Debate

He seguido todos los debates de los presidenciables desde que existen. El domingo, por ejemplo, empecé a escucharlo por la radio del auto, mientras volvía de una fiesta patronal; cuando llegué a mi casa, me senté frente al televisor.

Sé bien que, la inmensa mayoría de ciudadanos pasan de estos debates… y comprendo las razones. No juzgo a nadie. Me sorprendió gratamente que el debate del último domingo tuviera un rating muy alto.

Soy un nostálgico de la democracia de inspiración liberal (la de la Constitución); esa que nunca ha terminado de echar raíces del todo en nuestra cultura política argentina, más enamorada de caudillos inapelables y providenciales que de los rituales grises y aburridos de las formas republicanas.

Por eso, creo que los «rituales de la palabra» son fundamentales para la vida ciudadana. Porque las ideas que se exponen, se clarifican, de rebaten o se refutan, son fundamentales para poner en marcha procesos interiores que, tarde o temprano, desbordan la conciencia y se transforman en acciones que modifican la vida.

Nada hay más poderoso que una idea… Si es buena, nos lleva a buen puerto… Y, si por desgracia, es mala, siembra muerte y destrucción.

La democracia vive una crisis, no solo en Argentina, sino en todos los países que asumieron sus reglas de juego surgidas entre los escombros de las guerras mundiales del siglo pasado.

Es posible que sea una crisis terminal (algunos así ya lo auguran e incluso lo promueven). Yo tengo la esperanza bien pequeñita pero firme de que se trate de una crisis de crecimiento y que, por tanto, podamos dar un paso, también pequeñito, pero un paso más al fin, para consolidarla.

Porque democracia significa apostar por las personas, esas que, según nuestra fe cristiana fueron creadas a imagen y semejanza del Creador y que han sido alcanzadas por la Sangre de Cristo.

Con fe teologal solo creo en Dios, tal como lo recitamos en el Credo apostólico. Pero, con la confianza que brota de esa fe incortrovertible y firme, quiero apostar por el bien, la justicia y la belleza de todo lo genuinamente humano, también de la convivencia social entendida como amistad y reconciliación.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.