Job, Jesús y nosotros

«La Voz de San Justo», domingo 4 de febrero de 2024

Las lecturas de este domingo nos permiten dibujar un cuadro con dos paneles. En el primero, está Job. En el segundo, Jesús y una multitud de heridos. 

“Recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la felicidad.” (Job 7, 7).

Job parece al borde del desasosiego total. En él podemos contemplar a tantos que hoy están en la misma situación vital. Cuando muere Dios en el corazón, éste queda a merced de la desesperación. Ese vacío se siente, tanto como se busca colmarlo con sucedáneos (ideologías de moda , emociones fuertes y  adictivas).

Jesús cura a la suegra de Simón Pedro

“Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él.” (Mc 1, 32-34).

No cualquier Dios puede dar esperanza al corazón humano. Solo el que nos ha salido al paso en Jesús: el que se deja alcanzar por las heridas que llevamos en el cuerpo y en el alma, las sana y nos salva. Es lo que contemplamos en el cuadro que pinta tan diestramente san Marcos en su evangelio. 

Vivimos un tiempo de “eclipse de Dios” (Benedicto XVI). Ninguno de nosotros escapa a esa situación. Por eso, miramos a Job y nos reconocernos en su plegaria y en sus sentimientos. Y, desde ese lugar, nos acercamos a Jesús. No hay mejor situación que esa para reconocerlo como Salvador, vivo y presente en medio de nosotros. 

“Señor Jesús: ningún sufrimiento humano te es indiferente. Por eso, a Vos nos acercamos con la confianza de saber que tu Persona es fuente de salud para todos. Amén.”

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