“Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia.” (Jn 10, 9-10).

El encuentro con Cristo y su Evangelio es una experiencia de libertad. A lo largo de los tiempos, Jesús ha regalado al mundo hombres y mujeres profundamente libres, genuinos, auténticos. Este es el fruto más precioso y duradero de la fe cristiana, allí donde se la vive en serio.
Jesús es puerta abierta y también el pastor que llama, cuida y conduce: «Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia.» (Jn 10, 10). Solo hay que dejarse guiar por Él.
La fe es siempre un camino, un viaje, un éxodo. Jesús nos alcanza en el punto del camino en que estamos; nos acepta como somos, pero no nos deja simplemente ahí. Nos saca de nuestros encierros y esclavitudes, y nos lleva a la tierra de la libertad: la comunión con Dios, su Padre.
Cada año, en este cuarto domingo de Pascua, los católicos celebramos la Jornada Mundial de oración por las Vocaciones. Pedimos que cada bautizado descubramos nuestra vocación y misión. Suplicamos que no falten sacerdotes, diáconos, catequistas, evangelizadores. Porque el Evangelio de Cristo tiene que seguir llevando libertad, esperanza y alegría a los corazones.
“Señor Jesús: Vos sos la Puerta abierta, amplia y generosa que nos permite salir de nuestras esclavitudes, encierros y rigideces. Escuchando tu voz de buen Pastor emprendemos ese éxodo fatigoso y fascinante que nos lleva a la tierra de la libertad, en la que Vos vivís: la comunión con tu Padre en el Espíritu Santo. Amén.”
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