«La Voz de San Justo», domingo 13 de noviembre de 2022
“Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas».” (Lc 21, 17-19).
Jesús acaba de anunciar la destrucción del templo de Jerusalén y sus discípulos le preguntan cuándo ocurrirá. Elude la respuesta. Siempre habrá catástrofes, conflictos y situaciones difíciles. Así es la historia humana.
Un cristiano no tiene otro camino que el de Jesús: en cada circunstancia, anunciar el Evangelio y estar dispuesto a compartir con él todo lo que esa pasión misionera implica.
Y eso supone hacerse cargo de las resistencias que el Evangelio suscita. En primer lugar, en sí mismo. Y no asombrarse ni dejarse ganar por el victimismo.
En tiempos recios es fundamental saber dónde está anclada la vida. Para un discípulo de Jesús no hay dudas: en el Padre. Estamos en sus manos, no menos que la vida y la historia de todos. Esa serena certeza es uno de los aportes más decisivos de la fe cristiana al mundo.
Este domingo es la Jornada Mundial de los Pobres. Su lema: «Jesucristo se hizo pobre por ustedes». Dios se hace cargo de la fragilidad humana. Así es el amor que salva.

«Señor Jesús: tu Evangelio es luz para la vida. Nos salva, porque nos dice la Verdad y nos hace echar raíces en ella. Es la Verdad del amor más grande, el más creíble y puro, el que resplandece en tu Pascua. En medio de las tormentas de la vida, tu Evangelio es luz que nos conforta y consuela. Confiando en tu Padre, también nosotros abrazamos toda vida vulnerable. Amén.»