¿Clericalismo?

El clericalismo es, sin dudas, una grave deformación de la vida eclesial. Ha hecho bien, entre otros, el Papa Francisco en destacarlo con fuerza. Una deformación a dos puntas: comodidad para clérigos y laicos. Unos mandan, otros obedecen o, al menos, hacen como que.

Recuperar la dimensión de comunión y sinodalidad de la Iglesia es, también sin dudas, un camino a recorrer. Solo acentúo la importancia y lo insustituible de la dimensión mística: sin genuina experiencia de fe (encuentro con Dios que determina la vida), ninguna reforma externa tendrá real efecto.

Lo que sí me preocupa es que, por combatir el clericalismo, aquí y allá se nota una suerte de eclesiástica «lucha de clases», con una actitud de arrinconar a los pastores, pues se ve en los clérigos una especie de «chivo expiatorio» para la profunda crisis que vive la Iglesia. No es por ahí, seguramente.

Que la Iglesia católica, sobre todo en Occidente, vive una crisis de proporciones es innegable. Y no es solo una crisis de poder. Es una crisis más honda: de fe, de pertenencia cordial, de experiencia de Dios. Un chivo expiatorio es solo eso: una coartada para evitar ir al hueso de la cuestión.

Lo digo como lo pienso.