«La Voz de San Justo», domingo 30 de octubre de 2022

“Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.” (Lc 19, 5-6).
El encuentro de Jesús con Zaqueo siempre sorprende. Desde el dato simpático de la estatura que y la trepada al árbol, hasta el modo cómo Jesús elige hacerse presente en la vida de Zaqueo.
Esto último es clave. No es que Jesús no tenga protagonismo. Lo tiene, y decisivo. Zaqueo quiere verlo; pero, en definitiva, es Jesús el que lleva la iniciativa. Es un modo de proceder evangélicamente genial: Jesús juega todo en una cercanía de amistad incondicional. Todo lo demás es consecuencia.
Esa cercanía pone en marcha lo que a Jesús más le interesa: la conversión de Zaqueo. Y la alegría es el sello de todo este proceso hondamente humano y divino. Es salvación en acto.
En sus palabras y gestos no hay moralina. Ni siquiera condiciona su presencia a un eventual arrepentimiento del pecador. Jesús sabe que, para que haya conversión, lo primero es siempre el amor incondicional. Es lo que Él ha bebido en el seno del Padre, y lo que ha traído al mundo.
“Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».” (Lc 19, 9-10).
“Como Zaqueo, también yo te busco, Señor Jesús. Quiero verte. Sé que vos me buscás y querés cruzar tu mirada con la mía. La puerta de mi casa está abierta y sé que querés entrar, para que la alegría sea completa. Te siento cerca, Señor. Solo te queda mirar hacia arriba y decir mi nombre. Amén”.