“Un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento” Filipenses 2, 2

Homilía del Pbro. GABRIEL M. GHIONE en la catedral de San Francisco en la Eucaristía de inicio de la fase diocesana del camino sinodal de la Iglesia universal.

Queridos hermanos: ¡que hermoso es caminar juntos! Tomar conciencia que es un proceso, donde encontramos siempre nuevos mojones de fe, mojones que hace años, guiaron a nuestros antepasados y hoy, con memoria agradecida podemos tomar la posta y seguir haciendo camino como Iglesia Diocesana.

Nos los recuerda el Evangelio. Los discípulos tuvieron una experiencia que les cambio para siempre su vida. Una experiencia que no fue un hecho puntual sino un proceso. Se encontraron con una persona que les cambio la vida: sus pensamientos, su corazón y hasta lo que ellos amaban. Jesús de Nazareth fue un antes y un después en sus vidas, así como lo es en las nuestras. Este proceso está marcado por la Pascua: por la muerte y Resurrección de Jesús y también por la transformación de los discípulos. Esta transformación ellos la definieron como un nuevo nacimiento. Fue tan intensamente vital que llevo todo un tiempo procesarlo y provocó en ellos grandes cambios: del miedo a la confianza, del encierro a la parresia (o valentía en el anuncio) de la soledad a la Presencia. Efectivamente el Evangelio nos narra la certeza de la comunidad de los discípulos: “Donde dos o más se reúnan en mi nombre yo estaré presente en medio de ellos”.

Así los discípulos experimentaron su vida y la fe como un proceso: un camino. Jesús es el Camino y ellos son los seguidores de ese camino. Un camino que no se recorre sólo, sino que, se peregrina junto con otros, en comunidad. Este es el sentido etimológico de la palabra Sínodo. Que conjuga el caminar junto y lo que se deriva de ello: decidir juntos.

Entendemos, por tanto, que vivir este proceso es ser fieles a nuestra identidad más profunda no introducir una novedad. El ser y el obrar de la Iglesia esta marcada por el caminar juntos tras las huellas de Jesús: escuchando, dialogando y discerniendo lo que el Espíritu dice a la Iglesia para ser fieles al proyecto del Reino que el Padre nos confía.

Como Iglesia diocesana tenemos la dicha de haber sido hijos del Concilio Vaticano II. Mientras el Concilio renovaba a la comunidad cristiana desde las fuentes mismas de la fe y tradición éramos dados a luz. Dimos nuestros primeros pasos en la pastoral de conjunto con la Iglesia Latinoamericana que nos enseño a recibir y vivir el Concilio en este tiempo y en este lugar. Abrir este proceso sinodal no implicará para nosotros algo desconocido: sólo tenemos que recordar el camino de la pastoral planificada: de las

asambleas diocesanas, de los instrumentos para contactarnos y discernir la realidad. La novedad no está en lo que tenemos que hacer sino en los modos, en las actitudes, en la búsqueda.

San Pablo, en la segunda lectura, nos habla de tener un mismo amor, un mismo sentir, un mismo pensar. Es por aquí donde se constata la calidad de un proceso sinodal. Es evocar y vivir lo que nos presenta la primera lectura: los apóstoles con María abriéndose a recibir el Espíritu. Su acción los va a movilizar, dinamizar necesitando todo un libro -hechos de los apóstoles- para narrarnos solo algunas acciones de este acontecimiento originario y fundacional. En este libro podemos extraer tres actitudes fundamentales para cultivar en el proceso sinodal, estas actitudes son insistentemente presentadas por el papa Francisco:

  • Escuchar/ ver: es una actitud teológica. El primero que escucha es Dios, escucha a su Pueblo. Así nos lo narra el libro del Éxodo cuando presenta la vocación de Moisés: en tres oportunidades afirma que Dios escucha (primero) y ve (después) la situación de su pueblo. (Éxodo 3, 9: en 3, 7 los verbos están invertidos) Jesús también nos enseñó a que el Padre escucha a sus hijos vulnerables y ve en lo secreto. Así como discípulos misioneros lo primero y más importante es escuchar y ver. Escuchar implica un ejercicio de una gran ascesis y disciplina. No se puede escuchar cuando uno piensa en otra cosa o ya tiene la respuesta antes que termine de expresarse la otra persona. Es un ejercicio de recepción que nos pone en circunstancia de salir de nosotros mismos, nos pone en referencia a otro, sacándonos de la autoreferencialidad que nos enferma como personas y como Iglesia. Escuchar lo que dice el Espíritu como Iglesia implica, por tanto, el valor para hacer silencio, silenciar nuestros prejuicios, ideas, pensamientos. No es un silencio vacío, etéreo. Es un silencio lleno de Presencia, de apertura, de receptividad. Lo que el Espíritu nos quiere decir nos lo irá diciendo por la voz de los jóvenes (San Benito), de los pobres, vulnerables, marginados. Nos lo dirá en la voz del 95% de católicos que no participa de las celebraciones. Nos lo expresará en los que ya no encuentran en el catolicismo una respuesta o en los que han dejado de creer. Por eso el ejercicio de escucha implicará ponernos en salida, en búsqueda, en estado de misión.
  • Dialogar/juzgar: es la segunda actitud, también teológica. ¿Acaso no es la revelación y la fe el hermoso diálogo de Dios con el hombre? Dios diálogo con su Pueblo en el Sinaí, Jesús es la manifestación en persona del diálogo entre Dios y el hombre. Este diálogo también se visualiza en el libro de los hechos de los apóstoles: hay un diálogo entre el Espíritu y la comunidad cristiana en dónde se llega a expresar: “el Espíritu Santo y nosotros hemos decidido” (Cf. Hch 15, 28). Se manifiesta una rica red de vínculos, de diálogos entre los apóstoles, entre toda la comunidad cristiana. Es aquí donde se forma el mismo pensar de Pablo. No hay que entenderlo que todos piensen lo mismo, que no haya criterios diversos. La traducción que utiliza la Biblia de Jerusalén es: un “mismo ánimo”, así entendemos que se llega a un pensar común o mejor dicho a una un-animidad: una sola alma. En el diálogo tenemos que ser capaces de hablar con sinceridad y autenticidad, a dejar que la realidad se presente tal cual, no hay que esconder nada. Pero el peligro que tenemos es pensar que dialogar es encontrar un culpable o realizar largas horas de catarsis pastoral enumerando lo fracasos. Nada más lejos, porque dialogar es abrir el corazón para salir de nosotros, para buscar en el camino compartido, el mejor espacio para descubrir lo que el Espíritu ya está obrando porque siempre se adelanta a nosotros.
  • Discernir/actuar: Jesús fue una persona de un enorme discernimiento, siempre confrontó su vida con el proyecto del Padre: el Reino. El discernir es esforzarnos por distinguir lo que sirve de lo que no sirve, cuando está mezclado y no vemos con claridad… para alimentar lo que sirve, para cuidar y hacer crecer el trigo sin angustiarnos por la cizaña. Discernir implica decidir, no hay discernimiento sin decisiones. Decisiones que ponen en acto lo que escuchamos/vimos; dialogamos/juzgamos. Encontrando en todo este proceso lo que el Espíritu nos dice como comunidad cristiana para vivir desde la voluntad de Dios.

