«La Voz de San Justo», domingo 10 de abril de 2022 (Domingo de Ramos)

“Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró.
Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: «Realmente este hombre era un justo». Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.” (Lc 23, 44-49).
Así relata san Lucas la muerte de Jesús. En la hora de mayor luz y calor, la oscuridad cubre toda la tierra. Tres horas de agonía que alcanzan a toda la creación. De repente y llevando la tensión al máximo: el grito de Jesús, su plegaria final… y filial.
En medio de esas tinieblas: un espacio para la luz. Viene del alma de ese crucificado que se sabe Hijo y se abandona en las manos del Padre.
El centurión (un pagano) entrevé algo. Reconoce en el crucificado a un hombre justo. Una de tantas víctimas inocentes de la injusticia humana. ¿Qué ha llegado a comprender?
Este Domingo de Ramos escuchamos el relato de la Pasión según san Lucas. Sería bueno que nos quedemos en silencio, “contemplando lo sucedido”. A la distancia, como los amigos de Jesús y aquellas mujeres, sus más fieles discípulas.
Es lo que buscamos en Semana Santa.
“En medio de la noche que hoy envuelve a la humanidad, Señor Jesús, nosotros, como aquel centurión, te contemplamos crucificado. Tú eres nuestra Luz. Tú iluminas nuestras tinieblas. Besamos tus heridas y te decimos: Eres nuestro Hermano y Salvador. Hacemos nuestra tu plegaria. Amén.”.
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