Y Jesús lloró

«La Voz de San Justo», domingo 26 de marzo de 2023

“María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: «¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás». Y Jesús lloró.” (Jn 11, 32-35).

A las puertas de Pascua, otro relato magistral del cuarto evangelio: Jesús devuelve la vida a su amigo Lázaro. Es su último signo en este evangelio. Resume los siete anteriores y anuncia su resurrección: Jesús no volverá, como Lázaro, a esta vida mortal, sino que entrará en la vida para siempre. Contemplamos a un Jesús “conmovido y turbado” ante la muerte del amigo y el dolor de sus hermanas. En el momento culminante, la conmoción se vuelve llanto: “Y Jesús lloró”. 

Te invito a detenerte aquí. Ante la muerte, más que palabras, valen el silencio y dejarnos alcanzar por las lágrimas del que llora. Aquí, por las de Jesús que son el llanto de Dios. Creemos en un Dios que no es indiferente ante el sufrimiento de sus hijos, incluso de su creación. Y que sabe llorar. ¿Qué nos dice el llanto de Dios? ¿Qué situaciones de la vida precipitan sus lágrimas? Allí donde un ser humano -un niño, un adicto, una madre- sufre y llora, allí está Cristo derramando sus lágrimas y poniendo en marcha la resurrección.

“Señor Jesús: estamos con vos ante la tumba de Lázaro, tu amigo entrañable. Vemos a Marta y María de Betania. Y vemos tu llanto. Quisiéramos llorar nuestra fría indiferencia ante las muertes que nos rodean. Verte llorar, despierta en nosotros la conmoción que abre a la vida. Danos, Señor, tus lágrimas. Amén.”

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