«La Voz de San Justo», domingo 1º de agosto de 2021

“Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed” (Jn 6, 35).
Digámoslo claramente: Jesús, Palabra e Hijo único del Padre, es ese Pan que Dios le ofrece al mundo para saciar su hambre más profunda: hambre de vida plena, de esperanza, de eternidad.
Cada uno de nosotros está habitado por esa hambre. Buscamos ese Pan. Solo que ninguno de nosotros puede conseguirlo. No se puede comprar.
Jesús nos enseñó a suplicarlo (“Padre, danos el pan de cada día”) y, de esa manera, disponernos para el don. Solo podemos esperar recibirlo como don gratuito de Dios.
Y el Padre lo ha dado. Lo ha entregado al mundo sin condiciones.
Con las imágenes del pan y del comer, el evangelio expresa lo que significa Jesús para nosotros y -a eso apunta el verbo “comer”- lo que implica creer en Él: un proceso vital que supone gustar, asimilar y ser transformados.
Creer entonces es recibir a Cristo y reconocerlo como Señor y Salvador. Esta comida dura toda la vida, porque la fe es un camino que dura tanto como dura nuestra vida.
Acompañémonos unos a otros en esta aventura: sentir hambre de Vida, buscar el Pan de Dios que es Cristo y ser dóciles dejándonos llevar hacia Cristo.
En la oración, personal y comunitaria, comenzamos a saborear el Pan de Dios.
Podemos pues rezar así: “Padre bueno: danos el Pan de cada día. Danos a Jesucristo. Tenemos hambre de vida y de felicidad. Tenemos hambre de Ti. Por eso, con todos nuestros hermanos, te suplicamos: Danos siempre el Pan de cada día que es Cristo, tu Hijo y nuestro Salvador. Amén.”
Debe estar conectado para enviar un comentario.