«La Voz de San Justo», domingo 28 de noviembre de 2021 – Primer Domingo de Adviento

“Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.” (Lc 21, 27-28).
Comenzamos a caminar el Adviento. El Señor está viniendo a nosotros. ¡Salgamos a su encuentro!
La primera parte de este hermoso tiempo litúrgico está dominada por la esperanza grande que sostiene nuestra vida: el Resucitado, vencedor de la muerte, vendrá a consumar su obra.
Por un lado, el mundo, una y otra vez, experimenta miedo y pavor al contemplar la fragilidad de todo lo humano o la violencia que, de tanto en tanto, parece tener la última palabra sobre la historia.
Los creyentes y discípulos de Jesús no escapamos de esta experiencia, pero tenemos una certeza, dada por el mismo Señor. Es la que proclama este evangelio, y la que está en el centro de la espera del Adviento: lleno de poder y de gloria, el Hijo del hombre, Jesús el Señor, está viniendo a nosotros. De él proviene nuestra confianza, el ánimo que vence todo temor y la esperanza que sostiene nuestra vida.
Es lo que confesamos, cada domingo, en el Credo que recitamos después de la homilía, cuando expresamos nuestra fe en Jesucristo que “está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.”
Él es el término de nuestra esperanza. Su juicio es la última palabra de Dios para el mundo. Es buena y alegre noticia. Es evangelio de salvación. Esa será la última palabra que escuchará el mundo cerrando y consumando la historia: una palabra de vida, de resurrección y de salvación.
No es una espera animada por el terror o la angustia, sino por la confianza, la serenidad y la alegría de saber que todo, a pesar de todo, terminará bien.
La oración es una forma cotidiana, sencilla y al alcance de todos de vivir esta espera gozosa del Señor. Este primer domingo de Adviento te propongo rezar así:
“Señor Jesús, estás viniendo a nosotros. Siempre, a cada instante. Lo sabemos, porque es tu palabra la que enciende la esperanza en nuestros corazones. Pero somos frágiles y fácilmente nos dejamos ganar el corazón por el temor. Al iniciar, un año más, el camino del Adviento te suplicamos, por intercesión de María, de San Juan Bautista y de todos los santos que aprendieron a esperarte y a esperar en Ti, que renueves nuestro corazón en la alegría que nace de la esperanza. Amén.”
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