Este hermoso proceso es propiedad de toda la iglesia, todos somos los responsables, los sujetos de esta acción, de diversas maneras, pero no con diversos grados de compromiso. Nadie tendrá que empujar ni fomentar a nadie, todos tendremos que animarnos a caminar juntos y tendremos que animar a caminar a los que estén al costado del camino diciendo: ¡Animo, levántate, el nos llama!

Este proceso Sinodal que comenzamos como Iglesia Diocesana insertándonos en el camino sinodal de toda la Iglesia nos invita a la comunión: a escuchar juntos; participación: comprometernos en el diálogo; y misión: discernir el mejor camino para seguir anunciando la Buena Noticia del Reino

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Al concluir la celebración, el Padre Daniel Cavallo, coordinador del Equipo diocesano para el camino sinodal, explicó los pasos que la diócesis viene dando desde 2020. Aquí una síntesis con los puntos fundamentales que expuso ante la asamblea de fieles.

  • En el discurso del inicio del proceso sinodal, el pasado 9 de octubre, el Papa Francisco dijo: “Reitero…que el sínodo no es un parlamento, que el sínodo no es un sondeo de las opiniones; el sínodo es un momento eclesial, y el protagonista del sínodo es el Espíritu Santo. Si no está el Espíritu, no habrá sínodo”.
  • Este paso del Espíritu Santo nos encuentra a nosotros, Iglesia Diocesana de San Francisco, en el jubileo de los 60 años de la creación de la Diócesis y luego de más de 30 años de caminar el desafío pastoral a través de las Asambleas Parroquiales – decanales y diocesanas, que nos permitieron elaborar cinco planes de pastoral para dar respuesta a la evangelización en el mundo y en la cultura del tiempo presente.
  • Animados por esto, nuestro Obispo Sergio convocó a inicios del año 2020 a un equipo de laicos y sacerdotes para comenzar a rezar, estudiar, compartir este itinerario: “La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia”.  Esta convocatoria sinodal de “caminar juntos” (esto quiero decir Sínodo) al que nos convoca el Papa Francisco, es asumida en nuestra diócesis en este año 2021 donde ayudados por el equipo diocesano de planificación pastoral y a través de dos instrumentos de trabajo, evaluamos el “Plan Pastoral Diocesano 2016 – 2020”.  En este mes de octubre comenzó en las parroquias – movimientos e instituciones de la diócesis el desarrollo del segundo instrumento de evaluación.
  • Motiva este trabajo de evaluación dos preguntas referenciales: ¿Cómo ha sido anunciado el evangelio en nuestra Diócesis de San Francisco? ¿Cómo ha de seguir resonando para llevar esperanza a nuestro pueblo?  Es por eso que la SINODALIDAD reclama y exige una fuerte EXPERIENCIA DE ESPIRITUALIDAD para llegar a descubrir que el Señor resucitado, como con los discípulos de Emaús, camina con nosotros y está entre nosotros.
  • En eso estamos, en el inicio de la etapa de MOTIVACIÓN y de ofrecimiento de un proceso de ESPIRITUALIDAD para sentar las bases del camino sinodal. “SI NO ESTÁ EL ESPÍRITU, NO HABRÁ SINODO”. Y esto nos hace descubrir el estilo de Dios que nos ayuda a vivirlo: la cercanía, la compasión y la ternura, junto al ejercicio de las actitudes necesarias para ejercer la sinodalidad: ESCUCHA – DIALOGO – DISCERNIMIENTO.
  • En palabras del Papa Francisco: “tenemos necesidad del Espíritu, del aliento siempre nuevo de Dios, que libera de toda cerrazón, revive lo que está muerto, desata las cadenas y difunde la alegría. El Espíritu Santo es Aquél que nos guía hacia donde Dios quiere y no hacia donde nos llevaría nuestras ideas y nuestros gustos personales”.
  • “60 años caminando juntos con espíritu mariano, franciscano y brocheriano”, queremos vivir lo que somos en nuestra identidad más profunda: una IGLESIA SINODAL.