Morteros, 13 de diciembre de 2021






Jesús eligió el silencio. Él, que ha venido a hablarnos del reinado de Dios, su Padre, a contárnoslo de mil formas, ingeniosas y transparentes, hoy elige el silencio.
No hay ni siquiera parábolas, esas maravillosas catequesis -¡las mejores!- que tocan el corazón, trastocan nuestras ideas y prejuicios, y nos abren a la verdad de Dios, de la vida, de nosotros mismos.
Es que las preguntas que sumos sacerdotes y ancianos del pueblo le acercan son pregunta envenenadas. No tanto por lo que dicen las palabras, sino por la actitud de fondo: la desconfianza, la hostilidad y, sobre todo, la cerrazón del corazón.
Queridos hermanos y hermanas, queridos curas:
Esta mañana, sorprendidos por la inesperada muerte de Jorge, tengamos delante de Jesús la actitud justa: no entendemos, nos cuesta asimilar, sentimos multiplicarse las preguntas (también las más cuestionantes); pero no cedamos a la tentación de la desconfianza.
Vayamos a Jesús. Es Adviento y estamos caminando hacia Él, que está viniendo a nosotros.
Misteriosamente, Jorge ha acelerado el paso y, visitado por el Señor de la Pascua, se ha encontrado con Él.
Jesús lo ha abrazado -no me cabe la menor duda- y lo ha tomado de la mano, como un amigo a su amigo, para sentarlo a la mesa del Reino.
Hemos acercado a su cuerpo los signos de la Pascua: el cirio, la estola, el Rosario y el Leccionario con la página abierta en el Evangelio del Domingo de Pascua. Estamos reunidos a su alrededor para celebrar la Eucaristía. En estas horas, la oración del pueblo ha ungido nuevamente su cuerpo preparándolo para la sepultura.
Escuchemos juntos la Palabra del Señor, viva y eficaz, que se hace oír esta mañana de esta forma que no esperábamos.
Si Balaam, el profeta, contempló maravillado al pueblo de Dios reunido y entrevió el surgimiento del Mesías, también nosotros contemplamos el misterio de la Iglesia y al Cristo vivo que surge ante nuestra mirada de fe esperanzada.
¿Qué está pasando entre nosotros? ¿Qué está viviendo nuestra Iglesia diocesana? ¿Qué nos está diciendo el Señor en todo esto que estamos viviendo? ¿Qué Palabra de vida nos llega a nosotros desde la persona, la vida y ministerio de nuestro querido hermano Jorge?
Recorriendo en estos días las comunidades de nuestra diócesis que despedían y recibían a sus pastores, he formulado varias veces en voz alta estas preguntas.
El Señor está pasando, reavivando en cada uno -en nuestros corazones- su llamada y, sobre todo, su mandato misionero: vayan, caminen, anuncien el Reino, lleven esperanza y alegría a los corazones, especialmente a los más alejados, tristes y desesperanzados.
Muchas cosas se están moviendo en nuestra diócesis en este fin de año.
No imaginaba, sin embargo, que el paso del Señor iba a tomar este rumbo pascual arrebatándonos sorpresivamente a Jorge y colocándonos, una vez más, ante la tesitura de darle realismo a nuestra fe, a nuestras elecciones evangélica, a nuestra esperanza.
Se abre para nosotros, como diócesis, como presbiterio y como comunidad, un tiempo de escucha intenso y exigente, sobre todo, porque tendremos que dejar surgir nuestra humanidad, sin poses ni frases hechas. Abiertos de corazón, y con franqueza evangélica, al Señor de la Vida, el verdadero pastor y obispo de nuestras vidas.
Querido Jorge: Tu paso entre nosotros ha tenido la medida temporal que Dios ha dispuesto, no la que nosotros esperábamos. Por eso, queremos despedirte, hasta el encuentro definitivo en el cielo, dejándonos interpelar por tu Pascua. Gracias por tu persona, por tu ministerio, por tu siempre inquieta manera de vivir la fe y de animarnos ir a fondo con las opciones del Evangelio. Gracias por la pasión que pusiste en la catequesis y, sobre todo, por los catequistas, aquí en la diócesis, como en la región y en la Junta Nacional de Catequistas. Por estas horas, de miles de corazones catequistas se eleva una plegaria por vos y tu descanso eterno.
Que María, asunta al cielo, te reciba y te acompañe al encuentro festivo con Jesús. Ya no es una pregunta, sino una realidad: sos feliz, con la felicidad del Evangelio vivido y cumplido.
Nosotros, tus hermanos y hermanas, recogemos la posta. A seguir caminando juntos, más atentos los unos de los otros, seducidos por el Evangelio, con un oído en sus mensaje y en el pueblo de Dios.
Amén. Así sea.
Debe estar conectado para enviar un comentario.