«La Voz de San Justo», domingo 22 de mayo de 2022

“El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras.” (Jn 14, 23-24)
¿A qué “palabra” se refiere Jesús? En cierto modo, a la que escuchamos el domingo pasado: amarnos unos a otros como Él nos ha amado. Ese es “su” mandamiento.
La gran palabra de Jesús es la revelación del Padre. Lo ha hecho con gestos fuertes. El evangelio de Juan narra siete: el agua cambiada en vino, las curaciones del hijo de un funcionario y de un paralítico, caminar sobre el mar y multiplicar el pan, abrir los ojos de un ciego de nacimiento y, finalmente, devolverle la vida a su amigo Lázaro.
Cada uno de ellos dice esa gran palabra que es el amor del Padre que quiere dar vida y alegría a los hombres. Cada gesto dice la gran palabra de Dios que es Jesús en persona. A esa palabra tenemos que permanecer fieles. Se trata de escuchar, asimilar y dejarse iluminar por esa palabra.
El efecto es sorprendente: Jesús, el Padre y el Espíritu haciendo morada en el discípulo. Sin embargo, no es proeza o resultado del propio ingenio, sino regalo gratuito e inmerecido del Espíritu. Él es nuestro Maestro interior, como lo enseña Jesús: “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.” (Jn 13, 26).
“Danos, Jesús, tu Espíritu: que Él nos recuerde tus palabras, nos convenza de la verdad de tu Persona y nos ilumine con la belleza luminosa de tu Pascua. Que Él nos mantenga en la fidelidad del amor, siempre agradecidos por la inmensidad del don recibido. Amén.”
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