todas estas gracias para esta etapa de mi vida. Doy gracias a esta querida diócesis, a este Presbiterio, y a esta hermosa hermana que nos ha ayudado a meternos allí, donde nació todo, en la historia de la humanidad, y nuestra propia historia. Estoy profundamente agradecido. Dios es amor.”

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“Creo que el retiro ha sido la respuesta de Dios a lo que compartíamos en la conversación espiritual en la jornada de la Misa crismal, donde iniciamos este diálogo en torno a la oración y, en aquel momento, entorno a dificultades y desafíos que se planteaban. Creo que María Luz ha sido el instrumento de Dios para responder, y responder con creces, al planteo que nos hacíamos. Su sabiduría, su santidad, su familiaridad con la Palabra de Dios, el toque de lo femenino, que considero que ha sido muy importante, ha ayudado a vivir profundamente estos días de retiro. 

Cuando digo ‘profundamente’, creo que tanto en lo personal, en la oración, en la reflexión, en el clima interior con el que lo pude vivir, y también en el clima fraterno que hemos vivido en cada uno de los momentos, aun en aquellos momentos en que nos cuesta más el silencio, creo que hemos podido vivir intensamente. Doy gracias a Dios.”.

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“Fue un retiro muy suave, ‘suave’ en el sentido de que la Palabra fue cayendo como esa llovizna de estos días, suavecito en nuestro corazón, a través de la suavidad y la ternura de esta mujer, tremendamente enamorada de Jesús y de su vocación. Y así, con la suavidad y la ternura propia de una mujer, me fue llevando hacia el encuentro con Jesús, me puso frente a Jesús, y a esa realidad tremenda de decirle sí constantemente, de optar cada día por él y su Evangelio. Fue ayudándome a entrar, suavemente, despacito, en esta oración para que Jesús entre en mi corazón, suavemente, y pueda hacer su obra. Muchas gracias por eso”. 

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“El retiro me dejó a las puertas del misterio que, sin dejar de ser misterio, es, sobre todo, cercanía. Ahora me toca entrar diariamente en él de la mano de María y de José.”

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