«La Voz de San Justo», domingo 7 de agosto de 2022
“Busquen más bien su Reino, y lo demás se les dará por añadidura. No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.” (Lc 12, 31-32).
Ya lo dijimos el pasado domingo: Jesús no desprecia el dinero, considerándolo malo. Él no es un asceta amargado. Por el contrario: una palabra clave de su prédica es “feliz”, “bienaventurado”. Anuncia una buena noticia que colma de alegría: el amor de Dios que se preocupa de todas sus criaturas.
Como buen conocedor del corazón humano, sabe que la felicidad que el Padre quiere para nosotros tiene una condición: la libertad interior que nos permite usar de las cosas sin dejarnos dominar por ellas.

El dinero, por ejemplo, es necesario para vivir. Sin embargo, lleva consigo una amenaza constante: que la preocupación por conseguirlo se vuelva una obsesión que llene de ansiedad la propia vida, al punto de no vivir sino para acumular y poseer, incapacitándonos para disfrutar lo verdaderamente valioso.
De esa mirada sapiencial surge su invitación de este domingo: “Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.” (Lc 12, 33-34).
Es una llamada a la fraternidad, a la gratuidad del don, a acertar con la orientación de la vida, a preocuparnos por la justicia, lo verdaderamente bello y noble. En palabras de Jesús: el “reino de Dios” que, en definitiva, es el mismo Padre el que quiere regalárnoslo.
“Señor Jesús: danos tu sabiduría divina, para acertar en nuestra vida. Que busquemos el Reino del Padre, por encima de todo. Que seamos libres para ser hermanos. Amén”.