Maestro Fernando Ballesteros… ¡Gracias!

Me tengo que retrotraer a 1981. Había pasado el Congreso Mariano Nacional y, como fruto de esa caricia de la Virgen, la arquidiócesis de Mendoza reabría el Seminario.

Éramos un grupo nutrido de jóvenes (hoy diríamos: de adolescentes) deseosos de ser curas.

Un también jovencísimo profesor de música nos deslumbró con su voz y, sobre todo, por su pasión por la música sagrada.

Era el querido Fernando Ballesteros.

Venía cada semana a darnos clase y a educarnos la voz.

Junto con otros maestros, cuyos nombres atesoro en el corazón, Fernando despertó en mí el gusto por la música y el canto. Me entregué de lleno a repasar mis vagas nociones de música y, de manera especial, a aprender todo lo que más pudiera.

Él me acompañó con paciencia y verdadera pasión de docente.

Con el tiempo, ya ordenado sacerdote nos volvimos a encontrar en el Seminario. Volvimos a trabajar juntos en muchos proyectos. El último: el Coro diocesano «Juan Pablo II», al que acompañó, junto con la también queridísima y recordada Juanita Guevara, en tantas ocasiones (incluida mi ordenación episcopal).

Esta mañana me desperté con la noticia de su fallecimiento. Recé por él el Rosario y, esta tarde, ofreceré la Eucaristía por su descanso eterno. También por el consuelo de su familia.

Pero es un recuerdo agradecido. Sí: doy gracias porque Fernando se cruzó por mi camino de fe y de misión sacerdotal. Es un regalo de Dios, de la mano de María, que forma parte de esa historia de gracia y salvación que nuestro buen Dios hace con cada uno de nosotros.

Voy a volver a escuchar algunas de sus interpretaciones en el canal de Youtube que abrió años atrás. Y, de ser posible, volveré a escuchar «Señora Mendoza» de Julio Azzaroni.

Creo que se lo estará cantando al Creador en el cielo.

Hasta vernos de nuevo, querido Fernando. A Dios.

PS. Acabo de hablar con el padre Marcelo De Benedectis que lo acompañó en estos últimos momentos. Marcelo da cuenta de cómo vivió Fernando su Pascua: su amor a Cristo, a la Virgen, al Cura Brochero. Confirma así, lo que todos pudimos leer en su alma desde que lo conocimos. Descansa en paz, querido Fernando.

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