«La Voz de San Justo», domingo 17 de julio de 2022

“Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada.” (Lc 10, 41-42).
La hospitalidad era muy estimada en las antiguas culturas orientales, como vemos en la Biblia. Mucho más de lo que ahora alcanzamos a percibir. Era, ante todo, un deber sagrado.
Involucraba de manera especial a las mujeres: la señora o la esclava de la casa. Ellas tenías que quitar las sandalias del huésped, lavar sus pies cansados y polvorientos; proveer además un nuevo vestido al caminante; finalmente, sentarlo a la mesa y servirle algo sustancioso para comer. Solo entonces, los varones se entretenían en la conversación.
Es lo que hace Marta: se afana en disponer todo para acoger al ilustre huésped. Su hermana María, en cambio, se sienta a los pies del Maestro para escucharlo. Lo más disruptivo, sin embargo, lo hace Jesús: toma con naturalidad esa actitud y acepta a María como interlocutora.
Son importantes las “cosas” que hace Marta, pero -y a eso apunta el reproche de Jesús- más importante es mirarlo a los ojos, escuchar su mensaje e involucrarse personalmente con él. Esa es la “parte mejor” que María ha elegido. Esa es la hospitalidad que él espera.
Una vez más, una mujer concreta es la imagen más lograda de lo que significa la fe como actitud de vida. En este caso, María de Betania. Modelo para todos: varones y mujeres.
“Señor Jesús: seguís recorriendo nuestros caminos y tocando a nuestras puertas. Como Marta queremos afanarnos por darte hospedaje. Pero queremos ser como María de Betania: acallar nuestras ansiedades, ponernos a tus pies y ser más discípulos que nunca, atentos solo a tu Palabra. Amén.”