«La Voz de San Justo», domingo 17 de septiembre de 2023

“Entonces se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?». Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete…».” (Mt 18, 21-22).
Pedro está dispuesto a perdonar. Ha logrado captar que, para Jesús, el perdón de las ofensas es valioso. Tal vez, ha visto cómo Jesús no se deja ganar el corazón por el resentimiento, el rencor o la venganza. Ha intuido que, siendo así, Jesús es libre con una libertad insospechada para él.
Pero… todo tiene un límite. También esta actitud. De ahí su propuesta generosa pero sensata: hasta siete veces.
A Pedro, como a nosotros, la respuesta de Jesús nos descoloca: hay que dejar la aritmética de lado y no calcular, sino abrirse a la desproporción de lo infinito. Setenta veces siete, que es como decir: siempre…
En la parábola que cuenta a continuación está la clave. Otra vez, la desproporción entre la deuda impagable de un servidor que es perdonado por su señor, y la insignificante cifra que este deudor perdonado no puede condonar a otro compañero de trabajo.
Cada uno de nosotros vive de la misericordia de Dios, de ese amor desbordante, gratuito, absoluto e incondicional. Ese amor recibido es la fuente vital de nuestro modo de estar frente a los demás: “Felices los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia” (Mt 5, 7). El perdón de Dios nos alcanza solo cuando nos dejamos llevar por él y somos capaces de tender la mano a quien nos ha ofendido: Padre, perdónanos como perdonamos, nos enseñó a rezar Jesús.
“Señor Jesús: enséñanos a perdonar de corazón, porque el perdón nos transforma desde dentro, nos vuelve más humanos y prepara este mundo nuestro para tu reino. Amén.”