
“Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro de Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado…”. (Secuencia de Pascua).
En esta mañana de Pascua, la más luminosa y feliz de todas, corramos con María, Simón Pedro y el discípulo amado. El sepulcro está vacío, pues el Dios que ama la vida ha resucitado a su Hijo rompiendo las ataduras de la muerte.
Como el pesebre o la cruz, la tumba vacía es el signo, humilde y poderoso a la vez, que grita esperanza y alegría a nuestro atormentado mundo.
Con nuestra vida de resucitados llevemos ese anuncio de puerta en puerta. Seamos servidores de la esperanza que Dios regala al mundo. Él ama la vida y sabe cómo resucitarnos de todas nuestras muertes.
Como María Magdalena, también nosotros somos enviados para anunciar esta esperanza a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los pobres, los tristes, los heridos y desalentados.

Nuestra alegría se vuelve oración. Te invito a rezar:
“En esta mañana luminosa del «día que hizo el Señor», nos dirigimos a ti, María Magdalena, apóstol de los apóstoles. Fuiste la primera en comenzar a descubrir el gozo de la Resurrección. Guíanos hacia esa luz, como guiaste a Simón Pedro y al discípulo amado. Date prisa, la hora apremia.
Este tiempo de incertidumbre ha llenado de oscuridad muchos corazones. Todos esperamos el anuncio pascual que nos abre a la esperanza.
Te vemos llegar corriendo, con el rostro iluminado: ¡Ha resucitado! Casi que no podemos creerlo, pero el corazón nos salta de gozo. El amor intuye la verdad de esas palabras. Amén. Aleluya.”
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