El camino de Simón Pedro

«La Voz de San Justo», domingo 6 de febrero de 2022

“Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.” (Lc 4, 11).

Así concluye el evangelio de este domingo. De ahora en adelante Jesús no caminará solo. Se van sumando compañeros de viaje. Ahora: Simón Pedro, Santiago y Juan; después, vendrá Leví y los demás hasta conformar el grupo de los Doce. También se sumarán mujeres, entre ellas: María de Magdala.

Se va formando una familia, centrada en la persona de Jesús, unida por el amor y tensionada por una misma pasión: el anuncio del proyecto de Dios para la humanidad.

Ese camino sigue abierto hoy y muchos lo transitamos. Esa familia sigue caminando: es la comunidad cristiana que nació precisamente de esa experiencia fundante. Este domingo, san Lucas nos habla de ese inicio.

Jesús ha dejado Nazaret y se ha instalado en Cafarnaúm. Ya no predica en lugares cerrados, sino al aire libre. Va allí donde se encuentra la gente. Se ha sumergido él mismo -y sin miedo- en ese mundo complejo, desprolijo y caótico.

Lucas nos relata la experiencia que sacude a Simón. Jesús lo ha alcanzado en la desilusión de una noche de pesca que ha resultado estéril. Sin embargo, algo pone entre paréntesis su experiencia de avezado pescador: “Navega mar adentro, y echen las redes”, ordena Jesús (Lc 4, 4). “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”, responde Simón Pedro (Lc 4, 5).

Y sobreviene lo imposible: una pesca desbordante, más allá de todo cálculo. Es más que un milagro. Es un signo de lo que ocurre cuando Jesús irrumpe en la propia vida con su Palabra.

Simón experimenta el vértigo que supone semejante experiencia. De allí nace su sincera plegaria: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador.” (Lc 4, 8). Hay que atravesar ese abismo. Es el estupor que nace al verse alcanzado por el amor gratuito, absoluto e incondicional de Dios. Viene, se acerca y tiende la mano. Humaniza y da libertad. Así, Jesús suma a Simón a su camino misionero.

Su experiencia de encuentro con Jesús nos lleva a orar:

“También yo te digo hoy, Señor Jesús: soy un pecador. La cercanía de tu Persona me atrae e ilumina. Siento, sin embargo, el peso de mi fragilidad y la tentación de pedirte que te alejés de mí. Es que intuyo que esa cercanía tuya será para mí herida y bálsamo, desafío y superación, muerte y resurrección. Me comprenderás si mi plegaria, este domingo, se vuelve a Simón Pedro. Es un hermano mayor. Mirándolo a él y al camino que hizo con vos y de tu mano, también yo me animo a seguirte, a navegar mar adentro y a echar las redes confiando en tu Palabra. Amén.”