«La Voz de San Justo», domingo 31 de julio de 2022
«Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas» (Lc 12, 15).
Ni pobrismo, ni demonización del dinero. Una advertencia de sentido común y, sobre todo, una perspicaz percepción de la condición humana.
Jesús conoce lo que se agita en el corazón. Sabe de sus posibilidades y grandezas, sus riesgos y miserias. Ahí pone el ojo. La legítima necesidad de poseer puede desbalancear el delicado equilibrio de la vida, si la laboriosidad se vuelve avaricia y el bienestar personal, valor absoluto.
Acumular riquezas puede ser relativamente fácil para algunos. Lo verdaderamente desafiante es crecer en calidad humana. O, como, termina diciendo Jesús: «ser rico a los ojos de Dios» (Lc 12, 21).
Jesús no condena los bienes materiales. Tampoco el espíritu de emprendimiento o el ingenio creativo que multiplica la riqueza. Al contrario. Quien obra así prosigue la obra creadora de Dios.
Su advertencia apunta también en esta dirección: que el emprendedor tenga los mismos sentimientos y actitudes del Padre. Que sea laborioso y compasivo, ingenioso y sensible, cuidadoso con lo propio y multiplicador de las posibilidades para los demás, atento y creativo para generar el bienestar de todos: el propio y el de los otros.
«Jesús: Vos conocés como nadie nuestro corazón. Con tu Espíritu danos tu misma libertad interior. Que aprendamos a multiplicar los bienes, pero, sobre todo, la bondad. Que seamos ricos a los ojos de Dios. Amén.»