Memoria de san José Gabriel del Rosario Brochero, patrono del clero argentino

Catedral de San Francisco, miércoles 16 de marzo de 2022

El “Señor Brochero” -como lo llamaban cariñosamente los serranos- ha llegado a ser imagen viva de Jesucristo, el buen pastor.

De esa manera ha realizado de manera ejemplar la vocación sacerdotal.

Cuando, al cabo de los años de formación inicial, un joven diácono es ordenado presbítero por la imposición de manos y la oración del obispo, el Espíritu Santo irrumpe en su vida de una manera nueva y promisoria: le regala la gracia de la caridad pastoral, es decir, infunde en su corazón el amor de Jesús por el rebaño que el Padre le ha confiado.

Es un don confiado a la libertad del joven presbítero que, a partir de ese día, comienza a transitar la hermosa aventura de ser lo que es: signo y transparencia de Jesús buen pastor, de su generosidad, de su amor fiel y lleno de compasión, de su ardor misionero, de su deseo de que la Pascua sea un fuego que llene de vida al mundo.

Esto que, hoy por hoy, puja en los corazones de todos nuestros pastores, el “Señor Brochero” lo ha realizado en grado heroico. Y, por eso, la Iglesia lo ha inscrito en el número de sus santos pastores, proponiéndolo como un hermano que acompaña nuestro peregrinar, y como modelo inspirador para todos los que hemos recibido su misma vocación apostólica.

Hay, sin embargo, un rasgo de ese amor de pastor que en Brochero se destaca con fuerza. Y lo remarcan los textos bíblicos que acabamos de escuchar, especialmente el Evangelio, en la parábola que cuenta el Señor: “Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: «Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido».” (Lc 15, 3-6).

Brochero fue un cura misionero cabal, con ese amor loco de Cristo que sale a buscar a la oveja perdida, al que está lejos, al que todos miran de reojo o por encima del hombro. Y sale a buscarlo para traerlo y hacer fiesta: la de una vida que ha resucitado en el encuentro con Cristo.

Brochero no se comprende a sí mismo como el término y el fin de su sacerdocio. Él jamás se pone en el centro. El centro es Aquel a quien Brochero conoció, con conocimiento interior, sabroso y determinante, haciendo los Ejercicios Espirituales: el centro de la vida y misión de Brochero es Jesucristo, el Señor, su Amigo, el buen Pastor que busca, a través de sus sacerdotes, a todas las ovejas perdidas.

Queridos hermanos y hermanas:

No hay Iglesia sin sacerdocio ministerial, porque no hay Iglesia sin Cristo presente, vivo y actuando para la salvación del mundo. Y eso es lo que nos dan los sacerdotes cuando predican, pronuncian sobre nosotros la palabra del Perdón y, sobre todo, cuando presiden la santa Eucaristía.

No. No es normal, ni está bien, ni tenemos que acostumbrarnos a la escasez de sacerdotes, a la falta de vocaciones al ministerio sacerdotal y diaconal.

El Señor quiere una Iglesia misionera, rica en carismas, en servicios, en vocaciones y ministerios. Por eso, quiere una Iglesia que viva de su presencia y de la acción de su Espíritu. Por eso, quiere una Iglesia en la que los ministros ordenados, en número suficiente, caminen las comunidades, prediquen con fervor la Palabra de Dios, sean testigos con su vida de la fuerza transformadora del Evangelio y nos partan el Pan santo de la Eucaristía y del Perdón.

No es este el lugar ni la fecha para preguntarnos porqué nuestra Iglesia tiene hoy carencia de vocaciones al ministerio sacerdotal. Nos basta mirar a Brochero para comprender por dónde tenemos que caminar para ardan los corazones al sentir la presencia de Cristo resucitado.

En un momento de madurez de su experiencia espiritual y pastoral, san José Gabriel comprendió que sus serranos necesitaban ser alcanzados por Jesucristo en esa experiencia transformadora que son los Ejercicios Espirituales. Los empezó a llevar a Córdoba y, al poco tiempo, puso en marcha la Casa de Ejercicios que sigue viendo pasar a miles de hombres y mujeres sedientos de Dios, de la Palabra del Evangelio y que, precisamente, ante el Cristo gaucho de la capilla se descubren amados, perdonados y renovados por el Señor y por su gloriosa pasión.

Una Iglesia misionera, en camino sinodal, reclama que cada bautizado-confirmado haya hecho esa experiencia del encuentro personal con Cristo que transfigura la vida. Discípulos que han pasado de un cristianismo aburguesado y convencional a una fe adulta, convencida y misionera.

Suplicamos hoy ese “espíritu brocheriano” para las comunidades que forman nuestra Iglesia diocesana de San Francisco, en camino sinodal.

Queridos amigos y hermanos de la Obra de las Vocaciones Eclesiásticas:

La misión que ustedes tienen toca el corazón de la Iglesia: promover la oración por la santificación de quienes somos pastores y servidores del pueblo de Dios (el obispo, los curas y, cuando estén entre nosotros, los diáconos), también por la fidelidad de nuestros seminaristas y candidatos al diaconado.

Rezar para que seamos hombres del Espíritu. No caciques, ni gerentes, ni agentes sociales. Sino hombres del Espíritu como lo fue Brochero.

Y rezamos para que nuestras comunidades sientan la urgencia de las vocaciones al ministerio sacerdotal y diaconal. Sobre todo, la comisión diocesana de la OVE tiene por delante la misión de que vayan surgiendo grupos de OVE en cada comunidad de la diócesis.

Nos encomendamos a la Purísima, a san José, al beato Mamerto Esquiú y, por supuesto, a nuestro “Santo Cura Brochero”.

Amén.