«La Voz de San Justo», domingo 13 de marzo de 2022

Con Jesús, del desierto a la montaña. Así podemos describir el camino de Cuaresma en estas primeras semanas. Ambos lugares tienen un fuerte simbolismo. Indican un itinerario espiritual más que geográfico: lo que implica el encuentro y la comunión con el Dios vivo.
La montaña es el lugar donde Dios se revela. Allí se muestra, da a conocer su Rostro y hace oír su voz. San Juan de la Cruz -el gran místico cristiano – hizo de la “subida al monte Carmelo” el símbolo fundamental para describir el camino del cristiano que se atreve a internarse en el territorio de la oración. Una aventura que intimida, fatiga y fascina. Todo a la vez. Atrae y repele. Como un abismo.
Y de eso nos habla el evangelio de este domingo. En la montaña, Jesús se muestra en toda la hondura de su misterio. Se transfigura mientras ora. Para eso ha subido a la montaña. El imperativo que los tres discípulos que lo acompañan en la subida del monte Tabor es precisamente el que pone en marcha la aventura de la oración cristiana: “Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo.” (Lc 9, 35).
“Oh Señor, mi Dios: con el orante de la Biblia, yo también te digo: «Mi corazón sabe que dijiste: ‘Busquen mi rostro’. Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí.” Esa búsqueda me habita e inquieta. Yo mismo soy esa búsqueda. Abro el Evangelio, escucho la voz de tu Hijo, Jesús, y quedo iluminado por su Luz. Subo a la montaña, busco entrar en tu Silencio… Transfigúrame con Jesús y como Él. Amén”.
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