“La Voz de San Justo”, domingo 18 de diciembre de 2022

“El Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados».” (Mt 1, 20-21).
Cada domingo los cristianos evocamos este evangelio cuando confesamos que Jesucristo “nació de santa María virgen”, “concebido por obra y gracia del Espíritu Santo”. Este año, a las puertas de la Navidad, volvemos a escuchar este relato de la concepción virginal de Jesús.
En sociedades como la nuestra (¿postcristianas?), la Navidad, sin dejar de ser una fiesta popular arraigada, viene perdiendo su perfil cristiano específico. Por eso, escuchar que María espera un hijo, por obra del Espíritu Santo, es toda una provocación.
¿Estamos dispuestos a dar crédito a este mensaje y a fundar en él nuestra vida?
No hay forma de reducir el escándalo. Ahí está esta palabra evangélica. Transmite un mensaje potente: en nuestra historia no solo estamos nosotros, nuestras posibilidades y límites. Está también Dios. Y es capaz de hacerse presente e intervenir desde dentro, manteniendo intacta su iniciativa y dándole a nuestra historia una inesperada posibilidad.
Creer en Jesús, concebido por obra del Espíritu Santo, es tan razonable (y loco) como creerle a quien nos dice: «Te amo». Todo cae o se mantiene si se acepta o no esta declaración. Es la provocación de la Navidad.
“Señor Jesús: Estás llegando a nosotros. Venís del Padre, engendrado en María por obra del Espíritu Santo, regalo gratuito e inmerecido. Y venís como Salvador. No, no estamos solos, librados a nuestra suerte. Sos el Emanuel: Dios con nosotros. Por eso, como José, te decimos: Amén.”