«La Voz de San Justo», domingo 2 de julio de 2022

“Al entrar en una casa, digan primero: «¡Que descienda la paz sobre esta casa!». Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.” (Lc 10, 5-6).
Un saludo cotidiano (¡Shalom!: ¡Paz!) se convierte en expresión elocuente de la misión de Jesús que continúa en sus discípulos: ser portadores de la Paz.
Una Paz que está llamada a echar raíces en cada hogar. Porque la Paz de Cristo crece desde abajo: de los corazones pasa a los vínculos más cercanos y, de allí, se difunde por doquier. Entonces, el don de la Paz miraba a reunir a quienes se percibían como irremediablemente alejados: los fariseos y los publicanos, los judíos y los samaritanos, los justos y los pecadores.
¿Qué distancias tienen hoy que acortarse? ¿Qué adversarios reconciliarse? ¿A quién tengo que tender la mano? ¿Por dónde debe circular la Paz del Evangelio, aquí y ahora?
Son buenas preguntas para hacernos en este tiempo y en este mundo nuestros, amenazados hoy por una guerra que, en cualquier momento, puede convertirse en global.
“Paz” es otro nombre para hablar de Dios y su reino. Es el nombre de Dios, el Padre de Jesús y, en Él, de todos los hombres y mujeres del mundo.
“Señor Jesús: Vos has venido a nosotros como artesano de la Paz. Es la Paz que compartís con el Padre y el Santo Espíritu en la comunión trinitaria. En ocasiones, parece escabullirse de nuestras manos. Si embargo, seguís viniendo y haciendo germinar su semilla en los corazones que se desarman de prejuicios, odios y resentimientos para vivir la fraternidad. Los obreros de la Paz parecen pocos y frágiles. Por eso, te suplicamos: danos tu Espíritu y hacé de nosotros instrumentos de tu Paz. Amén.”